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¡Que alguien me explique!

Un presidente petrificado

Insensible, negado o petrificado. Cualquiera que sea la respuesta, la reacción del presidente López Obrador frente a la descomunal tragedia de Acapulco y de Guerrero no fue la del líder que presume que es. La del hombre preocupado por su pueblo bueno y sabio

Por Ramón Alberto Garza

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¿Qué es más importante y urgente para el presidente Andrés Manuel López Obrador? ¿Dos giras por Nuevo León y Estado de México para cortar listones de obras… o hacerse presente como el líder que se espera, frente al drama para encabezar el rescate de Acapulco tras los embates del huracán Otis?

La respuesta es obvia, pero está claro que no es así para el inquilino de Palacio Nacional, quien eligió irse a Nuevo León para echar a andar uno de los diez generadores del acueducto de  la presa El Cuchillo, mientras en Guerrero se vive, no solo el caos con cientos de miles de ciudadanos sin alimento, ni empleo, ni hogar, que solo tienen como opción de sobrevivencia el saqueo, sino también el drama de nulos servicios de agua, energía eléctrica, telecomunicaciones y combustibles.

Insensible, negado o petrificado. Cualquiera que sea la respuesta, la reacción del presidente López Obrador frente a la descomunal tragedia de Acapulco y de Guerrero no fue la del líder que presume que es. La del hombre preocupado por su pueblo bueno y sabio.

Pobre, muy pobre fue su actitud frente al enorme drama de los cientos de miles de guerrerenses que lo perdieron todo, o casi todo, con un huracán Otis que, aunque se dice que no se esperaba, desde las seis de la tarde del día que se pronosticaba su entrada a Acapulco ya se tenía la certeza de que se desplazaba con vientos superiores a los 200 kilómetros por hora. El gobierno debió dar la alerta para evacuar el puerto, pero se confiaron.

La primera gran pifia presidencial fue el decirnos a los mexicanos, doce horas después de que el meteoro azotó las costas de Guerrero, que no tenía información por la falta de comunicaciones. Mentira. Para cuando salió a la Mañanera, el mandatario ya sabía que era un enorme drama, pero prefirió callarlo y continuar con su agenda prioritaria de ataques contra el Poder Judicial y presumiendo sus índices de popularidad.

El segundo resbalón: el Presidente aceptó un traslado por tierra a sabiendas de que en la carretera de El Sol abundaban los deslaves y estaba intransitable. Por más que quiera justificar la vergonzosa escena de atascarse en el lodo con el vehículo del Ejército, lo cierto es que los servicios de inteligencia mexicanos colapsaron y fueron incapaces de alertarlo de la imposibilidad del tránsito por tierra. Y la peor vergüenza es que los secretarios de la Defensa, de Marina y de Seguridad están ahí, junto al mandatario, indefensos y sin información. Y a menos de que haya sido un show premeditado, lo expusieron.

¿Saben por qué no se contaba con la suficiente información de lo que sucedía en Acapulco? Pues porque el gobierno de la Cuarta Transformación tenía suspendidos, por falta de pago, algunos de sus más importantes servicios satelitales para el Ejército y la Marina. Fue necesario habilitar de emergencia algunas antenas del sistema satelital Starlink, de Elon Musk, para comenzar a recibir la información sobre lo que de verdad estaba sucediendo.

Tercer dislate: el presidente López Obrador mostró cero empatía con la magnitud del drama y con sus damnificados al decir en la Mañanera de ayer viernes: “Creo que tuvimos suerte. La naturaleza, el Creador, nos protegió, aún con la furia del huracán”. ¿Suerte? Eso solo lo puede decir alguien desinformado, que no vio las escenas de destrucción, desesperación y muerte de los guerrerenses luchando por sobrevivir, en medio de sus hogares destruidos. Que vaya el mandatario a convencerlos que “tuvieron suerte”.

Cuarto traspiés: que, en medio del drama, el inquilino de Palacio Nacional no tenga la empatía para ir a Acapulco a encabezar, aunque sea por unas horas, las tareas de rescate y reconstrucción, pero sí para anunciar que se trasladará hoy sábado a Nuevo León, donde su candidato palero, el gobernador “licenciado” Samuel García, echará a andar otro generador del acueducto de la presa El Cuchillo. ¿Cuántas inauguraciones más habrá de esa obra inconclusa?

El quinto revés: que se ordenara al Ejército prohibir el libre tránsito hacia Guerrero, confiscando toda la ayuda privada que estaba entrando a Acapulco. La orden era que fuera solo la Guardia Nacional la que repartiera esos víveres. En medio de la emergencia, que no quieren que se conozca, que no quieren que se sepa, las imágenes del drama abundan en las redes sociales. Ya nada se puede ocultar.

¿Tendrá idea el presidente López Obrador de la dimensión del reto que su inepto gobierno tiene enfrente para reconstruir al devastado Acapulco y sus poblaciones guerrerenses aledañas? No existen postes de luz en pie y la CFE anuncia que si bien les va tardarán dos meses en restablecer el servicio. Nada de hoteles, nada de departamentos en pie, nada de trabajo para cientos de miles que habitan en una ciudad que vive del turismo. ¿De qué van a sobrevivir en medio de tantas carencias? ¿Dónde está el cuarto de guerra para sortear la descomunal crisis?

¿De dónde saldrán los recursos para financiar la reconstrucción? ¿De verdad cree el presidente López Obrador que con lo que se ve a simple vista serán suficientes 500 o mil millones de pesos para compensar al desaparecido Fonden?

Si el hombre que se dice creador de la Cuarta Transformación no recapacita y dimensiona el tamaño de la tragedia de Otis, correrá la misma suerte que la condena a la falta de acción que se ganó el gobierno de Miguel de la Madrid frente al sismo de 1985, en la Ciudad de México.

Y el caos que sobrevenga a esa población guerrerense en desgracia quizás se convierta en el Ayotzinapa de este sexenio.

Pregunta final: ¿De verdad creen que fueron solo 27 los muertos por el flagelo del huracán Otis?

No sabemos cuántos cadáveres más aparecerán en Acapulco, pero sin duda, uno de sus principales damnificados duerme sin remordimiento alguno en Palacio Nacional.

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