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2 de agosto 2019

Economía

La crisis silenciosa de Alfa

La acción de Alfa ha perdido más del 65 por ciento de su valor en los últimos cinco años. La última vez que pasó esto, el entonces Presidente, Dionisio Garza Medina, presentó su renuncia. La pregunta es si el capitán de ahora, Armando Garza Sada, hará lo propio.

Por Rodrigo Carbajal

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Hay una crisis silenciosa en el Grupo Monterrey. La acción de Alfa, el conglomerado emblema de la élite empresarial regiomontana que fue fundado por Roberto Garza Sada, ha perdido el 65.27 por ciento de su valor en los últimos cinco años.

La última vez que vimos una caída de esta magnitud, Dionisio Garza Medina, el director general y presidente del Consejo de Administración, presentó su renuncia.

La pregunta es si el capitán de ahora; el presidente, Armando Garza Sada, hará la propio.

A diferencia de lo que ocurrió con la renuncia de Garza Medina en el 2009, esta crisis no está justificada por una recesión global.

Armando Garza Sada, el primo de Dionisio, asumió el control de Alfa hace una década, pero los resultados no han sido los esperados.

Esto obliga a preguntar: ¿Cuáles son los parámetros de los accionistas para pedir un relevo generacional o un cambio de liderazgo en la compañía?

Porque si comparamos palmo a palmo los números de los últimos tres años de Dionisio Garza Medina con los de Armando Garza Sada, podría argumentarse que estamos frente a la misma situación.

Entre el 31 de diciembre del 2005 y el 31 de diciembre del 2008, en la antesala de la renuncia de Dionisio Garza Medina, el valor de capitalización de mercado de Alfa, en dólares, cayó un 65.3 por ciento. En términos absolutos, la pérdida de valor fue de 2,260 millones de dólares. La mayor parte de este declive se dio en el 2008, el año de la peor crisis económica de la que se tenga registro desde la Gran Depresión.

Y a pesar de que el entorno macroeconómico le fue mucho más favorable, en el caso de Armando Garza Sada, la caída en términos absolutos fue de más del doble. Alfa pasó de tener un valor de capitalización de mercado de 10,090 millones de dólares en diciembre del 2015 a un valor de 5,560 millones de dólares en diciembre del 2018. Esto representa una caída de 44.89 por ciento en el valor de la compañía y una pérdida de valor de 4,530 millones de dólares.

La salida de Dionisio Garza Medina se dio de manera abrupta por la crisis financiera. Eso es lo que dicen los números. Antes de la debacle global, la compañía mantenía un paso estable.

Y con base en el análisis de los estados financieros, lo mismo podría argumentarse de la Presidencia de Armando Garza Sada: que la compañía lleva un paso estable. Sin embargo, es notorio que el mercado está observando algo que no le gusta de Alfa. La caída de 65.27 por ciento en el precio de la acción es un indicador inequívoco.

En este periodo de declive, la compañía ha perdido más de 1,300 millones de dólares en dos operaciones: el fallido intento de compra de la petrolera colombiana Pacific Rubiales y la adquisición de una planta de PET, propiedad de M&G Chemicals, que terminó siendo un proyecto insolvente.

Estos dos fracasos corporativos tuvieron un impacto de más del doble del que fue considerado el mayor error de la gestión de Dionisio Garza Medina: una pérdida de 637 millones de dólares por operaciones en derivados financieros que realizó la tesorería de Alfa. Esto, también, fue resultado de la marcada depreciación del peso que derivó de la crisis global de 2008.

Paradójicamente, el responsable de esa decisión, el entonces director de Planeación y Finanzas, Alejandro Elizondo Barragán, no presentó su renuncia, como lo hizo Dionisio Garza Medina. Al contrario, la nueva gestión de Armando Garza Sada lo envió a la dirección de desarrollo, que era el puesto que tenía el propio Garza Sada antes de ascender a la presidencia.

Pero eso no es todo. Entre los analistas y algunos accionistas de Alfa hay una hipótesis de por qué se está castigando la acción de la compañía: la administración de Armando Garza Sada le apostó demasiado al sector energético y por ende a su conexión con la adminsitración de Enrique Peña Nieto, particularmente a su relación con el ex secretario de Hacienda y número dos del gabinete, Luis Videgaray, así como a su cercanía con José Antonio Meade, que se integró al Consejo de Administración de Alfa después de ser candidato el candidato presidencial del PRI.

En cierto sentido, la compañía se politizó. El mercado entendió que la estrategia empresarial de largo plazo más importante de la gestión de Armando Garza Sada fueron las relaciones políticas y que éstas no fueron renovadas cuando el PRI perdió el poder.

Alfa no se ha podido adaptar al nuevo clima político, como sí lo hizo, por ejemplo, la filial mexicana de BBVA, que cambió de Presidente del Consejo de Administración. Se sustituyó a Luis Robles Miaja, también muy cercano a Videgaray, con Jaime Serra Puche, el ex secretario salinista y zedillista que está bien conectado con un sector del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Es precisamente esta cultura rígida la que ha recibido muchas críticas en Alfa. La mayoría de sus directivos siguen siendo ejecutivos que entraron a la compañía hace décadas. Armando Garza Sada mismo entró a Alfa en 1978, tres años después que Dionisio Garza Medina.

Aunque la dirección de la compañía ha cambiado poco, Alfa ha invitado a nuevos perfiles a su consejo de administración. Por ejemplo: el director de Fintech Advisory, David Martínez; o el director de Cinépolis, Alejandro Ramírez.

La cuestión es si se requiere de outsiders para salvar a una de las empresas emblema del Grupo Monterrey; o si la familia Garza Sada, con los resultados conocidos, mantendrá la misma cultura, los mismos directivos, y el mismo rumbo de una compañía tan relevante como Alfa.

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