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25 de marzo 2025

5 de febrero 2025

¡Que alguien me explique!

El juego es China

Aquellos que no alcanzan a entender los juegos de poder del presidente Donald Trump con sus “socios” y “amigos”, de México y Canadá, que dirijan su mirada a China

Por Ramón Alberto Garza

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Aquellos que no alcanzan a entender los juegos de poder del presidente Donald Trump con sus “socios” y “amigos”, de México y Canadá, que dirijan su mirada a China.

Definido como un hombre transaccional, que ve los negocios y las utilidades como su prioridad, el inquilino de la Casa Blanca está aprovechando sus últimos cuatro años al frente del gobierno todavía más poderoso del planeta para sentar a su mesa a China. Y en esa jugada de ajedrez geopolítico, México y Canadá son simples peones. Estados Unidos y China están hoy en la disputa por la supremacía económica mundial. Y sólo existen dos opciones: confrontación o asociación. Pero analicemos el juego.

El presidente Donald Trump tiene, en China, su mayor reto geopolítico. Su producción ya le disputa a Estados Unidos el sitio como el mayor centro manufacturero del planeta. Y a la par de ese reto, sus desarrollos son mejores que los norteamericanos. Fueron los primeros con la tecnología 5G, invadieron el mundo de las redes sociales con Tik Tok, hicieron de los autos eléctricos su estandarte con marcas como BYD y su impactante irrupción con DeepSeek sacudió las entrañas de la inteligencia artificial mundial que se decía dominada por norteamericanos.

Para desgracia de Estados Unidos y ante la amenaza constante del llamado “Guardián del Mundo”, China tiene décadas buscando equilibrios. Y a pesar del acercamiento en los días de Richard Nixon y Henry Kissinger, el gigante oriental acabó por forjar alianzas con Rusia, Brasil, India y Sudáfrica, creando -con otras 16 naciones- un bloque hoy conocido como los “Brics”. Ellos no sólo quieren juego geopolítico y económico en primera fila, sino imponer una moneda propia que desafíe o al menos equilibre al dominante dólar.

El presidente Donald Trump tiene frente a China una de dos opciones. La confrontación y entrar en conflicto bélico -la disputa de Taiwán incluida- con todas sus descomunales consecuencias que nos acercarían a una Tercera Guerra Mundial o se sientan los dos poderosos para convencerse mutuamente que, de la mano como socios y amigos, pueden ser mucho más que dos.

Y todos los caminos apuntan a que antes de cualquier confrontación, el presidente Donald Trump está convencido que un acercamiento y una alianza con China, puede ser benéfica para todos. Estados Unidos, aprovechando la mano de obra barata de una población de mil 400 millones de seres humanos. Y China teniendo acceso con sus productos al mayor mercado del planeta, donde tienen lugar el 30 por ciento de las transacciones comerciales.

Más allá de una guerra terminal con Estados Unidos, a China no le conviene pelear con el beligerante inquilino de la Casa Blanca. El mandatario chino Xi Jinping tiene el reto de mantener el crecimiento de su país en estos momentos críticos en que se le avecina una crisis de hipotecas. Y sabe que su salida no va de la mano con Rusia o con sus socios de los Brics.

La economía rusa apenas tiene el tamaño económico de México y su población es similar a la mexicana, poco más de 140 millones. Una décima de la población de China. No le da para absorber con los otros Brics la producción de sus mil 400 millones de chinos. Por eso, se deja coquetear por el impredecible, pero transaccional presidente Donald Trump.

El quiebre comercial entre Estados Unidos y China se dio con la pandemia, cuando el congestionamiento de las exportaciones chinas hacia Norteamérica colapsó las cadenas de suministro. La vulnerabilidad del modelo fue evidente. Y emergió como solución la estrategia bautizada como “nearshoring”. Cientos de corporaciones norteamericanas produciendo en China comenzaron su mudanza a México y a Canadá. Más cercanos, más confiables.

Pero el presidente Donald Trump no quiere que se repita ni con México ni con Canadá la vulnerabilidad de la pandemia con China. Y busca, como estrategia, incluir dominantemente a algunas regiones norteamericanas, como Texas, como centros de manufactura “nearshoring”.

Por eso, invitó al presidente Xi Jinping a su toma de posesión a la que no fueron ni convocados sus “aliados”, la presidenta Claudia Sheinbaum y el primer ministro Justin Trudeau.

Sólo así se puede entender que, frente a la amenaza del 25 por ciento de aranceles a México y Canadá se dé sólo un 10 por ciento de aranceles a China. Acortando la ventaja competitiva de sus socios y amigos con el gigante oriental.

Por eso, en una de sus primeras órdenes ejecutivas, el presidente Donald Trump canceló el apagón de Tik Tok decretado en los últimos días de la administración Biden. Porque busca una conciliación para que sea adquirido por un fondo de tecnólogos norteamericanos.

Por eso, tiene sentado a la mesa con Tesla -de su amigo Elon Musk- a la corporación automotriz china BYD. Busca que los chinos compartan su tecnología de baterías eléctricas que tienen el doble de duración con una sola carga, a cambio de que puedan instalar plantas en territorio norteamericano.

Por eso, tiene a los jefes de las grandes tecnologías norteamericanas resolviendo la amenaza que les significa DeepSeek, la aplicación de inteligencia artificial que ya les arrebató el liderazgo, además de decenas de miles de millones de dólares en el valor de empresas de futuro, como Nvidia.

La urgencia del presidente Donald Trump es exhibir, por igual, a sus “socios” de México y Canadá como inseguros y con los que hay que pensarla dos veces antes de relocalizar en sus territorios las fábricas que se están desmontando en China. Después de todo, a ambas naciones, ya las considera en su mente “colonias” de los Estados Unidos.

A Canadá ya le llama desafiantemente el estado 51, porque presume que vive de lo que le da Estados Unidos. Así de simplista es su visión.

De México ni se diga. Con el 60 por ciento de sus energéticos dependientes de Estados Unidos y con la dependencia de la mitad del maíz, el frijol, el sorgo y la soya, la soberanía mexicana está sólo en el papel. La dependencia es absoluta. Muy poco qué negociar.

Bajo esa lupa hay que entender la reciente y explosiva agresión arancelaria de la Casa Blanca hacia México y Canadá. Para someterlos, sí, pero para dar espacio y sentar a la mesa al aliado ideal que le resolvería, no sólo la encrucijada económica, sino la amenaza geopolítica.

Napoleón Bonaparte, el Trump expansionista del Siglo Diecinueve, desde 1816 alertó sobre China diciendo: “China es un gigante dormido. Dejadlo dormir porque, cuando despierte, el mundo se sacudirá”. Está claro que ese león está más despierto que nunca y que el presidente Donald Trump lo quiere en su jaula… o, por lo menos, tenerlo en su zoológico.

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