¿Cuánto falta para la elección?

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¡Que alguien me explique!

La “maldita” clase media

Está claro que, después de las elecciones del pasado domingo 6 de junio, esa clase media -que significó entre el 25 y el 30 por ciento de sus votos 2018- se le alejó. Le dio la espalda al presidente por el que votaron tres años atrás

Por Ramón Alberto Garza

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Hace unos 14 años, un grupo de profesionistas regiomontanos desayunó en el restaurant El Blanquillo, camino a Montemorelos, Nuevo León, con el entonces candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador.

Uno de los comensales -abogado de profesión y filósofo de afición- le recordó al entonces candidato presidencial que los griegos tenían muy claro que preferir a la clase alta era humillar a los pobres y que preferir a los pobres era a asustar a los ricos.

Y cerró la reflexión diciéndole que a quienes había que acercar era a la clase media, que es la aspiración de la clase baja y el sostén de la clase alta.

Está claro que esa máxima de los griegos no la aplicó el candidato de la entonces alianza PRD, Movimiento Ciudadano y PT en aquella elección 2012.

Pero debió tomar nota y en el 2018, con el apoyo de personajes como Alfonso Romo, Tatiana Clouthier, Julio Scherer, Olga Sánchez Cordero, Esteban Moctezuma y Alfonso Durazo, entre otros, el candidato de Morena afinó su discurso inclusivo.

Se acercó a la clase media y como pacto de aquel compromiso, acuñó la frase de “Juntos Haremos Historia”.

Con 33 millones de votos, entre 8 y 10 millones emitidos desde la clase media, López Obrador se instaló como presidente en Palacio Nacional.

Pero está claro que, después de las elecciones del pasado domingo 6 de junio, esa clase media -que significó entre el 25 y el 30 por ciento de sus votos 2018- se le alejó. Le dio la espalda al presidente por el que votaron tres años atrás.

Simplemente no comulgaron con el radicalismo, con el autoritarismo, con el discurso mañanero de sembrar odios, con un gobierno estancado en el pasado que le rehúye al presente y cancela cualquier futuro. Y al final del día, no se sintieron identificados, más bien traicionados.

El epicentro del desdén de esa clase media se dio en la Ciudad de México, donde un bloque importante de sus habitantes le canceló su apoyo a Morena. La izquierda perdía por primera vez, desde 1997, el control de la ciudad capital.

La reacción presidencial no se hizo esperar y el presidente López Obrador arremetió contra la clase media capitalina que no respaldó a Morena, la que resiente el “bombardeo de medios” y lee revistas.

“Esto fue lo que sucedió aquí, en la Ciudad de México, aquí la gente fue víctima de un manejo informativo perverso, tendencioso, calumnioso, inmoral, además, tóxico”.

Ese desprecio en su mañanera del viernes, contra la clase media, contrastó con una exitosa reunión con las cúpulas empresariales, que el presidente sostuvo el jueves 10 en el Museo Kaluz.

Entre los asistentes figuraban Antonio del Valle, Claudio X. González Laporte, Emilio Azcárraga, Carlos Slim Domit, Daniel Servitje y Rogelio Zambrano, por citar algunos.

Para muchos de esos hombres de empresa, esa fue la mejor reunión sostenida en lo que va del sexenio con el mandatario.

El discurso presidencial, lejos de la confrontación buscó tender puentes, reconciliar. Salieron contentos del encuentro.

Nada de elevar los impuestos, falso el impuesto a las herencias o al patrimonio, solo la petición de apoyar la Reforma Fiscal, la Reforma del INE y la Reforma Eléctrica.

Pero ese buen sabor de boca del nuevo talente presidencial, más sereno después de un resultado electoral “feliz, feliz, feliz”, acabó diluido en unas horas.

Y en la mañanera del viernes 11, el mandatario volvió a arremeter contra la clase media, tachando a sus integrantes de aspiracionistas, que buscan triunfar a toda costa, para salir adelante. Egoístas, les dijo.

“Pero un integrante de clase media, media alta, incluso con licenciatura, con maestría, con doctorado, no está muy difícil de convencer. Es el lector del Reforma. Ese es para decirle siga usted su camino, va usted muy bien. Porque es una actitud aspiracionista, es triunfar a toda costa, salir adelante. Muy egoísta. Ah, eso sí, van a la Iglesia todos los domingos, o a los templos, y confiesan y comulgan para dejar el marcador en cero. Y luego, el domingo, de nuevo lo mismo”.

En medio de su confusión, bien haría el presidente López Obrador en recordar aquellos años de su campaña del 2012, cuando en torno a un machacado con huevo, en el Restaurante El Blanquillo, cercano a Montemorelos, Nuevo León, alguien le recordó que su éxito estaría en acercarse a la clase media, que es la aspiración de la clase baja y el sostén de la clase alta.

Está claro que él y su partido, Morena, se alejaron en los últimos 36 meses de esa clase media. Hoy pagan su factura perdiendo 10 millones de electores.

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