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Ildefonso

Pase lo que pase con el TLCAN, el papel de Ildefonso Guajardo será altamente valorado por su experiencia, su paciencia y su sobriedad diplomática

Por Ramón Alberto Garza

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Sin limitaciones ni regateos, Ildefonso Guajardo es sin duda el mejor funcionario del gabinete del presidente Enrique Peña Nieto.

Cuando en noviembre acabe el sexenio, el secretario de Economía podrá presumir de ser de los muy pocos aguantó toda la ruta sexenal del maratón peñista.

Y vaya que su pista es la más áspera que podía tener. Los ataques sin misericordia de Donald Trump al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) lo  secuestraron en una agenda radical. Y obligaron a Ildefonso y a su equipo a trabajar horas extras, bajo condiciones de extrema presión, sometidos extenuantes viajes y reuniones sin fines de semana.

Siempre con el placer de irse a dormir con la tarea avanzada, el secretario de Economía despertaba con la pesadilla del tuit matutino de un violento y volátil  Trump, instalado en su mood anti-libre comercio.

Originario de Monterrey, producto de la cultura del esfuerzo, Ildefonso cursó su maestría y su doctorado en negociaciones comerciales y diplomáticas al lado de maestros como José Ángel Gurría y Jaime Serra Puche. Su huella joven está en el original Tratado de 1992.

Por eso el secretario de Economía mexicano se instaló sin desplantes, con humildad, como un informal negociador en jefe frente a sus contrapartes norteamericana y canadiense.

Y a diferencia de su colega Luis Videgaray, el favorito de la casa presidencial, Ildefonso jamás disputó el protagonismo. Su tarea fue siempre discreta y efectiva, sin alardes ni robo de cámaras.Dándole a cada quien su lugar.

En el 2016 pudo emigrar a Nuevo León para ser el candidato a gobernador, pero no disputó la oportunidad. La dejó pasar.

El discurso insultante del entonces candidato Trump –en esos momentos sin esperanza de triunfo-obligaba al gabinete económico mexicano a levantar la guardia.

Por eso pase lo que pase en los próximos días con el TLCAN, el papel del ministro mexicano será altamente valorado por su experiencia, su mano izquierda, su paciencia y su sobriedad diplomática.

Difícilmente México y el presidente Peña Nieto pudieron tener a un renegociador de esta talla, considerando que, a diferencia de Bucareli o de Tlatelolco, Ildefonso siempre supo rodearse de asesores iguales o superiores a él.

Por eso los excelentes logros en Economía, dentro de un gobierno que mudó dos veces la secretaría de Gobernación, tres veces la secretaría de Hacienda, tres veces la secretaría de Educación, tres veces la de Agricultura y cuatro la de Sedesol.

Ildefonso es un ministro sin dolores de cabeza para su jefe. Con propuestas ortodoxas, firmes y claras, aún cuando toparan con la intromisión de un Videgaray que lo buscaba controlar todo.

Su negociación no exigió presumir relaciones con yernos presidenciales, ni valerse de cerrados clanes para salir adelante.

Ildefonso simplemente buscó a quienes sabía que eran los mejores, incluso los que negociaron el Tratado original. Los convocó y aplicó lo que en su tiempo adquirió como joven aprendiz de brujo.

Esta no es una apología banal, sino el reconocimiento a quien desde su estricta esfera de responsabilidad es elogiado por nacionales y extranjeros como un funcionario de su tiempo.

Ojalá que el esfuerzo desplegado por Ildefonso Guajardo y su equipo, a lo largo de 16 meses de negociaciones, culmine en unos días con el exitoso anuncio de un TLCAN revisado, operativo para los próximos cinco años.

Si no ocurriera así, no será por un fracaso del negociador, sino por la tozudez, intransigencia y capricho de un impredecible Donald Trump. Si así fuera, que la historia se lo cobre al inquilino de la Casa Blanca.

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