11 de junio 2025
¡Que alguien me explique!
Estados Unidos en ‘guerra civil’
La definición no deja nada a la duda ni a la imaginación. Estados Unidos está inmerso en la antesala de una guerra civil en la que están enfrentadas fracciones políticas -republicanos y demócratas- por un diferendo de nacionalidad y étnico: los migrantes
Por Ramón Alberto Garza
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Guerra Civil: Conflicto armado que se desarrolla dentro de las fronteras de un mismo país, entre personas o grupos que comparten la misma ciudadanía o nacionalidad. Es una confrontación armada en la que se enfrentan facciones políticas, sociales o étnicas que buscan el control del gobierno o la imposición de un modelo sociopolítico diferente.
La definición no deja nada a la duda ni a la imaginación. Estados Unidos está inmerso en la antesala de una guerra civil en la que están enfrentadas fracciones políticas -republicanos y demócratas- por un diferendo de nacionalidad y étnico: los migrantes.
Las imágenes desplegadas en los últimos días exhibiendo a presuntos migrantes rebeldes, ondeando banderas mexicanas, sólo vienen a confirmar que California -con epicentro en Los Ángeles- está inmersa una “guerra civil”.
El hecho de que el presidente Donald Trump invocará el Título 10 del Código de los Estados Unidos, sección 12406, y que sin el permiso del gobernador de California, Gavin Newsom, enviara dos mil tropas de la Guardia Nacional para sofocar las protestas, convalida esa “guerra civil” contra la etnia migratoria.
El conflicto provocó enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden, que desembocaron en el uso extensivo de gas lacrimógeno y más de 50 arrestos. El gobernador Gavin Newsom condenó la intervención federal calificándola como “una grave violación de la soberanía estatal”. La repuesta de los manifestantes fue el bloqueo de autopistas y el incendio de vehículos. Y las protestas se extendieron ya a San Francisco, Chicago y Nueva York.
Quienes están dentro de las áreas de inteligencia del gobierno de Donald Trump justifican esta represión bajo el argumento de que detectaron en esas “protestas pacíficas” a elementos ligados al terrorismo cubano, nicaragüense, iraní y de otros cárteles criminales de Medio Oriente, en especial de Hamás. Dicen en el círculo íntimo presidencial que no van a tolerar una insurrección financiada desde el extranjero, por sus enemigos, y que prefieren pagar las severas críticas, incluso de no haber pedido permiso al gobernador demócrata, a que la revuelta se les salga de control y encienda por entero a la Unión Americana.
Del lado demócrata -y de la mayoría de los norteamericanos- el hecho es descrito como un golpe autoritario del presidente Donald Trump con la intención de amasar más poder, pero, sobre todo, como un intento de demeritar a quien considera será un rival demócrata clave para ganar la elección presidencial norteamericana en 2027.
Pero como suele suceder con todo lo que hace el inquilino de la Casa Blanca, sus caprichosas decisiones suelen revertirse. Y esta escalada militar cruzó la frontera de la provocación y obligó a las odiosas comparaciones. ¿Por qué el 6 de enero de 2021, cuando las hordas de sus simpatizantes tomaron por asalto el Capitolio, el entonces presidente saliente Donald Trump -ya derrotado por Joe Biden- no exigió que entrara la Guardia Nacional, a pesar de que se ponía en juego la sede de uno de los poderes de la Unión? ¿Por qué ahora sí, frente a la mínima provocación en California, desplaza al Ejército y a los Marines -5 mil 500 hasta ayer- para convertir las calles de Los Ángeles en un campo de batalla?
Un daño colateral -o quizás intencional- es el de exhibir reiteradamente imágenes de manifestantes ondeando agresivamente la bandera de México. El mensaje mediático y político que se proyecta es que se trata de una disputa entre norteamericanos y migrantes mexicanos ilegales, en momentos en que el gobierno republicano amenaza con intervenir en suelo mexicano para combatir no sólo los carteles de la droga, sino para detener y enjuiciar a personajes de la clase política y financiera que los protegen y que cuidan de esos capitales ilegales.
Un episodio ríspido en esta escaramuza es que a la presidenta Claudia Sheinbaum, el gobierno de Donald Trump ya la etiquetó como instigadora de las protestas. Y aunque la inquilina de Palacio Nacional hizo de un día para otro ajustes en su discurso mañanero, buscando matizar lo que fue interpretado como una provocación, desde el Despacho Oval la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, acusó a la jefa del Estado mexicano de incitar a los mexicanos en Estados Unidos a exaltar la violencia.
Y en medio de esta guerra de declaraciones, el presidente Donald Trump nominó esta semana a Michael Jensen, un veterano militar de la Fuerza Aérea experto en contraterrorismo para vigilar, desde el Congreso Nacional de Seguridad, la estrategia sobre América Latina, y en especial, sobre México, que vive con la amenaza permanente de que el gobierno norteamericano intervenga militarmente en cualquier momento en suelo azteca para acabar con los cárteles y que son los principales productores mundiales de fentanilo. Jensen venía operando como asistente del secretario de la Defensa norteamericano, en operaciones especiales y conflictos de baja intensidad. Lo que se da en llamar “operaciones quirúrgicas”.
Así que, al margen de los intereses del presidente Donald Trump en su controvertida incursión militar en California, está claro que en medio de ese conflicto entre republicanos y demócratas ondea la bandera de México, como una clara premonición de los tiempos violentos que están a la vuelta de la esquina. La “guerra civil” que apenas inicia en Estados Unidos cruzará en los próximos meses, sin pasaporte, la frontera con México. ¿Estamos preparados para lo que se avecina?
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