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¡Que alguien me explique!

Solo “lo público” está en Chino

Si el presidente López Obrador de verdad quiere un futuro para nuestro país, debería enviar una misión de alto nivel a China.

Por Ramón Alberto Garza

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Ant Group es una corporación que desarrolla aplicaciones de pago y servicios financieros para Alibaba, el minorista en línea que desde China está desafiando al gigante norteamericano Amazon.

Creadas ambas corporaciones chinas por el visionario Jack Ma, Ant es una aplicación que le permite a mil millones de chinos invertir en fondos de inversión, comprar seguros, pagar servicios, acceder a créditos y buscar ofertas de negocios locales.

En pocas palabras, Ant es una red digital que conecta a los pequeños consumidores e inversionistas con negocios pequeños, Bancos y servicios financieros pequeños, facilitando que entre ellos se hagan más y mejores negocios.

Buscan que esos marginados de la modernidad tengan acceso, gracias a la tecnología, a un mundo que hasta ahora les era negado por las grandes corporaciones. Las de consumo y las financieras.

Pues la novedad es que Ant podría convertirse en la primera corporación en reunir más de 34 mil millones de dólares al salir a Bolsa, lo que colocaría su valor total por encima de los 300 mil millones de dólares.

Solo para alcanzar a dimensionar el impacto de Ant, sus 17.6 mil millones de transacciones en línea al año equivalen a todas las operaciones globales de Visa y Mastercard en su conjunto.

Ponemos el caso de Ant sobre la mesa, porque el valor que esa empresa –hasta hace pocos años inexistente- le está imprimiendo dinamismo al comercio y a las finanzas en China, una nación que presume su ideología socialista, convertida hoy en un detonador global de tecnologías de punta desarrolladas desde su sector privado.

Su gobierno socialista, incluso autoritario, lejos de inhibir la expansión privada la alienta, porque sus líderes tienen claro que del éxito de lo privado depende el éxito de lo público. Para saber eso no hacen falta consultas ni revocaciones de mandato.

¿Imaginan la cantidad de impuestos que los miles de millones de transacciones comerciales y financieras operadas a través de Ant le están generando al erario chino?

El caso de Ant aparece justo en el momento en que en México, el presidente Andrés Manuel López Obrador declara que su responsabilidad es velar por la salud de las empresas públicas, no las privadas.

“A nosotros no nos interesan los negocios privados, nos interesan los negocios públicos. Los únicos negocios a los que se les debe dar toda la atención es a los negocios públicos. Porque nosotros somos servidores públicos, el gobierno no es un comité al servicio de grupos privados, de particulares, de corporaciones, de Bancos, de empresas…”

Peca el mandatario de simplismo, incluso de ingenuidad y de miopía política, al establecer una frontera radical y extrema entre lo público y lo privado.

Como presidente de la Nación su obligación es velar por el bienestar de todas las empresas, de las públicas y de las privadas, porque la sensatez advierte que lo que es público impacta en lo privado y lo privado invariablemente afecta a lo público.

Si las empresas privadas son lesionadas por las políticas públicas, se cae en el riesgo de que no triunfen, de que incluso fracasen, desapareciendo empleos, dejando de pagar los impuestos que el Gobierno demanda para su funcionamiento.

¿Sirve de algo que el presidente se preocupe solo de Pemex o de la CFE, si no existen empresas privadas sanas que consuman sus energéticos, pagándolos a precios con los que puedan competir globalmente?

El que se esté buscando “la salud” de una empresa pública como Pemex -a cualquier precio- nos exige a los mexicanos que paguemos los combustibles un 40 por ciento más caros que cruzando la frontera, en los Estados Unidos. Se cuida a la empresa pública a costa de desgraciar a todos los consumidores privados.

Y ni con ese sobreprecio -empleado como mecanismo de recaudación fiscal- Pemex puede reportar buenos números.

Todos como ciudadanos pagamos los platos rotos de esa ineficiencia, de ese defender a cualquier precio “la salud” de una empresa pública mal manejada o que agoniza. Así sea por los enormes errores y corruptelas del pasado.

Si el presidente López Obrador de verdad quiere un futuro para nuestro país, debería enviar una misión de alto nivel a China.

Ahí verá lo que significa alentar a corporaciones privadas que con su libertad para emprender levantaron a esa nación hasta convertirla en un gigante de la tecnología, de las finanzas y -por supuesto- de la producción industrial.

Que investiguen, por ejemplo, como es que en el 2018, el año en que entró México a la Cuarta Transformación, en China ya estaban en la enésima revolución, generando un “Unicornio” –empresa valuada en más de mil millones de dólares- cada cuatro días.

China, la socialista, puede presumirle al mundo contabilizar 131 “unicornios” que tienen un valor combinado de 487 mil millones de dólares.

Si el presidente López Obrador envía esa misión a China, se daría cuenta que para un líder como Xi Jinping, los desvelos cuentan igual para sus empresas públicas que para sus privadas. Todas están bajo la bandera de China.

Pero, ¿qué podemos hacer, cuando en el gobierno de la Cuarta Transformación se discute si invierten o no en tecnología, bajo al argumento falaz y absurdo de que ni el Cura Hidalgo ni Benito Juárez necesitaron de una computadora para hacer Patria?

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