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¡Que alguien me explique!

Emilio Lozoya, cuentos chinos

Emilio Lozoya Austin disfruta sin culpas de la gastronomía china en el Hunan y Alonso Ancira despacha desde San Antonio, Texas sin pagar los 200 millones que prometió para cerrar el caso Agronitrogenados

Por Ramón Alberto Garza

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Por fin se le pudo ver el rostro a Emilio Lozoya Austin desde que fue extraditado de España en julio del 2020, quien disfruta desde entonces de un arraigo domiciliario que le evita pisar una cárcel.

Al ex director de Pemex, acusado de lavado de dinero, cohecho y asociación delictiva, no se le vio declarando ante un juez o cumpliendo su promesa como testigo protegido ante la Fiscalía General de la República.

El inculpado de la compra fraudulenta de Agronitrogenados a Alonso Ancira y de recibir millonarios sobornos de la constructora brasileña Odebrecht, fue captado por la cámara de la periodista Lourdes Mendoza comiendo, el pasado sábado -sin culpas ni prisas- en el restaurante Hunan de las Lomas de Chapultepec.

Las fotografías del famoso personaje en el exclusivo restaurante chino se viralizaron de inmediato en todas las redes sociales. Y no era para menos. Desde que se bajó del avión privado que lo trasladó a México desde España nadie lo veía.

Se suponía que estaba bajo arraigo domiciliario, acogido al llamado criterio de oportunidad que lo convertía en testigo colaborador.

Nunca pisó la cárcel. Le colocaron un brazalete electrónico para tenerlo siempre ubicado, para que no abandonara el perímetro del hogar, en el que debería permanecer hasta que no aportara todas las pruebas a las que se comprometió, y concluyera su caso que presuntamente lo declararía inocente.

Más de 15 meses ya pasaron, con un muy escaso avance en las investigaciones, sobre todo, lo que el ex director de Pemex originalmente prometía revelar para hundir a Luis Videgaray y a Enrique Peña Nieto en su trama de corrupción y tráfico de influencias a favor de la campaña presidencial 2012.

Ningún personaje confeso de corrupción, en un escandaloso caso de lavado de dinero que involucraba distintas empresas e incluía a su madre, a su hermana y a su esposa, había gozado en México de tanta protección y de tanta impunidad.

Jamás se materializaron las expectativas, despertadas por las declaraciones de un Emilio Lozoya Austin que se declaró inocente de todos los cargos, porque dijo que había sido intimidado, presionado, influenciado e instrumentalizado. Prometió entonces señalar y entregar a los verdaderos culpables.

Lo curioso es que, frente a la evidencia de las fotografías en el más emblemático de los casos de corrupción perseguidos por el gobierno de la Cuarta Transformación, sean precisamente funcionarios del actual gobierno quienes salieran a defender a Lozoya Austin.

Apenas circulaban las primeras fotografías del ex director de Pemex, en el restaurante Hunan, cuando Jenaro Villamil difundió en su cuenta de @literalmexico que esas fotos no fueron tomadas el sábado 9 de octubre. ¿Quién lo llamó a desmentirlo?

El director del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano tuiteó. “Hablamos con la gerente Pilar del Hunan de Las Lomas y nos comenta que no tienen información sobre la presencia de Emilio Lozoya en el restaurante el día de hoy como reporta @lumendoz y publica esta fotografía”.

Poco le duró el desmentido al funcionario, presto a defender el arresto domiciliario del corrupto ex funcionario. La periodista Lourdes Mendoza lanzó una respuesta, acusando que ella misma tomó las fotografías de Emilio Lozoya Austin en el Hunan, mostrando la fecha y la hora en que fueron tomadas.

“Jenaro, yo personalmente fui y tomé las fotos, aquí está la prueba, pues trae la fecha y hora! Y pueden pedir los videos de la calle… De su llegada y mi llegada”, tuiteó la columnista. A Villamil no le quedó otra opción que retuitear lo dicho por Lourdes Mendoza.

¿Cuál era la urgencia de desmentir, desde el gobierno de la Cuarta Transformación, que lo que sucedió, no sucedió?

¿Intentaban desacreditar a la periodista para que nadie cuestionara a la Fiscalía General de la República sobre las facilidades que tiene un “testigo protegido” que se acogió a un “criterio de oportunidad”, que 15 meses después no ha cumplido?

Por supuesto que es enorme la desfachatez de un personaje como el ex director de Pemex, quien en medio del escándalo y bajo las prohibiciones legales, salga a placearse en un restaurante en donde departe la socialité capitalina. Su mensaje es claro: “Aquí no pasó nada”.

Pero peor aún es que las autoridades judiciales, responsables de vigilar su arraigo, no detecten por el famoso brazalete que el inculpado se haya trasladado de su hogar a un elegante restaurante en el que jamás podría pasar inadvertido.

Lejos de ser el caso insignia del presidente Andrés Manuel López Obrador, en contra de la corrupción, el caso Lozoya Austin se está convirtiendo en un boomerang frente a tantas irregularidades procesales y tanta manga ancha para tratar a quien prometió mucho y entregó muy poco.

Las fotografías del ex director de Pemex en el Hunan son una cereza más en el cuestionado pastel de la justicia, cocinado por el fiscal Alejandro Gertz Manero.

Y sin duda, una prueba de fuego para el inquilino de Palacio Nacional, que tendrá que explicar en su mañanera el por qué en 15 meses nada se avanzó en dos de los personajes más perseguidos por su gobierno.

Lozoya Austin disfruta sin culpas de la gastronomía china en el Hunan y Alonso Ancira despacha desde San Antonio, Texas sin pagar los 200 millones que prometió para cerrar el caso Agronitrogenados.

Los dos presuntos delincuentes, en libertad, y sin cumplir todo lo que prometieron.

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