29 de enero 2025
¡Que alguien me explique!
Un hombre de bien
Duele la partida de David Noel Ramírez Padilla, el rector emérito del Tecnológico de Monterrey. Porque era uno de esos escasos garbanzos de a libra que vivía el justo medio entre el pensar y el hacer
Por Ramón Alberto Garza
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Estamos inmersos en una sociedad que privilegia la banalidad, el consumismo, que rinde culto a los desplantes de riqueza. Una sociedad que al mismo tiempo regatea un mínimo pedestal para reconocer a sus hombres y mujeres de trascendencia, de conocimiento, a seres dedicados a hacer el bien, a procurar el bienestar.
La diferencia entre América y Europa es clara. Aquí, en el nuevo continente, el valor de una persona suele darse por lo que tiene. Cuánto posees, eso vales. En el viejo continente, ese valor lo impone el ser quien eres. Cuánto sabes, cuánto compartes, eso vales.
Por eso, duele la partida de David Noel Ramírez Padilla, el rector emérito del Tecnológico de Monterrey. Porque era uno de esos escasos garbanzos de a libra que vivía el justo medio entre el pensar y el hacer. Una dosis equilibrada entre lo material y lo espiritual. Su pensar, su decir y su hacer iban todos en la misma dirección, acompañado siempre de cuatro palabras: ética, verdad, dignidad y congruencia.
De sus 75 años de edad que tenía al partir este martes, este jalisciense de origen -pero regiomontano por adopción- dedicó 55 años a servir y engrandecer al Tecnológico de Monterrey. Cumplió 110 semestres impartiendo su cátedra en contabilidad, al mismo tiempo que ascendía por mérito propio las más elevadas posiciones directivas de esa admirada institución. Pero, a pesar de alcanzar la Rectoría, todos continuaban llamándolo “El Profe”.
David Noel -así, con el simple nombre, sin apellidos- se transformó en un icono, no sólo para quienes trazaban la ruta y el futuro del Tecnológico de Monterrey, sino para todos aquellos alumnos que tuvieron el privilegio de transitar por su cátedra o topárselo en la vida. Era el eterno consejero, el amigo presto para proponer soluciones, lo mismo al alumno de primer ingreso que a las más altas autoridades académicas, como Rafael Rangel Sostmann, con quien creó una mancuerna imparable que despertó al Tecnológico de Monterrey en sus mejores tiempos de expansión y se proyectó más allá de las fronteras mexicanas.
Pero, como si sus intensos afanes educativos no fueran suficientes, David Noel se dio siempre el tiempo para poner su talento y su capacidad de negociación, no sólo en los consejos de corporaciones -grandes, medianas y pequeñas-, sino en instituciones de interés público, obras de asistencia social y ni qué decir de sus virtudes como consejero de la Iglesia Católica, buscando conciliar siempre los diferendos entre los asuntos de Dios y los del César.
A la par de su labor docente y directiva, fue Presidente del Consejo Cívico de las Instituciones, del Colegio de Contadores y del Consejo Nuevo León. Sus virtudes fueron reconocidas con la Presea al Mérito Ciudadano Ricardo Margáin Zozaya.
En el terreno religioso, solía ser el eterno consigliere, no sólo de cardenales y obispos en Nuevo León, sino en México entero. Sus méritos eclesiales están reconocidos en la medalla Caballero de la Orden de San Gregorio Magno, que le impuso su Santidad Juan Pablo II, así como la presea San Rafael Guízar y Valencia que le otorgó el Episcopado Mexicano.
En lo académico fue galardonado por la editorial McGraw-Hill con su presea por ser el autor más prolífico de habla hispana y el Club de Harvard, división Monterrey, lo distinguió con su presea Mérito de Vida.
Y en medio de su ejemplar entrega a la academia, a las causas sociales y también a las celestiales, David Noel logró ser el mejor arquitecto de una familia que formó junto a Magdalena Margáin, con quien procreó dos hijos: Magdalena y David Noel, así como cinco nietos.
Pero, sin duda, su mayor trascendencia social fue la de inculcar entre los ciudadanos comunes, no sólo entre la clase política, el concepto de la hipoteca social, es decir, el entender que lo que uno es capaz de acumular en la vida debe de ser compartido, porque lo que tenemos se lo debemos en buena medida a la sociedad que nos acoge y ese bienestar, desde la visión del cristianismo social, debe compartirse.
Descanse en paz, David Noel Ramírez Padilla, un ser humano que alcanzó el elevando rango de “hombre de bien”, que inspiró miles de vidas y que tocó la ciencia y la consciencia de todos quienes tuvimos el privilegio de disfrutarlo, en las aulas y en la vida diaria.
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