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23 de noviembre 2018

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La tormenta que viene

La tormenta perfecta que se avecina al finalizar el 2018 y el comienzo del 2019 es una que no tiene nada que ver con lo que diga o deje de hacer Andrés Manuel López Obrador

Por Ramón Alberto Garza

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Mientras los mexicanos y el nuevo gabinete debatimos sobre la cancelación del nuevo aeropuerto, las comisiones de los bancos, el perdón a los corruptos o la reivindicación de la mafia del poder, perdemos de vista una tormenta que se avecina.

Y contra lo que intenten decir los malquerientes de la Cuarta Transformación, esos negros nubarrones poco tienen que ver con lo que diga o deje de hacer Andrés Manuel López Obrador.

La tormenta perfecta para un pésimo debut económico del gobierno que se estrena el primero de diciembre viene de fuera. Es una tormenta global.

Lo peor es que por mas que se intente ubicar en factores externos el diluvio que nos amenaza, difícilmente el ciudadano de la calle, el que no entiende de entornos económicos, solo concluiría que las cosas se pusieron peor para sus bolsillos a partir de que Morena entró al Palacio Nacional.

La tormenta que se avecina tiene dos ingredientes que combinados son mortales. Se nos están desplomando los ingresos y no están aumentando los egresos.

La caída de los ingresos viene por el desplome de los precios del petróleo. Hasta hace unos días aplaudíamos que el crudo hubiese recuperado el año pasado su precio para beneficio de las finanzas nacionales.

Hace apenas seis semanas, el 4 de octubre, el precio del barril andaba casi en los 78 dólares. Para el 20 de noviembre, apenas superaba los 57 dólares.

Considerando el nivel de exportaciones mexicanas de crudo, nos estarían dejando de entrar casi 24 millones de dólares diarios. Y si lo anualizamos la pérdida sería de 8 mil 550 millones de dólares.

Esa diferencia equivale al 43 por ciento de todos los ingresos petroleros referidos a lo que venimos en el 2017. Para ponerse a temblar, aunque presumamos coberturas petroleras.

Para dimensionar el golpe, traducido a pesos y si el precio no bajara mas, los ingresos petroleros se reducirían el próximo año en 173 mil millones de pesos anuales. La mitad del costo ya inflado del nuevo aeropuerto de Texcoco.

Pero a esa caída en los ingresos hay que sumarle el otro factor para ensombrecer todavía mas el panorama: el alza de las tasas de interés a nivel internacional, lo que de inmediato encarece lo que pagamos por el servicio de nuestra creciente deuda externa… y la interna también.

De acuerdo a los criterios generales de la política económica de Hacienda, en este 2018 vamos a terminar pagando 654 mil millones de pesos por concepto de intereses de la deuda.

Para el 2019, el primer año de gobierno de López Obrador, ese pago se proyecta en 713 mil 842 millones de pesos. Es decir, casi 60 mil millones de pesos mas.

Pero eso es con las tasas actuales. Ya estamos viendo un deterioro mayor. En cuestión de semanas, la tasa de interés del bono soberano a diez años pasó de 8.17 por ciento a 9.11 por ciento. Con los incrementos que se esperan, tanto en el cierre como en el arranque de año, el panorama podría ser todavía peor.

Y esa tormenta perfecta de menos ingresos petroleros con más pago de deuda, podría terminar costando el 1 por ciento del PIB en el primer año del gobierno de la Cuarta Transformación.

Sin contar con el efecto popular que significarán el posible aumento en el tipo de cambio Peso-Dólar, que conforme se eleve hará mas caro el costo de importar la gasolina que aquí no producimos y también el gas que importamos para generar energía eléctrica. ¿Se comerá el gobierno la baja del precio del petróleo bajo el pretexto de un dólar caro?

Así que más allá de cancelaciones de aeropuertos o de comisiones bancarias, lo urgente es ver con qué nos vamos a cubrir para sortear esta gran tormenta económica y financiera que ya amenaza con boicotear los festejos del cambio.

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