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¡Que alguien me explique!

La Corte de los huevos

Odebrecht, Pemex, Fertinal, CFE, la Estafa Maestra. Todos estos casos siguen impunes pese a que la administración de AMLO ha activado una cruzada anti corrupción

Por Ramón Alberto Garza

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Se cansaron de esperar justicia, de ver que la impunidad instalaba la corrupción como moneda de cambio de su país y se hartaron de que el sistema judicial se cruzara de brazos frente a lo evidente.

Por eso, en Paraguay los ciudadanos despertaron un movimiento de conciencia dedicado a exhibir en público a los corruptos.

Y armados con cacerolas y sartenes, papel sanitario y huevos podridos, protestan frente a los políticos corruptos o se instalan en campamentos en las afueras de sus residencias para que la vergüenza pública fuera el más severo y eficiente juez.

Se llama la Comisión Escarche Ciudadano y la preside una abogada activista llamada María Esther Roa que dice que los paraguayos se cansaron de que sus instituciones judiciales sean tan débiles e incapaces para sentenciar a los corruptos, a pesar de las contundentes evidencias.

Y junto con cientos de mujeres en todo Paraguay hicieron de la humillación pública su arma para atacar a quienes abusan del erario. Su primer éxito fue la renuncia del senador José María Ibañez.

El legislador admitió emplear dinero público para pagar salarios al personal de su finca campestre. Pero a pesar de que se admitió la corrupción, el caso quedó impune en tribunales. Y la apenas naciente Comisión Escarcha Ciudadana entró en acción.

Fueron hasta la residencia del senador y cubrieron su exterior con papel sanitario, lanzaron huevos podridos y

protestaron con cucharas y cacerolas exigiendo que se hiciera justicia.

Ni el gobierno ni las cortes reaccionaron, pero el senador avergonzado frente al señalamiento y la humillación acabó renunciando en agosto del 2018.

A partir de ese y otros casos, el poder de los escarcheros -como se les conoce hoy a los ciudadanos paraguayos que persiguen a los corruptos- creció tanto, que incluso el diario norteamericano The New York Times les dedicó esta semana un amplio reportaje reconociéndoles su efectividad para enfrentar la impunidad.

Por supuesto que la confrontación pública en lo que se convierte esa Corte de los Huevos puede en ocasiones ser injusta o excesiva, sesgada e incluso violenta.

Pero al final del día, ese parece ser el único camino que ven los ciudadanos paraguayos para exigir justicia frente a los abusos públicos.

Quizá por eso el movimiento comienza a incorporar métodos más sofisticados, como protestar en las afueras de los restaurantes de lujo a los que suelen acudir los personajes señalados.

Y los propietarios de esos restaurantes, temerosos de tener a los indignados ciudadanos a sus puertas caceroleando o lanzando huevos contra sus fachadas, prefieren conminar al político, al juez, al abogado, a abstenerse de acudir ante la posibilidad de que le sea negado el servicio.

El asunto alcanzó ya tal magnitud, que incluso esposas de algunos políticos paraguayos señalados como corruptos, fueron colocadas en “listas negras” para no ser bienvenidas ni en restaurantes ni en salones de belleza.

Lo que se asoma en estos muy cuestionables pero también muy entendibles movimientos de violencia social es el nivel de coraje y frustración frente a sistemas judiciales que enmudecen y dejan que la corrupción se adueñe del modus operandi de una nación.

En México ya entramos en esa ruta. Porque a pesar de que el gobierno de la Cuarta Transformación está combatiendo en innumerables frentes la corrupción, los corruptos viven en la impunidad.

Y a pesar de que ya presumimos de tener un Fiscal de la Nación independiente, todavía esperamos ver tras las rejas a los jefes huachicoleros –los criminales y los de cuello blanco.

Mientras Odebrecth, la Estafa Maestra, Fertinal, Pemex, CFE y la danza de los millones de constructoras y distribuidoras fachada de medicamentos continúen sin castigo, sin rostro, el pueblo bueno y sabio no tendrá por que creer.

Y será entonces, en un día no muy lejano, cuando aparezca en México una María Esther Roa con un movimiento de cacerolas, huevos y papel sanitario que, a falta de justicia, escarche a los corruptos.

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