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Regalo a la Mafia, cortesía de la 4T

Carlos Slim tiene muchos motivos para irse hoy, de rodillas, hasta la Basílica de Guadalupe para agradecer los milagros que le prodiga el gobierno de la Cuarta Transformación

Por Ramón Alberto Garza

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Carlos Slim tiene muchos motivos para irse hoy, de rodillas, hasta la Basílica de Guadalupe para agradecer los milagros que le prodiga el gobierno de la Cuarta Transformación.

Y no es para menos, su amigo el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció ayer, en La Mañanera, que va por el desmantelamiento de los organismos autónomos que equilibran los potenciales abusos, tanto del gobierno en turno como de las grandes corporaciones, por encima de sus competidores y de los consumidores.

La lista, citada ayer por el inquilino de Palacio Nacional, incluye cuatro instancias a desaparecer: el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT); la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece); la Comisión Reguladora de Energía (CRE); y el Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI).

De acuerdo al mandatario, estos organismos fueron instituidos por los políticos conservadores para crear un gobierno paralelo y limitar con ello las capacidades del Poder Ejecutivo.

En la realidad fueron creados precisamente para restarle discrecionalidad al Presidente en turno, a fin de evitar que decisiones políticas y de favoritismos se impusieran por encima de criterios técnicos y de libre competencia.

Decimos que Carlos Slim está para ir a hincarse ante el ayate guadalupano porque el empresario más rico de México será el más beneficiado con este “apagón” de instituciones, que en los últimos años, le vienen limitando su poder, abriendo oportunidades a sus competidores y creando beneficios de los consumidores.

Si desaparece el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) será el criterio discrecional del presidente en turno, el que defina las reglas del juego para quienes presten servicios de telefonía, internet, televisión y datos. Gracias al IFT en la última década se le dictaron a América Móvil y a Telmex, reglas del juego que medianamente buscaban crear un piso parejo con otras corporaciones de telecomunicaciones como AT&T, Axtel o Movistar. Con el poder económico y de influencia de Slim & Company volverían los tiempos en que su dominancia fijaba las reglas, aplastando a los jugadores menores para dejarlos fuera del mercado.

Algo similar sucede con la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) creada para nivelar el campo de juego entre los dominantes y los que buscan ingresar para competir en condiciones más o menos iguales.

De nuevo, sin su existencia, las grandes corporaciones como América Móvil y Telmex volverían a hacer de la suyas en definición de mercados y fijación de precios, lo que podría causar un eventual daño a los consumidores. Esta Cofece aplica hoy para todos los mercados, desde granos, productos animales, vegetales, insumos como acero, vidrio y cemento o energéticos como gas, gasolina y diésel. ¿Ante quién acudiría el consumidor si vuelven los abusos de los gigantes sobre los productores o distribuidores de menor dimensión?

Nada diferente de la Comisión Reguladora de Energía (CRE), a donde reportan las empresas energéticas privadas, entre las que figuran predominantemente las de Carlos Slim -como Carso Energy- y que aparece como el sector en el que más está creciendo el consorcio de uno de los hombres más ricos del planeta.

Con el agravante de que la eventual desaparición de la CRE implicaría un severo golpe a los acuerdos del Tratado Comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, mejor conocido como T-MEC, que exige una instancia autónoma como la CRE para evitar favoritismos o apoyos subsidiados a nacionales sobre extranjeros. El eje económico y comercial del Mexico moderno estaría en peligro.

Y ni qué decir de la lucha por desaparecer el Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI) el organismo que permite asomarnos a los presupuestos públicos para evaluar si el gasto se ejecuta conforme a lo aprobado. Sin el INAI, las obras de infraestructura asignadas, por ejemplo a Carlos Slim, como el tramo principal y más costoso del Tren Maya -18 mil millones de pesos- no podrán ser auditabas por medios de comunicación ni por los ciudadanos.

Ya lo vimos con la tragedia de la Línea 12 del Metro, que fue construida por Slim y que no pasó por juicio público alguno. Él mismo se exoneró y él mismo fijó las indemnizaciones a la familia de los 26 fallecidos. Él lo anunció en su conferencia banquetera que organizó en las afueras de Palacio Nacional.

Lo mismo sucedería con todos los presupuestos asignados a obras públicas federales, sobre todo, ahora que se mantienen en la opacidad desde que la Secretaría de la Defensa maneja directamente, sin rendir cuentas claras, bajo el pretexto de que son asuntos de “seguridad nacional”.

Es curioso que, en 2010, en la antesala de la elección presidencial de 2012, Andrés Manuel López Obrador señaló a Carlos Slim como el jefe de lo que el entonces candidato llamó “La Mafia del Poder”.

Hoy, apenas 13 años después, ese “mafioso” -calificado así por el ahora inquilino de Palacio Nacional- es el beneficiario favorito del gobierno de la Cuarta Transformación. Con tanta suerte, que como cierre de sexenio también será el mayor beneficiario de que le desaparezcan todas las piedras en el camino. Solo así sus negocios de energía, telecomunicaciones e infraestructura podrán continuar creciendo por su dominancia, a costa de aplastar a su competencia y de saquear los bolsillos sus consumidores.

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