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¡Que alguien me explique!

PEMEX: la buena y la mala

Si se insiste en sostener la estrategia autosuficiente de Pemex, su futuro inmediato es tan negro como el crudo que extrae de las entrañas del planeta

Por Ramón Alberto Garza

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En su conferencia mañanera del miércoles, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que renegoció con la empresa Braskem-Idesa -filial de Odebrecht- los ventajosos contratos que a su favor se firmaron en los sexenios pasados.

Esos acuerdos le estaban costando a Pemex 147 millones de millones de dólares en penalizaciones, por incumplir el suministro de gas etano, en una sangría al Erario que estaba pactada por más de 20 años. Bonito negocio. ¿Para quién?

Pero lejos de entrar en un pleito legal que tomaría años, el gobierno de la Cuarta Transformación se sentó a negociar y logró lo que se presume es un buen arreglo de lo que podría haber sido un muy largo, costoso y mal pleito.

El contrato original obligaba a Pemex a suministrar a Braskem-Idesa 66 mil barriles diarios de gas etano durante 20 años.

Bajo el nuevo acuerdo, baja a 30 mil barriles diarios y solo por tres años. Menos de la mitad de la obligación original y siete veces menos tiempo del que en principio se pactó. Nada mal.

La obligación de suministro firmada originalmente tenía prórrogas de hasta 15 años adicionales. El nuevo contrato dice que, a partir del 2024, ya no hay obligación de suministro. La sangría se limita a tres años. Ojalá que el paciente sobreviva.

Además, Pemex apoyará a la empresa a construir una terminal portuaria para la importación de su gas y también se obliga a darle el primer derecho de compra sobre el gas etano que la paraestatal mexicana no utilice.

Es un acuerdo digno de aplauso, que debería de tomarse como ejemplo de cómo sentarse a la mesa de todos los contratos considerados como leoninos en materia energética.

Nadie en el mundo de los negocios come lumbre y si se replantea un acuerdo decente -como sucedió con el de Braskem-Idesa- será un ganar-ganar para todos.

¿Podría repetirse la fórmula renegociadora en las decenas de contratos de energía que inversionistas nacionales y extranjeros tienen, tanto con Pemex como con la CFE? Evitaríamos largos y costosos litigios.

Pero en medio de esa buena noticia de Pemex, aparece una mala, muy mala decisión de la dirección de la paraestatal petrolera para cancelarle el contrato a Fitch Ratings.

Esa calificadora de riesgos hacía la trilogía con Standard & Poor’s Global y con Moody’s para revisar cada año el grado de inversión sobre Pemex.

El pretexto oficial que dio Octavio Romero en la mañanera fue que la obligación de la paraestatal es ser auditada por dos calificadoras, no por tres. Y que eso ahorraría 350 mil dólares al Erario.

La verdad parece ser distinta a la que da el director de Pemex.

De las tres calificadoras acreditadas, Fitch Ratings es junto con Moody’s la que más severamente cuestiona las finanzas de Pemex y le otorga la peor calificación.

Para Fitch Ratings, la deuda de Pemex califica con BB- y para Moody’s con Ba2. Ambas calificaciones se ubican en el umbral de lo que se dan en llamar “bonos basura”.

El mensaje es claro: que nadie compre deuda de la paraestatal mexicana y que la que tengan se deshagan de ella porque puede entrar insolvencia.

Standard & Poor’s Global, en cambio, califica la deuda de Pemex de BBB+ a BBB, lo que todavía entra en la zona de retener la inversión porque es viable.

Curiosa diferencia, porque si a los números fríos nos atenemos, no entendemos quién buscaría invertir en bonos de una petrolera como Pemex, la más endeudada del mundo.

Solo para que tengan una idea, los créditos que tiene la paraestatal superan los 100 mil millones de dólares. Y si se pagaran con las utilidades Ebitda que registró el año pasado tardarían 140 años en pagar esa deuda. ¿Alguien viviría para contarlo?

Lo que hizo Pemex al cancelar el contrato de Fitch Ratings fue cancelarle a la calificadora el derecho de encender todavía más los focos rojos sobre lo que todos en el sector energético global temen: que Pemex se declare en quiebra.

Y de paso, Pemex envió el mensaje a las otras dos calificadoras para que moderaran su ímpetu, porque están en todo su derecho de recontratarlas o reemplazarlas por otras calificadoras internacionales.

Es una decisión tan absurda, que se compara con desacreditar o esconder la mala calificación de tus hijos, despidiendo al maestro. ¿Y ahora, quién me reprueba?

Que bien que Pemex renegociara el contrato con la filial de Odebrecht, aunque esperamos que concluyan las investigaciones para ver quién fue el funcionario de altísimo nivel que autorizó este latrocino al Erario nacional. Y a cambio de qué.

Y que mal que Pemex castigue con la cancelación de un contrato a quien no se presta a jugar su juego de hacerle creer al mundo que sus rojas finanzas todavía son viables.

Si se insiste en sostener la estrategia autosuficiente de Pemex, su futuro inmediato es tan negro como el crudo que extrae de las entrañas del planeta.

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