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13 de julio 2022

¡Que alguien me explique!

Washington en un rostro

O el presidente López Obrador estaba materialmente agotado en su encuentro con su colega Joe Biden o al inquilino de Palacio Nacional no le cuadró la agenda no-diplomática en la que se trataron los auténticos temas bilaterales en Washington

Por Ramón Alberto Garza

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O el presidente Andrés Manuel López Obrador estaba materialmente agotado en su encuentro con su colega Joe Biden en la oficina Oval  de la Casa Blanca.

O al inquilino de Palacio Nacional no le cuadró la agenda no-diplomática en la que se trataron los auténticos temas bilaterales, los no se pueden dar a conocer en un boletín oficial ni en una fotografía con una sonrisa en el rostro.

Solo así se explica ese gesto duro, preocupado, cansado, de un mandatario mexicano que en plena cúspide del encuentro con su colega y principal socio comercial, donde debe mostrarse a la altura de la solemne ocasión, lucía con la mirada perdida, el gesto adusto, y los hombros caídos.

Frente a él, su anfitrión -11 años mayor- cuidando su postura con las piernas cruzadas, el cuerpo erguido, tomando nota.

Está claro que esos protocolos no son lo suyo. Por eso, el presidente López Obrador le tiene urticaria a las giras internacionales. Porque no sabe disimular. Ni el cansancio ni el enfado.

Y frente a los mandatarios, decenas de cámaras de video, fotográficas, captando cada instante, cada guiño, cada rostro desencajado o cada rostro con una sonrisa. Nada que ocultar.

Si el rostro del presidente López Obrador era el del hombre cansado, debió llegar 24 horas antes para mostrar frescura. El lenguaje no verbal habla mucho, lo comunica todo.

Si el rostro del inquilino de Palacio Nacional era el del hombre sorprendido por lo que escuchó cuando solo él y Biden, o quizás algunos colaboradores de la inteligencia norteamericana, le dijeron cuando no había testigos, cuando no estaban los fotógrafos frente a ellos, peor aún.

No es fácil deshojar una margarita en la Casa Blanca. Y menos cuando las llamadas de atención y las provocaciones se aplicaron por días en las últimas semanas.

¿Le exigirían al mandatario mexicano definiciones sobre Rusia, Cuba, Nicaragua y Venezuela?

¿Le levantarían la bandera roja por la penetración tecnológica de China en México, a través de América Móvil y Altán?

¿Le aplaudirían los hombres del Pentágono, la CIA, el FBI y la DEA a la estrategia de seguridad  de “Abrazos, No Balazos”?

¿Los miembros del Gabinete Biden elogiarían la cancelación de las inversiones norteamericanas en energías limpias para incentivar el uso del carbón y el combustible sucios o para generar energía eléctrica?

El comunicado deja en claro, demasiado de aquí para allá; poco de allá para acá.

Les compraremos 20 mil toneladas de leche en polvo, y también un millón de toneladas de fertilizantes. Y el compromiso de invertir 1.5 billones en infraestructura en la Frontera.

Escuadrones especiales contra el fentanilo, acciones conjuntas para abatir al crimen organizado y un sinfín de frases comunes, ya muy desgastadas, pero sin resultados en la realidad práctica.

Por eso preocupa el rostro del presidente López Obrador en el encuentro estelar de la Oficina Oval.

Entre el cansancio y la mirada perdida, los presagios no son buenos. Una imagen habla más que mil comunicados.

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