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¡Que alguien me explique!

Lozoya virtual

Emilio Lozoya no ha parecido públicamente desde que llegó a México. Se le está pidiendo a los mexicanos que acepten su testimonio de la primer audiencia como un acto de fe.

Por Ramón Alberto Garza

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Hasta hoy no se le ha visto a Emilio Lozoya Austin.

No lo vimos descender del avión que lo trajo de España.

No existe algún testimonio visual de su ingreso al Hospital Ángeles del Pedregal.

Como tampoco fuimos autorizados ni a verlo, ni a escuchar en vivo su testimonio en la que fue su primera comparecencia de ayer martes ante la Fiscalía General de la Nación. Todo virtual.

Sin duda lo que se filtró a través del Whatsapp es lo que Lozoya Austin dijo. Pero no podemos estar ciertos de que ahí esté todo lo que dijo. Un uso muy sui géneris del instrumento judicial de comunicación virtual.

Sea como fuere, lo que se nos dice a los mexicanos sobre el ex director de Pemex es que aceptemos lo que se nos dice como un acto de fe.

Su presencia y su esencia son como la del Espíritu Santo. Se tiene la obligación de creer, para confiar que Lozoya Austin está en México, que está hospitalizado y que declaró ante las autoridades judiciales.

Para algunos, la extradición y el juicio es un guión a la medida. Las revelaciones sobre los cuestionados casos de Agronitrogenados, Odebrecht, los sobornos en la Reforma Energética y –por qué no- Oceanografía, desfilarán en las comparecencias a puerta cerrada de quien fuera uno de los hombres de las confianzas del presidente Enrique Peña Nieto.

Para otros, el extremo sigilo -desde la extradición hasta su comparecencia de ayer- obedece a un asunto de seguridad e integridad física. Y la pandemia ayuda a justificar.

Ya lo dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador, que la vida de Lozoya Austin está en peligro. Es el hombre que sabe demasiado, de demasiadas complicidades, con demasiados millones de dólares de por medio, con demasiados y muy poderosos personajes implicados.

La gran declaración de ayer del ex director de Pemex es que fue sistemáticamente intimidado, presionado e instrumentalizado.

Traducido al lenguaje común, que lo amenazaron, que lo obligaron a decir algo que no quería decir y que lo están usando como chivo expiatorio. Esperaremos a que, como lo prometió, dé los nombres y exhiba pruebas.

Si a esto le sumamos que ya dijo que denunciará y señalará a los autores de todo lo que se le imputa. El ex director de Pemex se acogerá al “criterio de oportunidad” , un testigo protegido que busca que se le reduzca la pena o incluso se le conmute el castigo.

Lo que es un hecho es que lo revelado en su comparecencia de ayer no exhibe ni intimidaciones, ni presiones, ni instrumentalizaciones.

Lozoya Austin no rechazó –como lo imputa la Fiscalía- que recibió transferencias por 3.7 millones de dólares entre junio y noviembre de 2012.

Ni que esas transferencias fueron hechas cuando todavía no era director de Pemex, a cuentas en el extranjero a nombre de su hermana, Gilda Lozoya Austin.

Tampoco rechazó que quien le transfirió esos recursos fue Alonso Ancira, dueño de Altos Hornos de México y dueño de Agronitrogenados, la empresa chatarra de fertilizantes cuya cuestionada y costosa compra se cerró en diciembre del 2013, un año después de las transferencias.

Ni aclaró la coincidencia de que el monto y fechas de las transferencias, fueron hechas los días en que Lozoya Austin adquirió la residencia de Ladera 20 en la Colonia La Retana, Lomas de Bezares.

¿Podrá el ex director de Pemex revelar a cambió de qué Alonso Ancira le transfirió semejante cantidad?

Y sobre todo, quién lo presionó, intimidó o instrumentalizó para que con ese dinero enviado a las cuentas de su hermana se comprara una residencia para su uso personal?

Por donde se le vea, el primer día del juicio virtual a Lozoya Austin deja mucho que desear. En fondo y en forma.

El inculpado promete revelar los detalles de las transferencias y dice que señalará a los autores de los hechos que se le imputan.

Por su posición en el gabinete en el sexenio pasado, esos caminos solo conducen a su jefe inmediato, Luis Videgaray, alias “Número Dos”, o al jefe de su jefe, el ex presidente Enrique Peña Nieto, alias el “Número Uno”.

¿O alguien que no fuera del gobierno peñista tenía el poder para ordenarle e intimidarlo?

La trama del juicio virtual apenas comienza. Las explicaciones sobre las transferencias de Alonso Ancira y la compra de Agronitrogenados son hasta insuficientes.

¿Sucederá lo mismo hoy, cuando se pongan sobre la mesa los sobornos presuntamente enviados para fondear la campaña presidencial del PRI en 2012?

No deje de sintonizar su Whatsapp más cercano.

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