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¡Que alguien me explique!

Vacunas y sensatez

La dificultad al acceso de las vacunas contra el Covid-19, sean de los laboratorios que sean, no es un asunto que esté estrictamente en las manos del gobierno de la Cuarta Transformación

Por Ramón Alberto Garza

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Antes de confirmar su contagio por Covid-19 y en un acto de sensatez, el presidente Andrés Manuel López Obrador abrió la compra de vacunas a los gobiernos estatales, municipales y a la iniciativa privada.

Para decirlo más directo, descentralizó la compra de las muy demandadas vacunas, hasta ahora monopolizada por el Gobierno Federal.

El anuncio se dio en las horas anteriores a que el mandatario iniciara una gira por Nuevo León, donde sin duda tenía conocimiento que los empresarios le pedirían libertad para buscar vacunas. Les anticipó la respuesta.

Pero lo más relevante es que el anuncio del inquilino de Palacio Nacional se dio exactamente un día después de que Hugo López-Gatell sentenció que no se les permitiría ni a los Estados ni a las empresas gestionar la compra de vacunas.

Un frío gélido debió sentir el epidemiólogo presidencial cuando escuchó a su jefe -apenas horas después- desconocer su dicho y dar la instrucción completamente contraria.

Lo cierto es que más allá de la sensatez, el presidente López Obrador actuó con enorme sentido común y con un puntual cálculo político. Nos explicaremos.

La dificultad al acceso de las vacunas contra el Covid-19, sean de los laboratorios que sean, no es un asunto que esté estrictamente en las manos del gobierno de la Cuarta Transformación.

La pandemia es global, existe una excesiva demanda de la vacuna y todavía hoy, una muy limitada oferta.

Se dice que por principio de humanidad no se puede lucrar sometiendo los precios a las leyes de la oferta y la demanda.

La vacuna que hoy puede costar entre 6 y 12 dólares cada una, frente a la excesiva demanda bien podría multiplicar su precio por 10. Pero su acceso estaría restringido a quienes tienen para pagarla. Y eso ni es justo, ni equitativo y mucho menos moral.

Por eso el tema de cómo se reparten las vacunas en el planeta es delicado e incluso controversial.

Pactar un compromiso de venta está sujeto a las capacidades negociadoras de gobiernos y corporaciones, con aquellos que manejan los grandes laboratorios farmacéuticos como Pfizer, AstraZeneca, CanSino y Gamaleya-Sputnik V.

El gobierno mexicano, a través del canciller Marcelo Ebrard, promovió algunas negociaciones que incluyeron un viaje de Hugo López-Gatell a Argentina, para evaluar las pruebas de la vacuna rusa y concretar su compra.

Y de esas negociaciones se dio la conferencia telefónica de ayer entre el presidente López Obrador y el premier ruso Vladimir Putin, buscando negociar una compra de 24 millones de dosis de la vacuna Sputnik V.

Por eso fue inteligente la medida presidencial de abrir el espacio a la compra a los gobernadores, alcaldes y a la iniciativa privada. Porque aquí solo existirán uno de dos escenarios.

Que por sus contactos internacionales algunos políticos o empresarios tengan acceso -aunque sea en forma limitada- a vacunas de algún laboratorio autorizado, en cuyo caso lo que se consiga es bueno, porque se avanza en paralelo el programa de inmunidad nacional.

O lo que se estima que será más viable que suceda es que los gobernadores y los empresarios sientan en carne propia la imposibilidad de comprar vacunas en un mercado sobre demandado.

Eso reduciría la presión sobre el gobierno de la Cuarta Transformación, que demostrará en los hechos que el no tener las vacunas no es por gusto, sino por exceso de demanda global.

Lo único que tiene que establecer con claridad el Gobierno Federal es cuáles son las vacunas ya autorizadas por la Cofepris.

Porque hasta ahora las de Pfizer y AstraZeneca se saben seguras y con alto grado de eficiencia.

Pero la china de CanSino y la rusa de Sputnik V -negociada ayer desde Palacio Nacional con el Kremlin- aún no concluyen su periodo de prueba, se presumen menos eficientes, e incluso se insiste en que la rusa es poco recomendable para personas de edad avanzada.

Entre las condiciones que el presidente López Obrador impuso a los gobernadores y a los empresarios para comprar las vacunas está la de anexar a la solicitud el contrato de adquisición de las vacunas, la cantidad y la farmacéutica. Petición muy correcta.

Solo que para ser parejos, bien haría el inquilino de Palacio Nacional en decretar la apertura de los contratos que ya agenció su gobierno con algunos de los laboratorios y que -por quién sabe qué razón- alguien los reservó a la sombra durante los próximos cinco años.

No se puede pedir a otros, lo que uno no puede dar. El gobierno de la Cuarta Transformación -al igual que gobernadores y empresarios- tiene que decir con claridad a quién le compró, qué cantidad, cuándo se entrega y a qué precio. Y eso está hoy en la opacidad.

Por lo demás, hay que aplaudir que el presidente López Obrador actuara con sensatez y compartiera -como debe ser- la histórica responsabilidad.

Ahora sí que hizo honor a su frase de campaña: “Juntos Haremos Historia”.

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