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30 de agosto 2021

¡Que alguien me explique!

AMLO, Biden y JC Chávez

Dentro de la misma entrevista con Yordi Rosado, JC Chávez da también una muestra de lo que es la idiosincrasia del mexicano respecto a su trato con los jefes de jefes

Por Ramón Alberto Garza

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Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador acuda en septiembre, a Washington, para sostener su primer encuentro cara a cara con el presidente norteamericano Joe Biden, sería bueno que se llevara un valioso video bajo el brazo. No es ningún video político que revele delicados asuntos de inteligencia entre ambos países, sino una copia de la sensacional entrevista que el comunicador Yordi Rosado le hizo al campeón mundial de boxeo Julio César Chávez (JC Chávez).

En ese desparpajado diálogo, el más célebre pugilista mexicano reveló impactantes detalles aquel día, en 1992, cuando le ganó la primera pelea a Héctor “El Macho” Camacho.

JC Chávez dijo que, entre los asistentes de aquella célebre pelea, estaban seis de los capos más poderosos del narcotráfico en México, acompañados de unos 300 hombres armados.

“El día que le gané a ‘Macho’ Camacho había como mil años de cárcel. Estaban los Arellano Félix, ‘El Güero’ Palma, Amado Carrillo, ‘Chapo’ Guzmán, ‘El Azul’ y ‘El Mayo’ Zambada. Todos querían conocerme. Yo estaba loco porque fue el día que me drogué por primera vez. Todos hablaban de la pelea de ‘Macho’ Camacho hasta que yo me enfadé. Yo lo que quería era ‘perico’. Y dije: ‘como nadie trae perico, váyanse a la chingada’… ‘No, espérate, ahorita te lo conseguimos’”.

Lo curioso es que esa pelea no se dio en México, donde aun así sería una auténtica bomba el revelar que todos los capos se reunieron sin preocupación en un mismo lugar, en torno a una leyenda del boxeo.

Aquella pelea entre Julio César Chávez y “El Macho” Camacho tuvo lugar en Estados Unidos, en Las Vegas, Nevada; en el Thomas & Mack Center.

Si lo que le reveló el célebre boxeador a Yordi Rosado es cierto, y no tendríamos por qué dudarlo, ¿cómo fue posible que los seis capos más importantes del narcotráfico en México, los hombres más buscados por la DEA, la CIA y el FBI, departieran sin problema alguno, con cientos de guardaespaldas armados, en territorio norteamericano?

¿Cómo pudieron El Chapo Guzmán, El Güero Palma, El Señor de los Cielos, El Azul Esparragoza, El Mayo Zambada y los Arellano Félix pasar sin problemas, de México a los Estados Unidos, sin que alguna autoridad migratoria norteamericana emitiera una sola alerta sobre los hombres más buscados?

Lo que intentamos poner sobre la mesa del debate es que -con toda razón- las máximas autoridades del vecino país del Norte suelen poner el grito en el cielo porque acusan a sus contrapartes mexicanas de ser laxas, incompetentes y hasta cómplices con los capos de la droga mexicanos.

Una y otra vez -de nuevo, con toda razón- las autoridades norteamericanas lanzan severas advertencias sobre la protección que el gobierno de México -sea del PRI, del PAN o de Morena- le brinda a quienes introducen miles de toneladas de marihuana, cocaína, heroína y ahora fentanilo, cobrando miles de vidas entre los adictos de los Estados Unidos.

Lo que revela la inocente y hasta simpática anécdota de Julio César Chávez es el drama de lo que siempre se viene sospechando. Que ni la droga, ni sus capos, son ajenos a los arreglos y las componendas también con autoridades del lado norteamericano.

Imposible que al gobierno mexicano se le exija que controle a los capos en su territorio y se detenga el tráfico de drogas, cuando esas drogas y esos capos tienen que entrar a los Estados Unidos por sus aduanas, bajo la vigilancia de sus autoridades, que al igual que las mexicanas, en el mejor de los casos son incompetentes y en el peor, cómplices y corruptas.

Esa es una carta importante que debe jugar el presidente López Obrador en su próxima visita a la Casa Blanca. Usar la anécdota del campeón del boxeo mexicano para probarle al presidente Biden que, en el asunto de las drogas, se necesitan dos para bailar un tango.

Dentro de la misma entrevista con Yordi Rosado, JC Chávez da también una muestra de lo que es la idiosincrasia del mexicano respecto a su trato con los jefes de jefes.

“Ellos sabían que yo era amigo de todos. A mí siempre me respetaron. La relación, muy buena con ellos, siempre me respetaron. Yo era muy amigo de los Arellano.

“Me regalaban la droga, diamantes, relojes, me decían ‘es un regalo, carbón’. Tengo joyas todavía, tengo unos guantecitos que me dio Pancho Arellano, que cuestan 80 mil dólares”.

Quien lo iba a decir. Que una entrevista al campeón mundial del boxeo, Julio César Chávez, podría significarle un gancho al hígado a los pugilistas norteamericanos que buscan noquear a los grandes capos de la droga en México. Los tenían en su tierra, en lugar público, en primera fila y los dejaron ir.

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