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¡Que alguien me explique!

Otra burla de Ancira

Unilateralmente, Alonso Ancira busca desconocer dos acuerdos que le permitieron salir en libertad y que hoy se vislumbran como una burla, un engaño más al presidente Andrés Manuel López Obrador, quien en su momento celebró lo pactado

Por Ramón Alberto Garza

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Una vez más, Alonso Ancira vuelve al engaño, al fraude y a los litigios, legales y mediáticos.

El personaje que en 1999 declaró a Altos Hornos de México en quiebra, que por 17 años congeló adeudos por 2,300 millones de dólares lesionando a Bancos y a proveedores, el que huyó de México buscando refugio en Israel…

El mismo Ancira ligado a Odebrecht y que sobornó a Emilio Lozoya para la compra fraudulenta de Agronitrogenados, el que huyó a España de donde fue extraditado, encarcelado en México durante tres meses para salir en libertad tras obligarse a restituir al gobierno el dinero mal habido y firmar la venta de Altos Hornos de México…

Ése es el personaje que busca, unilateralmente, desconocer dos acuerdos que le permitieron salir en libertad y que hoy se vislumbran como una burla, un engaño más al presidente Andrés Manuel López Obrador, quien en su momento celebró lo pactado.

Un acuerdo, el firmado el 14 de abril del 2021 y en el cual vendía el 55 por ciento de sus acciones de Grupo Acerero del Norte a la Alianza Minerometalúrgica, liderada por el empresario Julio Villarreal, y que asumía el control de las acciones de la familia Ancira, en el Grupo Acerero del Norte.

Dos, el que invalidaría el acuerdo para repagar 216 millones de dólares por la venta fraudulenta a Pemex de la empresa Agronitrogenados, gracias a lo cual, goza hoy de libertad.

Simplemente, el 24 de agosto ni Ancira ni representante alguno acudió al acto para constituir el fideicomiso que garantizaría el pago de ese adeudo. ¿Se reactivará su orden de aprehensión?

Pero nada de eso es novedad. Es el estilo personal de Alonso Ancira, un muy cuestionado abogado, convertido en empresario, que hace del litigio su mejor arma y del uso de los medios su mejor escudo.

Siempre en el centro de la controversia, su estrella empresarial brilló cuando en 1991, en el sexenio privatizador de Carlos Salinas, se hizo por 145 millones de dólares de Altos Hornos de México.

Y esos 30 años como empresario, llevó a la quiebra a esa acerera, enfrentó litigios millonarios con cientos de acreedores a los que les suspendió pagos por 2,300 millones de dólares y se enfrascó en largos litigios con Bancomer, Banamex, Inverlat y Bank of America.

Frente a la amenaza de perder su libertad, Ancira se decretó entonces un autoexilio en Israel, solo para volver años después a México -cuando los precios del acero se dispararon- buscando relanzar su conglomerado con el nombre de “El Fénix”, el que resurge de las cenizas en pleno sexenio peñista.

Pero esa estrella intermitente se eclipsó cuando en 2019 se revelaron los detalles de la corrupta venta a Pemex de Agronitrogenados, otra de las empresas que Ancira se granjeó en los años de las privatizaciones.

Agronitrogenados es un consorcio productor de fertilizantes que, al momento de ser vendido en 2014, tenía un valor inferior a los 58 millones de dólares. El Pemex que dirigía su amigo, Emilio Lozoya, acabó pagándole 275 millones de dólares.

Por ese favor, el director de la paraestatal recibiría de Ancira una “gratificación” de 3.5 millones de dólares, que le fueron depositados a la empresa Tochos Holding, en la que figuran como accionistas, familiares de Lozoya.

Cuatro años después de aquella operación, el gobierno de la Cuarta Transformación exhibió el fraude y, tanto Alonso Ancira como Lozoya, huyeron de México.

Uno se refugió en España y el otro vivió a salto de mata entre Rusia, Alemania y España.

Ancira fue finalmente capturado, el 28 de mayo de 2019, en Palma de Mallorca y extraditado a México en donde pasó tres meses en el Reclusorio Norte, antes de llegar a un acuerdo para reparar el pago de 216 millones de dólares en tres exhibiciones, entre 2021 y 2023.

A la par de ese acuerdo, Alonso Ancira firmó la venta de su posición mayoritaria del Grupo Acerero del Norte, controlador de Altos Hornos de México, a la Alianza Minerometalúrgica Internacional, liderada por el empresario acerero y también banquero Julio Villarreal.

Todo lucía viento en popa, hasta que los precios del acero -entre diciembre del 2020 y julio del 2021- se dispararon en un 100 por ciento. De 700 dólares se fue a mil 400 dólares la tonelada.

La ambición se despertó en Ancira, quien mediante argucias legales y reclamos de presuntos incumplimientos no especificados, anunció el 25 de agosto con un simple comunicado, sin detalles, la cancelación unilateral de la venta.

Con los mejores precios del acero, vinieron tentaciones de otras acereras para comprar lo que ya está firmado con la Alianza Minerometalúrgica Internacional.

Pero un cuestionamiento central es ¿por qué Ancira busca aferrarse a la presidencia del Consejo de Administración, si se considera que desde que se enlistó en la Bolsa Mexicana de Valores, la empresa no ha pagado un solo dividendo a los accionistas?

La respuesta es que, a pesar de la quiebra y los malos resultados, Ancira se paga a sí mismo salarios desorbitados, con los cuales financia su peculiar estilo de vida. Y no quiere renunciar a ellos.

Pero también, el cuestionado empresario utiliza Altos Hornos de México como su caja chica, para pagar sus juguetes lujosos, así como sus viajes y los de su familia, que ninguna relación tienen con la empresa.

Mas aún, abundan en Monclova las denuncias de los negocios entre amigos y familiares, con los que Ancira se beneficia a costa de trabajadores, accionistas y acreedores.

A pesar de ser empresa pública, en la proveeduría de la compañía escasean las licitaciones de por medio.

Un ejemplo es el de Combustibles Masal, la principal distribuidora de diésel que tiene Altos Hornos de México que, aprovechando su cercanía con Jorge Ancira, director adjunto de Administración y Finanzas, no solo tiene el monopolio de esa proveeduría, sino que logra que sus pagos sean inmediatos y al contado.

Con Ancira, al igual que con Lozoya, el gobierno de la Cuarta Transformación está en un predicamento.

Permitir que confesos, acusados de ilícitos, se burlen de los acuerdos pactados, gracias a los cuales gozan de libertad, o frenar la burla haciendo valer lo que hace seis meses firmaron y hoy no solo incumplen, sino que arbitrariamente los quieren desconocer.

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