11 de julio 2018
¡Que alguien me explique!
PAN: refundar o refundir
Ricardo Anaya es el rostro de una de las peores derrotas en la historia del PAN. Para sobrevivir, el partido de Gómez Morín, Maquío y Castillo Peraza deberá refundarse y buscar nuevos liderazgos. Se acabó el tiempo del llamado "Joven Maravilla".
Por Ramón Alberto Garza
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Ricardo Anaya abusó de su buena estrella, y de los espacios políticos que se le abrieron –o que abrió a fuerza de intrigas y traiciones– para ser presidente del PAN primero y, después, candidato presidencial de la coalición Por México al Frente.
Para lograrlo se montó en el ímpetu de su juventud, en su inteligencia y en sus dotes orador de la era digital, despreciando a quienes, por sus apellidos, se sentían los dueños históricos del PAN.
El Joven Maravilla le sacó enorme provecho al triunfo panista del 2016, cuando ganó siete gubernaturas -solo o en alianza- incluyendo Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Puebla, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz. Lucía victorioso, imparable.
Y desde ahí comenzó a tejer su candidatura presidencial, bloqueando la elección interna para acabar pactando en solitario una alianza con el devaluado PRD y Movimiento Ciudadano.
Se salió con la suya.
Pero su inteligencia no fue compensada con la necesaria humildad. Y comenzó la estampida. Desde Margarita Zavala, hasta Germán Martínez, Javier Lozano, Gaby Cuevas y decenas de albiazules de peso, con los ex presidentes Fox y Calderón incluidos.
Y Anaya se sintió invencible.
Lo suficiente para no compensar con nuevas contrataciones políticas a aquellos que huyeron frente a lo que llamaron la ola del neofascismo azul.
Solo pudo atraer a escena a Jorge Castañeda.
Y de la mano de Diego Fernández de Cevallos, Santiago Creel y el mismo Castañeda, se lanzó a una cruzada política en la que acabó rebasando por la derecha el discurso anti-sistema de Andrés Manuel López Obrador.
Para lograrlo, abrió fuego contra el presidente Enrique Peña Nieto, al quien apoyó incondicionalmente en sus reformas estructurales y quien desde Los Pinos operó para que Anaya se hiciera de la presidencia del PAN.
Pero Anaya equivocó la estrategia. Y lejos de fajarse con López Obrador se dedicó en los debates a disputar el segundo lugar con José Antonio Meade.
Y para eso, usó como último recurso de campaña la amenaza de encarcelar por corrupto a Peña Nieto.
Fue su tozudez, y su falta de palabra ante prominentes benefactores, lo que impidió que se consumara la alianza electoral entre el PRI y el PAN, para concretar un frente antilopezobradorista. Y el castillo de naipes colapsó.
Siete de los 11 gobernadores de Acción Nacional le dieron la espalda en las horas anteriores al primero de julio. Y otros tantos operadores le desertaron, para irse o con Morena o a darle el último estirón al PRI.
Con toda la alianza a cuestas, Anaya apenas logró 12.6 millones de votos, abajo de los 12.7 millones que Josefina Vázquez Mota, la candidata del 2012 que acabó en tercer lugar por las traiciones de Fox y Calderón.
De hecho, Anaya apenas alcanzó el 22.27 por ciento de los votos, contra el 25.4 por ciento que en el 2012 logró Vázquez Mota, sola.
Por eso cuando ayer salieron Anaya y un séquito de jefes panistas a defender para ellos la presidencia del PAN, no faltaron las voces que le reclamaron la debacle.
El único estado que en solitario conquistó el PAN fue Guanajuato. Y con alianza, lograron sacar adelante, por una nariz, a Yucatán.
De los 107 diputados federales que hoy tienen, ahora apenas serán 79. Y de los 38 senadores, tendrán que conformase con 22.
Por eso decimos que, igual que el PRI, Acción Nacional tiene que refundarse o refundirse.
Pero ese camino, no será sosteniendo, por un nuevo capricho, el fallido pontificado de Ricardo Anaya.
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