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¡Que alguien me explique!

No mentir, no traicionar, no contagiarse

AMLO ya registra dos contagios por Covid, uno el 24 de enero del 2021 y el otro el 10 de enero del 2022. Está claro que la conseja presidencial de no mentir, no robar y no traicionar no ayudaba a evitar el contagio. ¿O sí?

Por Ramón Alberto Garza

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“No mentir, no robar y no traicionar ayuda mucho a que no dé coronavirus”.

Esa fue la advertencia que el 4 de junio del 2020, entrando a la cúspide de la primera ola, lanzó el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Desde aquel día, el inquilino de Palacio Nacional ya registra dos contagios, uno el 24 de enero del 2021 y el otro el 10 de enero del 2022.

Está claro que la conseja presidencial de no mentir, no robar y no traicionar no ayudaba a evitar el contagio. ¿O sí?

Pero esa desafortunada frase, que hoy se recuerda con sorna, es el claro ejemplo más de la superficialidad con la que el gobierno de la Cuarta Transformación viene enfrentando la pandemia.

Todo son ocurrencias, todo son improvisaciones, todo son “otros datos”, todo son otros remedios, todo es la estrategia fallida de un seudo científico llamado Hugo López-Gatell, quien se ubica en la antesala del genocidio.

Solo baste asomarse a la secuela de hechos que sucedieron desde que el presidente López Obrador anunció el pasado lunes, a las 07:42 horas en La Mañanera, que amaneció ronco y que seguramente era una gripe.

“Amanecí ronco. Me voy a hacer la prueba más tarde, pero yo creo que es gripe. De todas maneras, a cuidarse”.

Y a pesar de la sospecha de contagio, no mostró cuidado ni responsabilidad para usar un cubrebocas, que ante la eventualidad de que estuviera contagiado -como más tarde se confirmó- protegiera a todos aquellos que convivieron con él durante la conferencia matutina.

Soberbia, irresponsabilidad y falta de respeto del mandatario frente a Claudia Sheinbaum, Ricardo Sheffield y Jesús Ramírez, quienes lo acompañaban en La Mañanera.

Doce horas más tarde, a las 07:05 pm, el presidente López Obrando envió un tuit para confirmar lo que se sospechaba: estaba contagiado.

“Informo a ustedes que estoy contagiado de #COVID 19 y aunque los síntomas son leves, permaneceré en aislamiento y solo realizaré trabajo de oficina y me comunicaré de manera virtual hasta salir adelante”.

Pero poco duró el “aislamiento” y en La Mañanera de ayer martes 11, el presidente se hizo presente a través de un video para reportar que se encuentra bien, a pesar del contagio, solo con ardor de garganta, ronquera y dolor de cuerpo.

“Me estoy tomando paracetamol y me estoy sintiendo bastante bien, afortunadamente no vamos a necesitar hospitalizarnos. Yo diría que este virus va de salida, no va a los pulmones. Hay que seguir haciendo nuestras actividades, desde luego, cuidándonos, pero no alarmarnos”.

Y en el mismo video, y evidentemente ronco, por primera vez el mandatario anunció, contra sus prédicas anteriores, que utilizaría el cubre bocas.

“Me voy a poner el cubrebocas. No lo estoy haciendo ahora, pero voy a seguir en mis labores, y lo más importante, es echarnos para adelante y tenemos como protección al Creador, a la ciencia y las ganas de vivir para llevar a cabo la transformación de México”.

Pero la intentona del presidente López Obrador y la de su secretario de Salud fue la de evitar que cundiera el pánico entre la población, frente a los embates de la cepa Ómicron.

Jorge Alcocer dijo que los síntomas que presenta el presidente no durarían más de una semana y podría reincorporarse a sus labores el próximo lunes.

El epidemiólogo Hugo López-Gatell no apareció a cuadro, a pesar de sus reconocidas ansias de protagonismo. Su jefe, el secretario de Salud, dijo que el controvertido responsable de la estrategia contra la pandemia se había hecho una prueba y tenía otra infección de carácter viral. Pero no especificó cuál.

Y como si el contagio fuera un asunto de Estado, el presidente López Obrador acusó recibo en su video de ayer, diciendo que se mostraba para que el pueblo no se espantara.

“Estoy ronco, afónico, pero fíjense que bien, este mensaje es para informar cómo me encuentro, pero también para transmitirles mi experiencia, con el propósito fundamental de que no nos espantemos”.

Y mientras la estrategia de que no cundiera el pánico se trazaba desde Palacio Nacional, en Nuevo León, la secretaria de Salud anunciaba un nuevo pico de hospitalizaciones.

Alma Rosa Marroquín anunció que se elevaron en 23 por ciento el número de pacientes hospitalizados, y que el número de contagiados que demandaron ventilación mecánica también había aumentado.

La estratega sanitaria de Nuevo León advirtió, claramente, que todavía no se alcanzaba el pico máximo, advirtiendo que vendría en cualquier momento un incremento acelerado por Ómicron.

Esta fotografía de dimes y diretes presidenciales, de afanes de minimizar lo inocultable, de intentar decir que nadie se alarme, es la que nos tiene como el país número uno del mundo en mortandad por cada 100 mil habitantes.

Y de aquella frase célebre solo hay que recordar que, desde la Cuarta Transformación, nos vienen mintiendo sobre el verdadero número de contagios y muertes, nos roban con sus datos optimistas de la pandemia, la posibilidad de crear conciencia y traicionan su juramento de servir a la Patria. Pronto la Nación se los demandará.

Por lo pronto, somos una de las pocas naciones en las que su presidente -quien siempre rehuyó el encierro, quien no usa cubrebocas, quien nunca suspendió giras, quien minimiza la pandemia- ya padece el segundo contagio. ¿Tendremos que esperar a que la tercera sea la vencida?

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