7 de noviembre 2024
¡Que alguien me explique!
La Fatalidad Autoritaria
Algo debimos hacer mal, muy mal, en México y en Estados Unidos en los últimos años, para que ambas naciones con todo el potencial económico y humano estén atrapadas hoy en la fatalidad autoritaria
Por Ramón Alberto Garza
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Algo debimos hacer mal, muy mal, en México y en Estados Unidos en los últimos años, para que ambas naciones con todo el potencial económico y humano estén atrapadas hoy en la fatalidad autoritaria.
En México, los tres poderes ya descansan en uno solo, dominado por las ideologías de un partido, Morena, sin capacidad de diálogo, sin alternativa para tender puentes, para lograr consensos. Dinamitando a punta de golpes autoritarios cualquier posible acuerdo, dividiendo y radicalizando a los mexicanos. Comprando voluntades para fabricar mayorías y simulando consensos. Andrés Manuel López Obrador desde su retiro -y no la presidenta Claudia Sheinbaum- continúa siendo el orquestador del golpe de Estado técnico que se le dio al Poder Judicial. No perdona que le robaran la elección en 2006 y sobre esos odios construye la nueva República facturada a su nombre y al de sus hijos.
En Estados Unidos, tras los resultados de la elección presidencial de ayer, los tres poderes también descansan en los designios de un solo partido, el Republicano. El presidente, las Cámaras y el Procurador de Justicia, despacharán desde los monolíticos acuerdos de la Oficina Oval, en donde se concentrarán todos los odios y las venganzas que se acumularon desde el fallido golpe del 6 de enero del 2021, con el asalto al Capitolio. Donald Trump, el que insiste en que hace cuatro años le robaron la elección, será el nuevo presidente. Será el vengador en jefe.
En México, Claudia Sheinbaum -alias Andrés Manuel López Obrador- ganó en junio pasado la elección presidencial con el 60 por ciento de los votos. Un 40 por ciento de los mexicanos no votó por Morena y sus aliados, sino por Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez. Pero como si ese 40 por ciento no existiera.
En Estados Unidos, un 57 por ciento de los delegados fueron para Donald Trump y un 43 por ciento para Kamala Harris. Cifras muy similares a las que se registraron en la elección mexicana.
Ambas sociedades están claramente divididas. La mitad de la población apoya a unos, la otra mitad a los otros. Pero Morena y los Republicanos actúan como si fueran los dueños del 100 por ciento de los votos. Y cierran las puertas al diálogo, a la negociación y al entendimiento. La autocracia instaurada a través de dos narcisos malignos -Trump y López Obrador- dominando la escena política de cada país.
El editorial central del New York Times, el que escribe su Consejo, advierte que los norteamericanos deben de estar alertas de lo que promoverá la nueva administración de Trump. Y eso será colocar en lo alto de sus prioridades el amasar un poder sin vigilancia y castigar a todos aquellos a quienes el nuevo presidente percibe como sus enemigos. ¿Alguna coincidencia con el estilo personal de quien acaba de mudarse en México de Palacio Nacional?
Otro editorial del New York Times, firmado por Tyler Austin deja ver muy claro la esencia de la victoria de Trump: “Lo que acabamos de vivir no es una elección; fue un secuestro. Nuestros mayores partidos políticos representan el interés de los magnates del streaming, de la industria armamentista, los barones del petróleo, los demonios del Bitcoin y del tabaco… ese sistema político está fundamentalmente en quiebra”.
Y la mejor prueba de ello es que mientras el mundo se sacudía con la victoria de un mentiroso, acosador, evasor de impuestos y defraudador como Trump, los mercados financieros festejaban con fuegos artificiales su regreso a la Casa Blanca.
Tesla, la empresa de su amigo Elon Musk, la que le inyectó 130 millones de dólares a la campaña de Trump, aumentó ayer el precio de su acción un 13 por ciento. Suficiente para pagar sobradamente todos sus “donativos”.
Las acciones de los Bancos norteamericanos se elevaron ayer miércoles, en promedio, un 12 por ciento en un solo día. Incluso Trump Media, una fachada mediática del ahora presidente que en el último trimestre registró pérdidas por 20 millones de dólares subió ayer -tras la victoria de su principal socio- hasta un 30 por ciento el valor sus acciones, al tiempo que el Bitcoin se revaluaba ante la expectativa de que el nuevo presidente tiene a la criptomoneda entre sus prioridades financieras.
En México, el panorama autoritario no es distinto. Se desdeña un evento de 45 cámaras del sector industrial al que asisten cientos de empresarios, pero se abren las puertas para reuniones privadas de la presidenta Claudia Sheinbaum, lo mismo con Carlos Slim que con Larry Fink, el patriarca de BlackRock. Los oligarcas como prioridad de quien pregona que primero los pobres.
En los mismos editoriales del New York Times se reflexiona que el nuevo presidente norteamericano no tiene respeto por la Ley, desprecia los valores, las normas y las tradiciones de la democracia… sólo motivado por la acumulación de poder y la preservación del culto a la personalidad que ha construido, en torno a sí mismo. ¿Se refieren a Trump o a López Obrador?
Enfrentamos la genética de la serpiente política autoritaria que es similar en Estados Unidos y en México. La única diferencia es que, la de Trump, viene de la extrema derecha y la de López Obrador de la extrema izquierda. Pero, al final del día, esa serpiente se muerde su propia cola. Aunque en el fondo son lo mismo.
En México, López Obrador colocando a su hijo Andy en la lista de espera del 2030, o antes si la revocación de mandato de Claudia Sheinbaum lo hace necesario. En Estados Unidos, Trump -ya sin posibilidad de reelección en 2028- promoviendo a través de la nueva generación que significa J.D. Vance, la potencial candidatura presidencial de sus hijos Erick y Don.
Hoy, México y Estados Unidos están inexorablemente unidos por un mismo camino, por un solo destino, que es el de la fatalidad autoritaria. Y no existe en el horizonte ni un líder -allá o acá- o algún movimiento social con fuerza que le ponga freno a esa autocracia que padeceremos en los próximos años, y que amenaza con dinamitar dos democracias que llevaron siglos en construirse.
Las dos, dominadas cada una por un solo partido, por una sola tribu, por una sola ideología que se siente dueña de almas y de haciendas. Despertaremos algún día.
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