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La Cumbre de los Narcisos

Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador son dos mandatarios que operan tan en los extremos –en la derecha y en la izquierda- que inevitablemente se tocan. Y con ello trastocan el sentido de su realidad, para adaptarla a su imagen y semejanza.

Por Ramón Alberto Garza

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En la mitología griega, Narciso era un joven hermoso y llamativo que despreciaba a todos quienes se les acercaban, a todas las que lo pretendían.

Y como castigo por su engreimiento, la diosa Némesis –la de la justicia redistributiva, la solidaridad y la venganza- lo condenó a vivir enamorado de su propia imagen, reflejada en el espejo de una fuente.

Y fue tal su admiración a sí mismo, su contemplación absorta, que acabó entregándose a sí mismo, arrojándose a las aguas.

Desde la creación de esa fábula moral, a todo aquel que hace de sí mismo el centro de su existencia, desdeñando a los demás, se le llama “narcisista”.

Evocamos esa fábula griega para destacar que lo que el encuentro presidencial del miércoles próximo en Washington será la Cumbre de los Narcisos.

Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador son dos mandatarios que operan tan en los extremos –en la derecha y en la izquierda- que inevitablemente se tocan. Y con ello trastocan el sentido de su realidad, para adaptarla a su imagen y semejanza.

Ambos sienten que alcanzaron la silla mas poderosa de sus respectivas naciones, porque tenían la misión de cambiar el mundo. Trump prometió limpiar el pantano y López Obrador acabar con la corrupción auspiciada por la Mafia del Poder.

Trump hace y deshace casi a su antojo, defendiendo desde los apoyos que recibió con el Rusiagate o los beneficios fiscales a los de su clase, hasta el criminal manejo del Coronavirus que hace hoy de los Estados Unidos el ombligo universal de la pandemia. Si una frase se le acomoda ahora es “El pantano soy yo”.

López Obrador no solo no desterró a la Mafia del Poder. Le rescató su fallido aeropuerto de Texcoco, les creó un Fobaproa aeroportuario y hoy tiene a los mismos –a los que odiaba por corruptos- construyéndole su Tren Maya. Ya ni existen en el lenguaje de La Mañanera.

Desde la Casa Blanca o desde el Palacio Nacional, Trump y López Obrador proclaman su verdad absoluta, incuestionable. Siempre con “otros datos”, con mentiras claras o con verdades a medias. La razón siempre les pertenece.

Y cuando alguien se atreve a disentir o a increparlos, el cese o la renuncia cae como la espada, que siempre está ahí para someter amenazante a los sobrevivientes que deciden continuar acompañándolos a contemplar su imagen en la fuente.

Los dos han hecho de sus sillas presidenciales la fuente de contagio de los odios y el epicentro de los rencores que polarizan en ambas naciones. Blancos o de color. Fifís o chairos.

Ambos usan a modo la fe -lo mismo la Biblia o las estampas del Detente- para conectar y tener empatía con sus bases cristianas, protestantes o evangélicas. Nosotros los buenos, ustedes los malos.

Trump transformó la Casa Blanca en una arena donde se faja lo mismo con el Congreso que con la comunidad científica a la que desprecia. Ataca frontalmente a medios y periodistas, incluyendo a los dueños de Facebook, Tweeter o Yahoo. Está convencido de que existe un complot en su contra y se autoproclama el presidente mas atacado en la historia de los Estados Unidos.

López Obrador también instaló su cuadrilátero en Palacio Nacional, en donde todo tiempo pasado fue peor. Lo “neoliberal” es malo y todo “lo que yo hago” es bueno. Censura a medios y periodistas, por nombre y apellido. Ataca a las redes sociales a las que antes les llamaba “benditas”. Revela el complot de la BOA y también se autoproclama el presidente mas insultado en la historia de México.

Si para Trump la realidad no se apega a su script, no tiene empacho en romper con la OMS, menospreciar a la OTAN, criticar a la Fed, insultar a la Unión Europea. Pero está presto a congeniar y a extenderle su mano amiga lo mismo al ruso Vladimir Putin, o al coreano Kim Jung-Un, que al terrorista y sanguinario Talibán.

López Obrador ataca a empresarios, a organizaciones feministas y de la sociedad civil, a medios y periodistas. Amenza a la CRE y a la COFECE, ningunea a los 32 gobernadores con quienes tiene seis meses sin convocarlos por la República. Pero llena de abrazos al crimen organizado que le responde con balazos y le extiende la mano -y el favor de la fuga- a uno solo de los Cárteles.

Por eso decimos que la del miércoles será La Cumbre de los Narcisos. Porque ambos están tan endiosados en lo que cada uno siente, piensa y hace, que se niegan a escuchar otras voces sensatas a su alrededor. Están demasiado ocupados contemplando su imagen en la fuente.

Y ese filósofo popular llamado Alberto Aguilera Valadez, mejor conocido como Juan Gabriel, ya lo expresó diáfanamente en la icónica letra de una canción: “Te pareces tanto a mi, que no puedes engañarme”. ¿Quién será en esta cumbre el Narciso engañado?

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