¿Cuánto falta para la elección?

6 de mayo 2024

30 de mayo 2023

¡Que alguien me explique!

Tigres: juego o negocio de pelota

El nuevo estadio de Tigres navega en un mar de controversias en el que existen distintos involucrados y no existe consenso sobre los qués, los cómos y los cuándos

Por Ramón Alberto Garza

COMPARTE ESTA HISTORIA

¡Bravo, por los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León, que lograron el domingo su octavo campeonato de futbol!

Pero cuidado con que la euforia del momento no vaya a abrir las puertas para que el esperado y muy merecido nuevo estadio felino se convierta en una Caja de Pandora que acabe por beneficiar a unos cuantos, en perjuicio de los muchos.

El tema no es nuevo. Lo venimos abordando en Código Magenta desde hace dos años, cuando la abundancia de cuestionamientos frenó la intentona de iniciar la construcción de esta obra, que se estima tendrá un costo cercano a los 400 millones de dólares.

El epicentro del debate se ubica en la empresa Juego de Pelota S.A., un consorcio promotor liderado por el chihuahuense César Esparza, quien con mucho entusiasmo, pero nulos o fallidos antecedentes, no cuenta con las cartas credenciales suficientes para sacar adelante una obra del tamaño del nuevo estadio de los Tigres.

Y eso está probado con sus dos proyectos que le anteceden. El estadio de Yucatán y el de Verona, Italia. Los dos muy publicitados, los dos proyectos hasta ahora frustrados, cuestionados y sin concretar por Juego de Pelota.

Si se tratara de construir una nueva sede felina desde el amparo de una empresa privada como lo es Sinergia Deportiva, la empresa que maneja a los Tigres y que gravita en la órbita del consorcio cementero Cemex, el riesgo lo asumirían con sus dineros. Nada habría que discutir.

Pero resulta que la oncena de futbol sale a la cancha bajo el apellido de la Universidad Autónoma de Nuevo León, y que ese equipo juega hoy en un estadio que es también propiedad de esa universidad y tiene un acuerdo económico muy poco favorable con quienes manejan como empresa privada a los Tigres de la UANL. ¿Alguien puede transparentar cuánto le deja anualmente a la Universidad el usufructo del estadio y el nombre en el equipo?

Para colmo, el terreno en el que se pretende edificar el nuevo estadio Tigre está contiguo al anterior, lo que implica que el comodato tendría que hacerse una vez más con la Máxima Casa de Estudios. ¿A cambio de qué? ¿Se pueden transparentar las condiciones?

Un catalizador para acelerar esta obra es, sin duda el gobernador emecista, Samuel García, quien por ser Tigre de ‘hueso anaranjado’, anunció en medio de la euforia de este último campeonato que para este verano arrancarán los trabajos de la nueva sede felina. Qué bueno que así sea, pero tiene que ser con transparencia, sin arreglos en lo oscurito, sin opacidades.

Ya el arranque de la construcción del nuevo estadio se frenó en una ocasión, cuando en noviembre de 2021, el mandatario nuevoleonés anunció que la obra se iniciaría en enero de 2022. Ya transcurrieron más de un año y un campeonato desde aquella prometida fecha, y nada.

El nuevo estadio de Tigres navega en un mar de controversias en el que existen distintos involucrados y no existe consenso sobre los qués, los cómos y los cuándos.

El rector de la UANL, Santos Guzmán López, es muy claro y enfático al vigilar celosamente el patrimonio universitario, y ya dijo que cuidará que las decisiones sobre el nuevo inmueble se tomen siempre en el seno del Consejo Universitario. Transparente.

Pero no sucede lo mismo con la empresa Sinergia Deportiva, la manejadora de los Tigres y cuyo poder de facto es el directivo de Cemex, Mauricio Doehner.

El cuestionamiento de fondo, más allá del comodato del terreno, es si Cemex va a participar de manera directa en la construcción del estadio. Y si así es, lo podrá hacer sin pasar el costo de esa inversión por el escrutinio de su Consejo y de sus accionistas. Cuatrocientos millones de dólares no son poca cosa, sobre todo, si se ponen en las manos de una empresa inexperta como Juego de Pelota.

Y, por supuesto, habrá que definir hasta dónde y en qué monto, si es que hay alguna aportación directa, el gobierno del tigre Samuel García va a ponerle dinero público al nuevo estadio, lo que implicaría toda una negociación con un Congreso local con el que hoy tiene las peores relaciones. Al menos, en el presupuesto 2023, se incluía ya una aportación del Erario estatal por 50 millones de pesos.

Por lo pronto, ya en la primera intentona de poner la primera piedra, tanto la UANL como el Congreso de Nuevo León frenaron el arranque. Quieren más claridad y más certeza del constructor. Voltean a ver Yucatán y Verona, y levantan las cejas. No vaya a ser que el nuevo estadio de los campeonísimos Tigres acabe por correr el mismo trágico destino. Y, al final del día, los agarren fuera de lugar.

Publicidad
Publicidad
Publicidad