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¡Que alguien me explique!

Futbol fascista

Si alguien duda que la genética del poder en México está en ese orgullo por mostrar el peor rostro de su absolutismo, de su cara fascista, que se asome al debate futbolero en Monterrey.

Por Ramón Alberto Garza

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Si alguien duda que la genética del poder en México está en ese orgullo por mostrar el peor rostro de su absolutismo, de su cara fascista, que se asome al debate futbolero en Monterrey.

En medio de tantos pendientes nacionales, a los dueños del Club de Futbol Monterrey se les ocurrió que para evitar posibles enfrentamientos en el Clásico Regio, los aficionados Tigres no pueden entrar al estadio rayado enfundados con la camiseta felina.

¿Por qué? Pues porque los directivos rayados califican el partido de los dos líderes del futbol mexicano como de alto riesgo y para evitar peleas entre aficionados, que no existan los uniformes azul y grana de los Tigres.

Soy orgullosamente rayado, pero por encima de todo defensor de la libertad, del hacer y deshacer mientras no se lesionen los derechos de terceros.

Se tiene que tener una mente muy pobre, como la de un genio heredero de una corporación que maneja a capricho a su empresa y a sus empleados, como para dictar una medida tan dictatorial como la de decirle a la afición como debe de ir vestida al juego de su equipo.

La medida es en sí misma conculcatoria de los derechos de cualquier individuo a elegir el vestido que mejor le acomode. Pero peor aún, es la decisión de que la medida se aplique unilateral y discriminatoriamente sobre los aficionados Tigres y no sobre los Rayados.

Ese si es un verdadero acto de provocación que ya está incubando un enojo muy entendible en el aficionado Tigre, que aún sin su camiseta acabará revelándose y desatará una ira todavía mayor que despertara una violencia mayor.

O cómo explicarle a los Tigres que los hinchas Rayados sí pueden portar su camiseta, sus banderolas, gritar al equipo de sus amores, mientras que los felinos tienen que pagar por entrar al estadio BBV Bancomer un boleto que les secuestra sus mas elementales libertades.

Y lo que es mas preocupante, que no existan autoridades, ni en la Federación Mexicana de Fútbol ni en la Procuraduría Federal del Consumidor, que levanten la tarjeta roja sobre el Führer que desde su trono corporativo dicta y reglamenta tan draconianas condiciones.

Y que no se juzgue que estamos trivializando con un asunto estrictamente deportivo. El debate de fondo exhibe en su máxima expresión la mentalidad de algunos de nuestros pobres liderazgos nacionales, sean políticos, empresariales, deportivos o incluso intelectuales.

Cada quien busca en este país fijar sus propias reglas del juego, al nivel de lo que su mente -torpe o brillante- le da, sin sentir la responsabilidad de ver si las medidas que se toman están apegadas al derecho.

Lo que se exhibe en el debate del Clásico Regio es la incompetencia de una administración del estadio BBVA Bancomer para garantizar la seguridad necesaria y suficiente que sofoquen, si fuera necesario, cualquier disputa física o brote de inconformidad.

¿Qué viene después de prohibir las camisetas de los Tigres?

¿Qué los aficionados felinos entren al próximo Clásico Regio con una enorme cinta adhesiva en la boca para impedir que sus porras desequilibren la paz y la tranquilidad de los aficionados rayados?

Despertemos a la realidad para darnos cuenta que ese debate, aparentemente trivial e inocente, esconde la esencia de algunos de nuestros serios problemas.

Detrás de muchos de los poderosos en México existe ese dictador presto a someter a las masas, por el simple hecho de que soy el dueño de la cancha y la pelota.

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