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¡Que alguien me explique!

El Aeroproa de Slim

“Espectacular” fue el calificativo que le dio el empresario más rico de México, Carlos Slim, al recién inaugurado aeropuerto de Santa Lucía

Por Ramón Alberto Garza

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“Espectacular” fue el calificativo que le dio el empresario más rico de México, Carlos Slim, al recién inaugurado aeropuerto de Santa Lucía.

Ese elogio, por absurdo que parezca, viene precisamente de los labios del Carlos Slim a quien hace tres años, y por un decretazo del nuevo gobierno de la Cuarta Transformación, le arrebataron y cancelaron su proyecto del nuevo aeropuerto de Texcoco.

Sí, el mismo aeropuerto diseñado por su entonces yerno, el arquitecto Fernando Romero, y liderado por las corporaciones de Slim, de la mano de media docena de constructoras dominadas por los apellidos Hank, Vázquez Raña, Gerard e ICA.

Fueron a ellos -Slim y socios- a los que el presidente Andrés Manuel López Obrador llamó “corruptos”, al pretender construir un aeropuerto faraónico, en un lugar lacustre, a sobreprecio y con un proyecto inmobiliario que era el auténtico negocio y que los haría todavía más multimillonarios.

Bajo esos argumentos, el inquilino de Palacio Nacional canceló por decreto lo que prometían que sería un auténtico aeropuerto de clase mundial.

Lo que se escondía detrás de esa cancelación no era un acto de autoridad contra “los corruptos”, sino el rescate de una mega obra que nunca debió haberse proyectado sobre el inestable Lago de Texcoco, y que, al no poder continuarse, sería un mega fracaso de ingeniería con serios impactos financieros nacionales e internacionales.

Tarde se dieron cuenta sus promotores, con Carlos Slim al frente, y cuando vieron que jamás podrían estabilizar aquellas mega estructuras -pistas incluidas-, acudieron a pedir auxilio a Palacio Nacional.

La salida “decorosa” para esconder el gran error fue simular una “arbitraria” cancelación. Y para compensar la decisión presidencial, el gobierno de la Cuarta Transformación cubriría todos los costos en los que se habían incurrido hasta la fecha.

¿Por qué tendría el gobierno lopezobradorista que salir a cubrir esos costos de una obra inconclusa, a la que el mismo presidente calificaba de un acto evidente de corrupción para beneficio de unos cuantos empresarios neoliberales?

¿Acaso no correspondería a quienes se equivocaron pagar el precio de su error?

Nació entonces el primer rescate financiero dentro de la Cuarta Transformación. Y al más puro estilo zedillista del Fobaproa, el presidente López Obrador recurrió al Erario para decretar un “Aeroproa”.

Los intereses, de quienes indebidamente construían sobre el fango, eran puestos a salvo. El “pueblo bueno y sabio” pagaría el grave error.

Cifras más, cifras menos, ése rescate aeroportuario nos está costando a los contribuyentes entre 300 mil y 400 mil millones de pesos, depende de quién haga las cuentas.

Eso es tres veces los 116 mil millones de pesos que terminó costando el nuevo y muy limitado aeropuerto internacional de Santa Lucía.

Solo bajo esta óptica, o la de un masoquista que se hinca frente a su agresor para besarle la mano, es que puede entenderse que el empresario más “afectado” por la cancelación de Texcoco califique de “espectacular” el remedo de aeropuerto regional que vino a reemplazar aquel proyecto fallido de clase mundial.

Pero ese Aeroproa no fue el único beneficio que salvó del escándalo al empresario más rico de México.

Después de tenerlo incluido como líder de lo que él mismo bautizó como “La Mafia del Poder”, el presidente López Obrador colmó de obras a las corporaciones de Carlos Slim.

Y a pesar de que fue su constructora, Cicsa, la responsable del tramo colapsado de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México -de donde salió sin rasguños ante la negligencia que cobró la vida de 26 inocentes- Slim es ahora uno de los constructores insignia de las obras emblema de la Cuarta Transformación.

Confiemos que el Tren Maya, al que sin duda calificará en su momento como “espectacular”, no se le colapse por utilizar durmientes de mala calidad.

Nada que no pueda arreglarse en un desayuno de tamalitos de chipilín y champurrado, con la vajilla de porcelana, por supuesto, en Palacio Nacional.

Y de aquel libro, en el que el candidato López Obrador calificaba a Slim como el líder de “La Mafia del Poder”, ya nada queda.

Perdonado y redimido está ya el Ingeniero, por esa gracia presidencial que le hizo el milagro de concederle el Aeroproa.

Un presidente López Obrador que debe estar feliz de que “el corrupto de Texcoco” calificara su limitado e inconcluso aeropuerto, con venta de garnachas, como “espectacular”.

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