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18 de octubre 2019

Seguridad

El monstruo de las mil cabezas

Lo sucedido este jueves en Culiacán pone en evidencia el fracaso total de la estrategia contra el crimen organizado desplegada desde 2006.

Por Bernhard Buntru

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“El problema del narco envuelve a millones. ¿Cómo dominarlos? En cuanto a los capos, encerrados, muertos o extraditados, sus reemplazos ya andan por ahí”.

Eso dijo el Ismael “El Mayo” Zambada en la única entrevista que ha dado a los medios de comunicación, alrededor de febrero de 2010. La llamada Guerra Contra el Narco de Felipe Calderón estaba en todo su apogeo y el periodista Julio Scherer logró lo inimaginable: encontrarse y dialogar con el entonces segundo hombre más importante del Cártel de Sinaloa.

Casi una década después, las palabras del misterioso capo sinaloense cobran fuerza para convertirse en una profecía. Y es que el Cártel de Sinaloa está más vivo que nunca.

Lo sucedido este jueves en Culiacán pone en evidencia el fracaso total de la estrategia contra el crimen organizado que se lleva a cabo desde 2006.

Conocida como la Kingpin strategy – o la Estrategia Capo-, su objetivo es arrestar o eliminar a los líderes de las organizaciones criminales para debilitarlas y finalmente desmanetelarlas.

Sobra decir, que nada de esto ha sucedido.

“Todo es un show, para que digan (el gobierno), mira, encarcelamos al tal líder del Cártel de Sinaloa y tumbamos o estamos tumbando al Cártel de Sinaloa’. ¿Tú crees que eso está pasando? Yo no”, dijo el ex abogado de Joaquín “El Chapo” Guzmán luego de su extradición a Estados Unidos.

Como bien advierten analistas y miembros del propio crimen organizado, neutralizar a un individuo -por tan importante sea- no tiene mayor efecto en sus operaciones.

La naturaleza horizontal de las estructuras criminales garantiza su supervivencia.

El crimen organizado es, en pocas palabras, un monstruo de mil cabezas que llega a todos lados.

Y mientras la estrategia importada desde Estados Unidos persigue un objetivo inalcanzable, el crimen organizado alcanza un poder que, como lo acabamos de atestiguar, supera la fuerza del Estado y lo pone a sus pies.

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