11 de marzo 2025
¡Que alguien me explique!
Andy López, el soberbio
La actitud de Andrés López Beltrán, como secretario de Organización de Morena e hijo de AMLO, dejó mucho qué desear y exhibió la soberbia de quien “desde ya” se siente el heredero, el amo y señor del partido en el Poder
Por Ramón Alberto Garza
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Andrés López Beltrán se siente más allá del bien y del mal. No sólo por encima de Luisa María Alcalde, la líder nacional de Morena, sino por encima de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Sólo así se puede explicar su actitud soberbia, alzada y falta de humildad desplegada tras el revelador incidente en el que cinco líderes morenistas -con él al frente- acabaron por ningunear -dicen que por descuido- a la inquilina de Palacio Nacional, a su llegada del domingo pasado, al Zócalo de la Ciudad de México.
La escena capturada en video y viralizada en todas las redes, muestra a Andy López Beltrán, Luisa María Alcalde, Adán Augusto López, Ricardo Monreal y Manuel Velasco tomándose la foto de la cúpula morenista en el Zócalo. El poder absoluto estampado en cinco rostros eufóricos que departían en torno a quien ya se está impulsando como la opción 2030, la del nepotismo poco ilustrado. Con él se aglutinaban los jerarcas morenistas en el Senado, en la Cámara de Diputados, en el Partido y en su anexo -el Partido Verde-. Tan eufóricos estaban que no se percataron de que la estrella del festival dominical, la presidenta Claudia Sheinbaum, hacía su entrada en solitario, poco triunfal.
Tan evidente fue la descortesía que, frente al accidentado desliz, la inquilina de Palacio Nacional acabó por pagar con el no saludo de mano a ninguno de ellos. Sólo un distante “hola” a mano alzada. “Síganse divirtiendo”, fue su mensaje.
Y eso lo sintieron todos.
Todos, menos Andy López Beltrán. Tal fue el nivel del desaire, que Adán Augusto López, Ricardo Monreal, Luisa María Alcalde y Manuel Velasco enviaron mensajes de disculpas por sus redes sociales a la presidenta Claudia Sheinbaum. Con humildad aceptaron lo que calificaron como una “involuntaria descortesía”. Y buscaron enmendar la plana. Todos los de la foto fueron humildes y prestos a aceptar lo sucedido. Todos, menos Andrés López Beltrán. Él no mandó mensaje ni dio explicación alguna.
El episodio podría no pasar de ser una simple anécdota, un “chisme político de banqueta”, a no ser porque estamos testificando las personalidades de quienes desde Morena dirigen los destinos de la Nación. Y la actitud de Andrés López Beltrán, como secretario de Organización de Morena e hijo de Andrés Manuel López Obrador, dejó mucho qué desear y exhibió la soberbia de quien “desde ya” se siente el heredero, el amo y señor del partido en el Poder.
Su falta de empatía para enviar un mensaje de “usted disculpe” -que hubiese sido lo políticamente correcto- pasa por los complejos y por la genética autoritaria que distingue al clan de las familias López Obrador-López Beltrán, que al final son una misma. Porque ese “yo no me disculpo con nadie” -así se trate de la presidenta Claudia Sheinbaum- sólo tiene una de dos explicaciones.
UNA. Andy tocó base con su papá, recluido en Palenque, en la Ciudad de México o en Cuba -elija el “exilio silencioso” que mejor le acomode- y el ex presidente le dijo a su retoño que no tenía por qué pasar por esa “humillación”. Que aquello fue un desliz que no llegaba a mayores y que el “usted disculpe, señora presidenta” salía sobrando. Que lo debilitaría. “Los López no cometemos errores, mucho menos pedimos disculpas”.
DOS, Andy ni siquiera consultó con su progenitor en Palenque. Sencillamente se siente por encima de todo y de todos, y a pesar de que sus todavía pares Adán Augusto, Monreal, Luisa María y Velasco sí se dignaron a enviar sus mensajes aceptando el involuntario desaire, el aspirante a ser el candidato presidencial de Morena le tomó prestada aquella famosa frase al panista Vicente Fox: “¿Y yo por qué?”.
Nada de rebajarse, porque piensa que su poder está a la par o incluso por arriba de la primera mujer presidenta en la historia de México. Puede más la soberbia, la actitud del político “mirreynista”, la infalibilidad que les viene en la sangre a los López Obrador y a los López Beltrán. Ellos jamás se equivocan. Siempre existe un culpable, un tercero que es el responsable de todas sus desdichas. Sea desde la oposición, desde los medios de comunicación, con los empresarios conspiradores o las agencias de inteligencia norteamericanas. “Todos, menos yo”. Y la definición de ese perfil del infalible altanero dibuja el liderazgo que podría significarse a futuro, si Andrés López Beltrán -como lo están perfilando- acaba siendo el candidato presidencial de Morena en 2030… O el interino, si antes es necesario.
Por eso es trascendente, digno de estudio, “La Fotografía del Desaire” en el Zócalo. Porque retrata a los líderes morenistas más preocupados por arropar al hijo del líder amoral de Morena, Andrés Manuel López Obrador, que por cuidar a la presidenta Claudia Sheinbaum, a la que ya le prodigaron en estos primeros cinco meses de su gobierno una media docena de desaires y contras. En la Cámara de Senadores, en la de Diputados, en Morena. En la designación del gabinete dominado por lopezobradoristas, en la forzosa ratificación de la titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en los artículos no consultados de la Reforma Judicial, en los interescuadras morenistas en el Senado y la Cámara de Diputados, en el golpe a la ley del nepotismo, aplazada hasta el 2030 para cuidar a Andy.
Después del incidente del domingo, en el Zócalo, no echemos al olvido la soberbia de Andrés López Beltrán. Es un signo de personalidad ominoso que retrata, de carne y hueso, al heredero del autoritario infalible que siempre distinguió el estilo personal de gobernar de su controvertido padre.
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