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¡Que alguien me explique!

Un “tigre” ya anda suelto

En medio de un clima político y social que se polariza, las agencias de inteligencia han detectado la emergencia de nuevos y viejos grupos guerrilleros

Por Ramón Alberto Garza

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Cuando Andrés Manuel López Obrador les dijo a los banqueros que si se daba un fraude electoral él se iría a su rancho de Palenque, que ya no tomaría la calle para protestar. Que a ver quién amarraba “al tigre”.

La felina metáfora se refería al potencial descontento popular que podría darse si el primero de julio no se respeta la voluntad popular.

Y es cierto. En una nación radicalizada al extremo, con las pasiones desbordadas a favor y en contra de unos y de otros, esa irritación ciudadana es un “tigre” que puede rugir, y muy fuerte.

Pero ese “tigre” no es el único felino que merodea a México. Existe otro que ya anda suelto, oculto entre las malezas de la selva, alimentado por la miseria de quienes, oprimidos, creen que los caminos pacíficos para lograr un cambio están cerrados. El nombre de ese “tigre” es la guerrilla.

Ya la vivimos en 1994, cuando en el despertar del Año Nuevo amanecimos con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Fuera un movimiento social espontáneo o una entelequia operada por la llamada Nomenklatura, en su intento por frenar la continuidad del proyecto salinista con la candidatura de Colosio, el llamado Sub Comandante Marcos, con su pipa y su pasamontañas, se convirtieron en un ícono global del descontento popular.

Menos de tres meses después del estallido en la Selva Lacandona vino el magnicidio del candidato presidencial del PRI. Y México se precipitó a una espiral política, económica y social, de la que tardamos casi una década en recuperarnos.

Hoy los servicios de inteligencia -nacionales y extranjeros-  están alertas frente a lo que temen podría ser el despertar de ese tigre sigiloso, que por ahora no asoma ni garras ni rugido.

Son media docena de movimientos armados, algunos ya muy articulados, otros incipientes, que en las zonas más miserables de Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Morelos, Veracruz, Puebla y el Estado de México, se aprestan a tomar la justicia por su propia mano.

Al que lo dude, que pida los expedientes de la Agenda Nacional de Riesgos, un estudio confidencial elaborado desde el CISEN y que da cuenta de la reorganización de viejos grupos armados y la emergencia de otros nuevos.

En la lista se incluyen, además del EZLN, el Ejército Popular Revolucionario (EPR), el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) y Tendencia Democrática Revolucionaria-Ejército del Pueblo (TDR-EP) e Insurgencia por el Rescate Institucional y Social (IRIS).

Son organizaciones de mesías de la redención popular que reclutan como apóstoles a jóvenes hartos de la desigualdad social, para inducirlos a empuñar un arma en reclamo de la justicia social que tienen décadas esperando y nunca llega.

Con la diferencia de que, como ya sucedió en su tiempo en Colombia, algunos de esos grupos guerrilleros están ya infiltrados por el narcotráfico, que los financia y les surte armas, sacándole provecho para su beneficio criminal al idealismo de los desposeídos. La mezcla es perversa.

Los reportes de inteligencia indican que comienza a darse un intenso proceso de comunicación entre los distintos grupos armados, que se aprestan a coordinarse para actuar, de ser necesario, después del primero de julio.

Y para muestra ahí tienen las recientes declaraciones de José Manuel Mireles, el activista de las autodefensas michoacanas quien, sin ser guerrillero, conoce muy bien lo que sucede en las sierras del sur.

Mireles lo dijo fuerte y claro en Radio Fórmula: “El tigre anda suelto… les digo que el tigre ya despertó y no vamos a permitir ningún fraude”.

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