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Renacer o morir

Si el presidente López Obrador se decide, tiene todo para reinventarse a sí mismo y a su gobierno, que tantas esperanzas despertó y hoy navega en la incertidumbre.

Por Ramón Alberto Garza

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El histórico desplome del petróleo a precios negativos es un drama económico de increíbles dimensiones para el planeta y sobre todo para las naciones productoras, México incluido.

Pero para nuestro país y para el gobierno de la Cuarta Transformación, esa debacle global podría transformarse en una oportunidad para replantear una nueva estrategia económica desde la Presidencia de la República.

La ecuación es muy dramática. Vivimos de cinco fuentes de ingresos y tres de ellas ya se nos colapsaron.

El tan anunciado recorte petrolero de la OPEP, y en el que fuimos actores centrales, sirvió de nada en el corto plazo.

El precio del barril de crudo se cotiza hoy en precio negativo. Nada vale el energético. Lo que hace unos años se vendía en 100 dólares el barril, hoy en Texas te lo dan gratis. Pasa a recogerlo.

Sin duda vendrán otros recortes globales buscando estabilizar el mercado, que repuntará cuando superemos la pandemia. Entre septiembre y diciembre. Pero hoy todo es incierto.

Lo único cierto es que mientras el precio del crudo no se recupere, Pemex está de facto en quiebra, como le sucederá a las petroleras que tienen más deuda que reservas.

La petrolera mexicana no podrá cumplir sus compromisos presupuestales, financieros y mucho menos los fiscales. Ni para operar, mucho menos para Dos Bocas.

Superando las coberturas aún vigentes, cada mes que pase, PEMEX dejará de recibir poco más de dos mil millones de dólares.

Las remesas que envían los paisanos mexicanos desde Estados Unidos, y que reportan 36 mil millones de dólares anuales, rebasan los ingresos por petróleo y por turismo, pero también se desplomarán dramáticamente.

Entre los 22 millones de desempleados en los Estados Unidos sobresalen los mexicanos, contratados temporalmente, la mayoría sin un seguro de desempleo. Para ellos no habrá cheque de mil 200 dólares mensuales.

Los envíos de dólares a sus familias en México, en el mejor de los casos, caerán un 40 por ciento. Es decir, dejarán de llegar unos 14 mil millones de dólares en los próximos 12 meses.

Y el turismo, quinto ingreso de divisas con 22 mil millones de dólares anuales, se verá seriamente impactado por la inmovilidad global de turistas, que -solo si se diera pronto la recuperación- volverían a partir de diciembre.

La caída del ingreso turístico este año puede alcanzar los 10 mil millones de dólares, con la consecuente parálisis y el desempleo masivo para Cancún, Los Cabos, Puerto Vallarta, Punta Mita y Huatulco, que viven solo de eso.

El primero y segundo lugar en ingreso de divisas para México –antes que las remesas, el petróleo y el turismo- son las exportaciones manufactureras y la Inversión Extranjera Directa (IED).

La producción manufactura, sobre todo la automotriz, reporta 150 mil millones de dólares y la IED unos 35 mil millones de dólares.

Esos son los dos únicos rubros en los que el gobierno de la Cuarta Transformación puede incidir. Por eso tras los desplomes en exportaciones de crudo, caída de remesas y alejamiento del turismo, la realidad obliga a un cambio radical de la estrategia económica.

Para afianzar inversión extranjera directa, que escaseará por las condiciones globales de la economía, es indispensable respetar reglas del juego y el Estado de Derecho.

Y con cancelaciones como la de la cervecera Constellation Brands o la clausura ilegal de la maquiladora de ventiladores en Tijuana –ambos atropellos en Baja California- la señal que envía el gobierno de la Cuarta Transformación es de desprecio por esa inversión directa, que dudará en venir por lo que resta del 2020 y quizás del sexenio.

Para la industria manufacturera, en especial las cadenas de valor automotriz, tampoco existe un plan de contingencia. Como no lo hay para el 70 por ciento de las pequeñas y medianas empresas responsables del 80 por ciento del empleo.

Además de reducir su monto y volumen por la caída en las ventas de autos en el mundo, los 150 mil millones de dólares que hoy deja ese sector no solo se reducirán significativamente, sino que incluso podrían emigrar a países con mejores oportunidades.

Por eso insistimos que el inquilino de Palacio Nacional puede convertir esta tormenta perfecta de terror sanitario y financiero en su mejor oportunidad para relanzar un programa económico que atienda a la nueva realidad.

Lo que hasta ayer existía es ya irrelevante. Todo lo que se trazó desde el arranque de este gobierno es inservible. Los presupuestos de ingresos y egresos están rebasados.

Si el presidente López Obrador se decide, tiene todo para reinventarse a sí mismo y a su gobierno, que tantas esperanzas despertó y hoy navega en la incertidumbre.

Si ignora las señales y se aferra al viejo y obsoleto plan, el colapso nacional será inevitable. No habrá dinero ni para alimentar a los pobres o darle su pensión a los adultos mayores.

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