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¡Que alguien me explique!

AMLO no es botín

Carlos Slim buscó tomar ventaja de una reunión informal con Andrés Manuel López Obrador para favorecer a su socia y amiga, Ana Botín, la accionista mayoritaria de Santander. Pero el presidente demostró que no se prestará a ese tipo de tráfico de influencias.

Por Ramón Alberto Garza

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Tiene razón el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando reitera una y otra vez que ya no son los tiempos de antes. Que su gobierno es distinto a los gobiernos que le precedieron.

Y para probarlo, basta sacar a relucir el encuentro del 18 de septiembre en Palacio Nacional, en donde se reunieron el mandatario y los empresarios Carlos Slim Helú y Miguel Rincón.

Uno es el hombre más rico de México, antes enlistado entre los integrantes de la llamada Mafia del Poder y ahora –¡cosas de la vida!- piedra angular de los proyectos de infraestructura del gobierno de la Cuarta Transformación.

El otro es el presidente de Bio Pappel, la principal empresa papelera de México y -¡feliz casualidad!- compadre del inquilino del Palacio Nacional.

Los pormenores de esa reunión, reseñados con todo detalle por el periodista Darío Celis en su columna de El Financiero bajo el título de “El Desaire de AMLO a Slim y Botín” exhiben de carne y hueso de qué están hechos el hombre políticamente más poderoso y el hombre más rico de México.

De acuerdo a la narración, Slim buscó tomar ventaja muy personal del encuentro. Y sin aviso previo, comunicó telefónicamente al presidente López Obrador con Ana Botín, la presidenta del banco español Santander.

La intención de la súbita e inesperada llamada era que la financiera más influyente de España le pidiera al mandatario que le entrara como árbitro en la disputa que sostienen por el control de Grupo Radiópolis, el grupo español Prisa y los mexicanos Miguel Alemán Magnani y Carlos Cabal Peniche.

Desde hace meses, el caso Radiópolis se debate en tribunales, porque los nuevos socios mexicanos buscan desconocer los acuerdos bajo los cuales los españoles compraron la corporación radiofónica que fue de Televisa y que opera la W Radio. Acuerdos que legalmente están vigentes.

El hecho es que al magnate de la telefonía en México le salió lo ventajoso. Primero, porque utilizó a Ana Botín para ponerle presión al presidente López Obrador en un asunto en el que Slim también tienen intereses. Tanto Botín como el presidente de Carso son accionistas de Prisa.

De acuerdo a la información filtrada tras la reunión y tras el telefonazo desde España, el presidente López Obrador se desmarcó del conflicto entre españoles y mexicanos.

Y tomó su reiterada frase de que “las cosas ya no son como antes”. Y lo más que pudo prometer es que se llamaría a las partes a una conciliación, en la que días más tarde intervino Julio Scherer, el consejero jurídico de la Presidencia.

Pero el mensaje presidencial de fondo fue el de recordarle a Botín que México ya no es una colonia, en franca alusión a los tiempos en que nuestro país operaba en la órbita de la Madre Patria. Desde la conquista de Cortés, hasta las inversiones de OHL y Gas Natural.

Se vió “barato” Slim intentando sorprender al presidente López Obrador , operando como acostumbra el tráfico de influencias. A su favor y el de sus aliados.

Pero peor aún se ve, quien se exhibe como el principal empresario de México, cuando busca manipular el poder presidencial –como lo hizo desde que le regalaron Telmex- y no midió aquello de que ya son otros tiempos.

Y el presidente López Obrador se encargó de recordárselo. Se lo dijo a Botín para que lo escuchara Slim.

Si el magnate de las telecomunicaciones hubiera solicitado una cita para tratarle al mandatario especificamente el desencuentro entre Prisa y Alemán, estaría en todo su derecho. Muy legítimo.

Pero llevar como chaperón al compadre del presidente para buscar –como antes lo hacía- imponer su chequera y sus influencias de quien cree merecerlo todo, por encima del poder en turno, fue un pésimo cálculo.

Ojalá que la sacudida que el tabasqueño le dio con su respuesta a la presidenta de Santander haya sido suficiente para que el cabildero telefónico entendiera que ya no es lo mismo.

Al menos hay que reconocer que en su discurso, el presidente Lopez Obrador les dejó claro que ya no es botín… de nadie.

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