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El virus de la confrontación en el sector salud amenaza con convertirse en una pandemia que pone en riesgo el trabajo de decenas de miles de mexicanos e inversiones millonarias que en las últimas décadas desplazaron con mejores productos y precios a los laboratorios extranjeros.

Por Ramón Alberto Garza

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La salud es uno de los mayores problemas para la estabilidad del gobierno de la Cuarta Transformación. Y el virus de la incompetencia y la superficialidad en la toma de decisiones podría ser mortal.

Dos son los focos rojos sobre los que el presidente Andrés Manuel López Obrador debe inocularse: la Subsecretaría de Salud y la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, mejor conocida como la Cofepris.

En este eje que comandan Hugo López-Gatell y José Alonso Novelo están las mayores posibilidades de un severo contagio provocado por una serie de malas decisiones que están creando peligrosas amenazas para los mexicanos cuya salud depende de la seguridad social.

Pocos pueden defender el pasado del sector salud. La corrupción en la compra de medicamentos, a nivel federal y estatal, se convirtió en una fuente para la creación de millonarias fortunas creadas al amparo del dolor del pueblo. Esa es una premisa sin discusión.

Pero quienes hoy manejan el sector salud están utilizando la cruzada anticorrupción del presidente López Obrador para fabricar crisis –aun donde no las hay- que de no resolverse de inmediato pasarán pronto la factura sobre la vida de muchos mexicanos, sobre todo menores.

No es el caso del secretario de Salud, Jorge Carlos Alcocer, quien parece haber renunciado a cualquier rol protagónico. Su segundo de abordo, Hugo López-Gatell, es quien asume públicamente como el hombre de primera fila en la embestida contra laboratorios y proveedores nacionales.
Y el beligerante subsecretario encontró en la Cofepris, de José Alonso Novelo, a su mejor aliado para sembrar el terrorismo sanitario en México.

Primero fue con el caso del desabasto de vacunas, aún no resuelto, y luego la escasez de los medicamentos contra el cáncer -sobre todo para los menores de edad- tampoco resuelto.

En ambos casos se intentaron modificar reglas sanitarias, un cambio de juego que fabricantes y proveedores estaban dispuestos a aceptar, pero ante la solicitud de complejos cambios se pedían algunos meses para cumplirlos.

El conflicto en vacunas y oncológicos terminó en una crisis que obligó a destruir millones de dólares en vacunas que ya estaban en México y a cerrar líneas de producción de medicamentos oncólogicos, confiscando los que estaban en existencia.

Nadie conoce la agenda de López-Gatell o de Novelo, pero lo único cierto es que llevaron al inquilino de Palacio Nacional a una innecesaria confrontación, haciéndole creer que proveedores y fabricantes eran una punta de chantajistas.

La decisión final, en medio de tantas mentiras o medias verdades, fue obligar al presidente López Obrador a emitir un decreto para importar libremente, de laboratorios extranjeros, los medicamentos que escaseaban, para salvar la emergencia creada desde adentro del gobierno.

Lo curioso es que mientras que la Secretaría de Salud y la Cofepris se ponen muy exigentes con los nacionales, en el decreto de la crisis les permiten a los laboratorios extranjeros traer los medicamentos aún sin contar con la licencia sanitaria.

Bien haría el presidente López Obrador en no echarse en brazos ajenos, con una dudosa agenda sanitaria, y proponer la creación de un Consejo Nacional de Salud que con distintos expertos en la materia asumiera con mas cuidado y rigor los conflictos del abasto y los precios de los medicamentos.

Los mexicanos aplaudimos la sana intención presidencial de desterrar la corrupción, convertida en uno de los cánceres del sector salud.

Pero no se pueden tomar decisiones parciales, sobre las rodillas, confiando solo en la visión de dos funcionarios cuyas acciones son muy cuestionables.

El virus de la confrontación en el sector salud amenaza con convertirse en una pandemia que pone en riesgo el trabajo de decenas de miles de mexicanos e inversiones millonarias que en las últimas décadas desplazaron con mejores productos y precios a los laboratorios extranjeros.

Sí, a esos mismos laboratorios extranjeros a los que hoy se les abren las puertas de par en par, aunque no tengan la licencia sanitaria a la que están obligados todos los laboratorios mexicanos.

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