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No son iguales: Peña fue mejor

Lo cierto es que, el presidente López Obrador, no les da la cara a los guerrerenses, como en el 2013 sí se las dio su antecesor, Peña Nieto, en circunstancias similares

Por Ramón Alberto Garza

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¿Quieres ver las imágenes de un presidente de México atendiendo, en Acapulco, el drama de los damnificados de un huracán?

Pues aquí las tienes. Son las imágenes del presidente Enrique Peña Nieto, tomadas el 16 de septiembre de 2013, cuando el huracán Ingrid azotó las costas de Guerrero.

El mandatario presidió, en aquel entonces, en la Ciudad de México el desfile de la Independencia y tras una evaluación de los destrozos de Ingrid y de la tormenta tropical Manuel, se fue de inmediato con medio Gabinete a Acapulco para encabezar el rescate. Y allá pernoctó dos días.

Eran los días de Ángel Aguirre como gobernador y de Luis Walton como alcalde del puerto. Peña Nieto llegó acompañado de Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación; Rosario Robles, secretaria de Sedesol; Gerardo Ruiz Esparza, secretario de Comunicaciones, y David Korenfeld, director de Conagua.

Otra historia muy distinta a la que se vive hoy con el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien insiste en sus mañaneras que ya fue a Acapulco. Pero no exhibe evidencia alguna. Ninguna fotografía, más allá de la que muestra al jeep militar atascado en el lodo de la Autopista del Sol, muy lejos de Acapulco.

Lo que se hace evidente es que el huracán Otis rebasó al inquilino de Palacio Nacional, quien está tan asfixiado en sus fantasías y en sus mentiras, que cree que engaña con facilidad a su pueblo bueno y sabio. Se equivoca.

A nadie escapa que el mandatario demoró, al menos, 10 días para irse a asomar al drama de Acapulco. Y si acaso el martes finalmente se dio la vuelta -no existe evidencia-, fue porque las presiones de la población estaban ya desbordadas. Pero no se le vio en las calles como a Peña Nieto.

Fue increíble el desorden, la ausencia de autoridad local, estatal y federal, además de los saqueos a tiendas departamentales que fueron orquestados por el crimen organizado y realizados con toda impunidad. El robo no era de alimentos, sino de electrónicos. Tierra de nadie.

Es increíble que el gobernante que se autonombra el más cercano a su pueblo, el que se pregona el segundo más popular del mundo, no tenga ni la sensibilidad ni la empatía para acudir al lado del dolor del pueblo guerrerense en desgracia.

Y en medio del drama prefirió ir los días de la tragedia a Monterrey, al Estado de México o a supervisar por enésima ocasión el Tren Maya, antes que ponerse a encabezar la limpieza y reconstrucción de una ciudad gobernada por morenistas, en un estado dominado por morenistas.

Ante esa triste realidad, sus discursos de su cercanía con los desposeídos se desploman y los pobres resultados de la reconstrucción sólo vienen a refrendar el desorden en lo que terminó el gobierno de la Cuarta Transformación.

¿En dónde estaban la Guardia Nacional, el Ejército mexicano o la Marina, cuando cientos de afligidos acapulqueños captaban con las cámaras de sus teléfonos celulares el abierto pillaje de pantallas de televisión, equipos de sonido, refrigeradores, microondas y enseres domésticos?

Lo cierto es que, el presidente López Obrador, no les da la cara a los guerrerenses, como en el 2013 sí se las dio su antecesor, Peña Nieto, en circunstancias similares.

Quizás porque el inquilino de Palacio Nacional le teme a la iracunda reacción del pueblo bueno y sabio, frente al torpe manejo de esta tragedia, que devastó al centro turístico. No quiere salir a la calle para no enfrentar las reacciones que abundan en las redes sociales contra él y contra su gobierno de la Cuarta Transformación.

En lo único que sí tiene razón el presidente López Obrador es en aquello que repite una y otra vez de que “no somos iguales”. Al menos su antecesor, el priista Enrique Peña Nieto, era diferente. Él sí salió a darle la cara a sus dolidos ciudadanos de Acapulco.

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