¿Cuánto falta para la elección?

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¡Que alguien me explique!

Sucesión adelantada

El desencuentro entre Martí Batres y Ricardo Monreal por la presidencia del Senado tiene una lectura muy clara: la sucesión presidencial 2024.

Por Ramón Alberto Garza

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La disputa que acabó en crisis en las filas de Morena va más allá de lo que a simple vista se ve.

El desencuentro entre Martí Batres y Ricardo Monreal por la presidencia del Senado, sumado a la disputa abierta por la dirigencia de Morena que se ratifica o se renueva en noviembre, tienen una lectura muy clara: la sucesión presidencial 2024.

Aquellos que quieran ver como dos episodios aislados las dos primeras grandes confrontaciones hacia adentro del partido que llevó al presidente Andrés Manuel López Obrador al poder, están equivocados.

La todavía distante ruta de la sucesión presidencial 2024 pasa obligadamente por un reagrupamiento de las fuerzas que pavimentarán el camino para quien vaya a ser el nuevo candidato de Morena al Palacio Nacional. Y esa ruta se tiene que trazar desde ahora.

Inevitablemente existen dos puertos obligados para ir ocupando los espacios. Y esos destinos son el control del Senado y el control de la presidencia de Morena.

La ruptura Batres-Monreal fue ese primer puerto, porque desde el poder que da el Senado se logran muchas de las grandes negociaciones y otras tantas de las grandes decisiones. Como la de buscar al sustituto, si el presidente en funciones queda inhabilitado por cualquier motivo.

Pero para la travesía larga el control del Senado no es suficiente. Hace falta hacer mancuerna con la presidencia del Partido en el Poder para definir ruta y destino, pero sobre todo para elegir a los tripulantes que irán a bordo de la nueva nave morenista rumbo al 2024.

Y si alguien piensa que los jaloneos lucen muy anticipados, que no se olvide que esa travesía tiene una escala obligatoria en el puerto 2021, cuando se renuevan la Cámara de Diputados, 15 gubernaturas y elecciones locales en 29 estados.

Felipe Calderón se perdió como presidente cuando instaló a quienes quiso, tanto en el Senado como en el Partido. Y en la parada 2009 le arrebataron el timón. El PRI lo capturó y se enfiló con esa espada al triunfo presidencial del 2012.

Lo mismo le pasó a Enrique Peña Nieto, quien jugó con posiciones, liderazgos y candidaturas, para perder las elecciones del 2015 y esfumarse en las penumbras de un descrédito que le costó al PRI la gran derrota presidencial del 2018.

Morenistas como Ricardo Monreal, Marcelo Ebrard, Mario Delgado y Alejandro Rojas Díaz Durán, entre otros, no quieren esperar a que se repita la historia. Y buscan asumir el timón aún si no existe o están distantes de la tormenta.

Enfrente tienen una contracorriente a la que pertenecen, entre otros, Yeickol Polvensky, Martí Batres, Napoleón Gómez Urrutia y Citlali Hernández. Ellos se instalan como la contracorriente a la dupla de poder Ebrard-Monreal.

Serán sin duda los dos grupos que midan fuerzas en noviembre, cuando se dé la elección del presidente de Morena.

La dupla Monreal-Ebrard se presentará como la técnica, la institucional, la que tiene proyecto, la que puede dialogar con todos los sectores de la sociedad, incluidos los empresarios que se oponen a los proyectos de la Cuarta Transformación.

La dupla Polevnsky-Batres se presenta como la ruda, la contestaria, la que presume defender los principios originales del morenismo que dicen están siendo traicionados en el ejercicio del poder desde el Senado y desde el Palacio Nacional.

La pelea por el timón rumbo al 2024 apenas se inicia y promete confrontaciones de antología, si su líder moral, el presidente Andrés Manuel López Obrador no da golpe en la mesa, comenzando por revelar –con nombre y apellido- al político trepador y sin principios que busca perjudicar a su partido.

Por lo pronto el primer round ya lo ganó Ricardo Monreal. La pelea continúa. Morena contra Morena.

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