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17 de febrero 2025

13 de enero 2025

¡Que alguien me explique!

Los cien días que ya no son

Se fueron como el agua los primeros cien días del gobierno de Claudia Sheinbaum, la primera mujer presidenta de México. Y el balance de sus estrategias y acciones como jefa de Estado tienen sus claroscuros

Por Ramón Alberto Garza

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Se fueron como el agua los primeros cien días del gobierno de Claudia Sheinbaum, la primera mujer presidenta de México. Y el balance de sus estrategias y acciones como jefa de Estado tienen sus claroscuros.

Si acaso, en el mensaje de ayer domingo en el Zócalo, lo rescatable -y no necesariamente para bien- es el pronunciamiento de cierre hacia los Estados Unidos. Soberanía sí, subordinación no. Muy vendible dialécticamente al pueblo, pero difícil de entender frente a un irascible nuevo presidente como Donald Trump.

Por lo demás, el discurso de ayer en el Zócalo no fue más allá de ser un sancochado entre las promesas de campaña y las de la toma de posesión. Nada nuevo. Demasiados proyectos sin el cómo, pero sobre todo, sin definir el con qué. La presidenta Claudia Sheinbaum habla como si las finanzas nacionales fueran sanas, como si Pemex y la CFE no le debieran a sus proveedores casi 30 mil millones de dólares. Como si el dinero para los programas del Bienestar fuera ilimitado y sin fondo.

Por supuesto que no se puede dejar de reconocer -aunque ni ella misma lo pueda presumir por temor a herir susceptibilidades- que ya se distanció de la estrategia de seguridad de su antecesor Andrés Manuel López Obrador, aquella de los “Abrazos, No Balazos”, para entrar de la mano de Omar García Harfuch a una estrategia de desmantelamiento de los que ahora se les llama, tan respetuosamente, “generadores de violencia” cuando son burdos criminales. Las estadísticas de un 16 por ciento a la baja en homicidios dolosos en estos primeros cien días hablan por sí solas. Pero eso no se puede presumir abiertamente, porque despertaría la ira desde Palenque.

Lo que la ciudadanía está esperando, a pesar de su entendible discurso de lealtad a su antecesor -a quien elogió en repetidas ocasiones ayer en el Zócalo, prometiendo que no rompería con él-, es que defina en qué momento la presidenta Claudia Sheinbaum va a cortarse los hilos que todavía la manejan desde la sombra del nuevo caudillo.

Hay quienes dicen que no hay manera. Que el cerco, tanto en Morena como en el Senado, en la Cámara de Diputados y en el aplastante número de incondicionales de López Obrador en el Gabinete del Segundo Piso-comenzando por el custodio de la comunicación Jesús Ramírez- hacen el tan esperado deslinde inimaginable, imposible.

Otros, sin embargo, creen que tan pronto como el 21 de enero -fecha en la que Donald Trump ya despachará como presidente- el juego en México cambiará. Y que, al amparo de las exigencias del nuevo inquilino de la Casa Blanca, la presidenta Claudia Sheinbaum y su círculo cercano se verán obligados a redefinir sus estrategias, no para subordinarse, sino para establecer un programa conjunto de acciones contra migración, seguridad, fentanilo y libre comercio. No hay salida. Volteen a ver a Canadá y al renunciado primer ministro Justin Trudeau.

Si nadie entendió el mensaje que dio la semana pasada desde Yale, el ex presidente Ernesto Zedillo en un seminario del ITAM, de que México ya dejó de ser una democracia y que está en camino de ser una autocracia con un partido dominante, estamos sordos y ciegos. El ex mandatario, siempre parco, prudente y moderado, vino a dar ese mensaje desde el “estado profundo” norteamericano que lo arropa y lo protege en aquella universidad. El mismo que, a través del presidente Bill Clinton, salvó a su gobierno de la bancarrota con un préstamo de 20 mil millones de dólares tras el llamado Error de Diciembre. Ese último mensaje es quizás no sólo una llamada de atención, sino una última llamada para la presidenta Claudia Sheinbaum.

Es inevitable el choque entre el gobierno de Donald Trump y el de Claudia Sheinbaum, si se insiste en que lo hecho no sólo hecho está, sino que se va a continuar por la misma ruta autócrata y se insiste en pintar una raya de soberanía frente al gobierno norteamericano.

Desde el momento en que se firmó el Tratado de Libre Comercio en 1994, los destinos económicos de Estados Unidos, Canadá y México quedaron sellados. Los 500 mil millones dólares de mercancías que se exportan de México a Estados Unidos y los 400 mil que se importan de Estados Unidos a México hablan por sí solos. Sin contar los 350 mil millones de dólares invertidos desde 1999 por empresas norteamericanas en territorio azteca.

Somos el principal socio comercial de nuestros vecinos del Norte. Esa es la historia que nos da vigencia para calificar como la décimo segunda economía del planeta y, al mismo tiempo, ese es el drama de nuestra dependencia al que no se puede renunciar con un discurso de plaza. Lo reconozca o no la presidenta Sheinbaum.

Por eso, la apuesta es que en función de lo que el nuevo gobierno “trumpista” decida sobre los cárteles y su relación con el partido Morena, e incluso con la protección que habrían recibido los jefes criminales del presidente López Obrador y de sus más cercanos, se definirá el destino del gobierno que ayer festejó a cielo abierto sus primeros 100 días.

En pocas palabras, tendremos que esperar los próximos 100 días para saber si de verdad tiene vida propia la inquilina de Palacio Nacional o si, arropada bajo la sombra de su antecesor, se decidirá a correr su misma suerte. Tan transparente como que -todavía sin entrar a ocupar la Oficina Oval- Donald Trump ya dictó sus reglas. Y esas reglas no incluyen pedir permiso.

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