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Echeverría y AMLO: la crisis con Israel

Frente a la condena diplomática de Israel a México habrá que esperar otras reacciones. Del mismo calibre o mayores a las que enfrentó Luis Echeverría en el último año de su sexenio, que acabó por ser el que escribió el fin de su historia

Por Ramón Alberto Garza

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Alguien debería recordarle al presidente Andrés Manuel López Obrador que se debe aprender de la historia para no repetir los mismos errores. Y eso aplica en el ataque de Hamás contra Israel y el pueblo judío.

Tendrían que refrescarle la memoria al mandatario para recordarle, cuando el 10 de noviembre de 1975, el entonces presidente Luis Echeverría ordenó al entonces canciller Emilio O. Rabasa votar en la ONU a favor de la condena al sionismo, al que pretendía etiquetar como racismo. Era un voto contra el pueblo de Israel.

Echeverría buscaba entonces ser el líder del llamado Tercer Mundo e incluso acarició el sueño guajiro de ser secretario general de la ONU y premio Nobel de la Paz. El voto contra Israel lo acercaba al bloque árabe-soviético y a los países no alineados. Pero, además de ser un voto torpe, condenable, México acabó pagando muy cara la afrenta. La comunidad judía de los Estados Unidos declaró de inmediato un boicot turístico contra nuestro país por su actitud antisemita y anti-israelí. Y a partir de ese momento, y por poco más de un año, las inversiones norteamericanas se desplomaron y los apoyos de la banca internacional disminuyeron.

El canciller Rabasa debió trasladarse a Israel, buscando poner fin a esa crisis, pero la interpretación internacional fue que viajó “para ir a pedir perdón”. Y a su regreso se vio obligado a renunciar.

Viene a cuento esta historia, porque el presidente Andrés Manuel López Obrador está repitiendo los mismos errores que su antecesor, Luis Echeverría, y por su política ideológica se está colocando del lado equivocado de la historia en el reciente conflicto palestino-israelí.

Está más que claro que Hamás, actuando como una horda de terroristas, lanzó un ataque sin misericordia contra el pueblo de Israel, lanzando más de cinco mil misiles contra la población civil, masacrando a cerca de 300 jóvenes judíos que asistían a un festival de música y tomando a centenares de civiles como rehenes, entre ellos, a dos mexicanos.

Un acto, a todas luces, de barbarie de mil 500 terroristas que en sus dos primeros días le costó la vida a más de 700 israelíes y que en el contraataque cobró la vida de 400 palestinos.

La reacción del presidente López Obrador fue tibia, insulsa, sin una condena a esos actos terroristas de Hamás, que sin motivo alguno desató la masacre que ahora está convertida en una muy peligrosa guerra en la que ya se están por involucrar Irán y los Estados Unidos. El desenlace es inimaginable.

La tibieza del inquilino de Palacio Nacional para condenar estos actos terroristas, y limitarse a hacer un llamado por la paz, obligó a la Embajada de Israel en México a emitir un posicionamiento condenatorio y de inconformidad a la posición emitida ayer lunes por el presidente López Obrador.

Y en ese pronunciamiento público, la diplomacia israelí lamentó profundamente que el Gobierno de México no haya adoptado una postura más enérgica y decidida ante esta situación.

El comunicado advierte que “la comunidad internacional tiene la responsabilidad de actuar de manera contundente para exigir la liberación inmediata de los cautivos y para condenar con firmeza esta masacre tan cruel e inhumana”.

El posicionamiento de la embajada israelí advierte que “como la historia nos ha enseñado repetidamente, mantener una posición neutral en lugar de tomar partido implica, en última instancia, respaldar y apoyar al terrorismo”.

Pero qué se puede esperar de un Jefe de Estado como López Obrador, quien en su propio territorio, frente a los cárteles criminales, que son terroristas, decide unilateralmente aplicar una política de “Abrazos, No Balazos”, dejándolos operar a sus anchas, sin combatirlos, en todo el territorio nacional.

Lo único que nos falta es que el inquilino de Palacio Nacional viaje a Israel, le proponga a su homólogo Benjamín Netanyahu que vaya a Gaza a saludar a la mamá del líder de Hamás y que cuando capturen a alguno de sus peligrosos terroristas los dejen en libertad, con el pretexto de evitar mayor derramamiento de sangre.

Frente a la condena diplomática de Israel a México habrá que esperar otras reacciones. Del mismo calibre o mayores a las que enfrentó Luis Echeverría en el último año de su sexenio, que acabó por ser el que escribió el fin de su historia.

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