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AMLO y la OPEP

Por ahora, el presidente jugó bien para México su carta negociadora con la OPEP, pero tendremos que esperar a conocer los detalles del “a cambio de qué”.

Por Ramón Alberto Garza

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El presidente Andrés Manuel López Obrador jugó bien para México su carta negociadora con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Y logró impedir que nuestro país redujera en 400 mil barriles su producción, lo que merece un aplauso sub-júdice, es decir, canjeable por un aplauso de facto cuando se nos revelen los detalles del “a cambio de qué”.

Lo que en principio lucía como una inexplicable decisión de levantar a Rocío Nahle de la mesa de negociaciones, frenando con ello el gran acuerdo mundial, culminó con la oferta del presidente Donald Trump para que Estados Unidos cubriera la cuota que México no podía.

Así, en lugar de los 400 mil barriles que nos pedían recortar -y que por el rechazo mexicano lo bajaron a 350 mil barriles, que tampoco aceptamos- acabamos con una reducción de solo 100 mil barriles. Pero contemos bien el cuento, para entenderlo.

Debido a que Arabia Saudita y Rusia elevaron su producción, el mundo entró en una guerra de petroprecios. El barril de crudo que en enero se cotizaba a 65 dólares se desplomó.

Y a esa caída se le sumó un enorme desplome en el consumo, por la cuarantena casi global del coronavirus. Los precios cayeron a 20 dólares por barril. Y la mezcla mexicana a menos de 11 dólares. Con la recesión en puerta, era urgente pactar.

La única salida sensata era disminuir la producción mundial. Y los países productores reunidos en torno a la OPEP se sentaron a negociar un recorte del 23 por ciento.

Por su nivel de producción –1.7 millones de barriles diarios- a México le correspondía recortar 400 mil barriles. Pero en las condiciones actuales, cuando se están rescatando los restos del destrozado Pemex que heredó, al presidente López Obrador le pareció demasiado el sacrificio. Imposible.

Venimos de una caída dramática por la herencia maldita de tres sexenios de no explorar y no producir, y cuando apenas está repuntando la producción vendría el freno.

El presidente le pidió a la Secretaria de Energía que anunciara que México solo estaba dispuesto a recortar 100 mil barriles. Y la respuesta de la OPEP fue que si México no aceptaba, no existía acuerdo.

Por más pequeño que México parezca frente a las producciones de 10 millones de barriles diarios de Arabia Saudita o Rusia, sin su voto no existía el acuerdo que permitiría la recuperación de los precios del crudo.

La Secretaria Nahle se levantó de la mesa, provocando un escándalo. Cinco de las siete horas de la primera sesión fueron dedicadas a México.

Buscando destrabar el rechazo mexicano, el presidente Donald Trump llamó el Jueves Santo al presidente López Obrador para convencerlo de que cediera, que el recorte era parejo. Pero el mandatario mexicano defendió el punto.

Y luego de escuchar sus argumentos, el inquilino de la Casa Blanca aceptó que Estados Unidos recortaría –adicionalmente a lo que ya se había comprometido- otros 250 mil barriles, cubiendo así la cuota que México no aceptaba recortar.

Sin dejar de reconocer el gesto, la decisión del presidente Trump fue pragmática, de conveniencia. A los Estados Unidos le urgía elevar precios para reactivar sectores petroleros incosteables –como el Shale- que dejaron de producir con precios de 20 dólares el barril. Sus pozos están cerrados.

Fuentes allegadas a la negociación dicen que no existe trato específico, que todo es a la palabra. Que sin duda lo que Estados Unidos ganará con el acuerdo es muchísimo más de lo que aportará para sacar de su problema a México.

Aunque en sus conferencias el presidente Trump y el mismo presidente López Obrador, ambos, ya hablaron de que se compensará el favor más adelante. Sin dar detalles.

Para todo fin práctico, estaríamos ante un ganar-ganar para ambos países. Y hay que reconocer que si así es, el presidente López Obrador y sus asesores sobre el tema jugaron bien sus cartas. Al menos temporalmente, el marcador se dio a favor de México.

Por supuesto que conociendo al presidente Trump, aquí bien vale aquello de que “no la brinca sin huarache”. Sin duda algún favor pedirá más adelante, quizás cuando venga la campaña para su reelección.

Esperemos que mañana miércoles en La Mañanera, como ya lo prometió el presidente López Obrador, se nos den los detalles del affaire con la OPEP.

Pero esa es la diplomacia. El arte de intercambiar favores, de evitar el daño mutuo y de buscar la contingencia mínima, para coexistir en un mundo lleno de intereses cruzados.

Por lo pronto un aplauso sub júdice, en suspenso, canjeable por uno de facto, sonoro, cuando ya nos den los detalles de lo que prometimos a cambio de lo que nos dieron. Cuando conozcamos los detalles del “ a cambio de qué”.

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