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29 de noviembre 2017

¡Que alguien me explique!

Meade y Colosio

Para los priistas más tradicionales, los de la llamada Nomenklatura -algunos de los que fraguaron el magnicidio de Colosio- la Opción Meade no es tan tersa

Por Ramón Alberto Garza

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A Luis Donaldo Colosio,

a los 24 años de su destape

Salvo que en el camino a la postulación final no aparezca una oposición priista tradicional, feroz y efectiva, el no priista José Antonio Meade ya es el candidato del PRI a la presidencia en 2018.

Sin duda la mejor opción política si el establishment en el poder busca una oportunidad, así sea remota, de mantener las llaves de Los Pinos.

Pero para los priistas mas duros y tradicionales, los que califican dentro de la llamada Nomenklatura -algunos de los cuales fraguaron el magnicidio de Luis Donaldo Colosio- la Opción Meade no es tan tersa.

Vivimos de cerca en 1993 el destape de Colosio aquel 28 de noviembre, en el que se despertaron las suficientes  esperanzas de que un priista no tradicional como Luis Donaldo pudiera intentar cambiar el destino de la nación.

Hace 24 años Carlos Salinas de Gortari también jugó su carta. Y aquellas élites partidistas que vieron amenazados sus privilegios le jugaron la contra.

Primero descalificando al candidato, luego enrareciendo el ambiente político y tras aquel sacudidor discurso de 6 de marzo, perpetrando el complot que lo asesinaría.

Los tiempos de hoy no son muy distintos. Incluso son peores por la creciente influencia de los cárteles, de la droga, del huachicol o de las constructoras.  Y la mayoría de los personajes de aquella Nomenklatura sobreviven incrustados en el poder que les da el controlar sus millonarias ganancias.

Por eso superadas las celebraciones del destape, de la visita a los tres templos –CTM, CNC y CNOP- José Antonio Meade debe ser lo suficientemente inteligente y astuto para evitar que repetir aquel encontronazo de 1994.

Su primer reto como no-priista será el de convencer a los priistas mas recalcitrantes que sin un perfil como el suyo,  el tricolor no tendría posibilidad alguna de conservarse en Los Pinos.

La llamada Nomenklatura es soberbia, pero no estúpida. Y menos frente a lo que consideran una amenaza tan real y amenazante a sus intereses como lo sería el triunfo de Andrés Manuel López Obrador o del Frente Amplio Ciudadano.

Pero los priistas tradicionales están nerviosos con su propio partido. Piensan que el PRI que sobrevive en el naufragio depende demasiado de sus alianzas con el PAN de la colusión –el de Fox y Calderón-, de una sola casa de estudios –el ITAM- y de una familia política anacrónica y viciada como es la de Atlacomulco.

Por eso Meade deberá cuidar los dichos y medir sus decires. Colosio lo entendió demasiado tarde. Y pagó con su vida las provocaciones que le sembraron, obligándolo a que se deslindara a destiempo del sistema y de las familias que todo lo controlaban. No pasó la prueba.

Si de aquí a febrero, en que se oficialice la candidatura,  Meade sobrevive a la marejada de intereses, insidias, tropezones e intrigas que vendrán desde adentro de su no-partido, sólo entonces podrá proclamarse candidato.

Y a partir de ese momento comenzará la verdadera batalla. La de desafiar a una oposición que arrancará muy adelantada y la de reconvertir a un electorado harto y desilusionado de un PRI que con su regreso prometió lo que jamás pudo cumplir.

Por ahora a pisar suave, que la capa de hielo sobre la que se camina es frágil. Tanto como lo fue aquella en la que se hundió el Proyecto Colosio.

 

 

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