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La Carta de Scherer

Julio Scherer decidió que era hora de hablar. Y en un escrito propio, publicado en el semanario Proceso, rompió su silencio

Por Ramón Alberto Garza

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Julio Scherer decidió que era hora de hablar. Y en un escrito propio, publicado en el semanario Proceso, rompió su silencio.

Acusó al fiscal Alejandro Gertz Manero y a la ex secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, de confabularse para fabricarle -por venganzas personales- delitos en su contra. Y enlistó a detalle los casos de Juan Collado, de la Cooperativa Cruz Azul, el caso Álvarez Puga-Gómez Mont y el Viaducto Bicentenario.

“La traición habita en ellos”, denunció Scherer. Y al Fiscal General de la República lo acusa por despotismo, egoísmo, prepotencia y megalomanía, “virtudes” que por supuesto son inaceptables en quien se confía la defensa del Estado de Derecho.

La extensa carta del ex Consejero Jurídico de la Presidencia aporta detallados alegatos, pero tiene un mensaje aún mayor entre líneas.

De su lectura, queda claro que tiene el valor civil de encarar a quien en su momento él mismo avaló ante el presidente, para alcanzar la Fiscalía. Pero ese voto de confianza terminó traicionándolo, perdido en un mar de conflictos de interés y del uso indebido de sus funciones.

Sin duda, una de sus revelaciones claves, está en la entrevista que tanto Scherer como Jorge Carrasco, el director de Proceso, sostuvieron en el despacho del Fiscal en octubre de 2021.

Además de recriminarle al semanario sus publicaciones, Gertz Manero le reprochó a Scherer el haberle negado el único favor que le pidió: impedir que su cuñada Laura Morán y la hija de esta, Alejandra Cuevas Morán lograran un amparo, a quienes acusa del presunto homicidio de su hermano Federico Gertz Manero.

El Fiscal solicitándole al Consejero Jurídico de la Presidencia un acto a todas luces ilegal, que por supuesto, Scherer desdeñó.

Y delante del periodista Carrasco -quien en un escrito propio lo corrobora- Gertz Manero lanzó la amenaza: “Usted podría haber elegido entre un fiscal amigo o un fiscal enemigo”. Fue la última vez que se vieron. Nació el enemigo.

A partir de ese momento, Gertz Manero se dedicó a construir el supuesto caso de la extorsión a Juan Collado por abogados presuntamente allegados a Scherer. La libertad del inculpado a cambio de entregarle al “enemigo”.

Y también, a convertir a la Fiscalía General de la República en su firma de abogados privada, como quedó evidenciado en las grabaciones telefónicas en las que el Fiscal exhibió abuso de poder, prepotencia, la manipulación de la Ley a favor de un asunto personal y su presumible influencia sobre la Suprema Corte.

Lo que exhiben las revelaciones de Scherer en Proceso es a un Gertz Manero que opera sin límites, sin contrapesos ni equilibrios, buscando asestar golpes para beneficio propio, pero que ya lesionaron severamente el tejido jurídico y político en el gobierno de la Cuarta Transformación.

Pero eso solo puede suceder porque el presidente Andrés Manuel López Obrador, sistemáticamente, se rehúsa a entrar en conflicto con cualquiera de los suyos, esperanzado en que el tiempo pondrá las cosas en su lugar.

No sucedió así cuando la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero y el Consejero Jurídico, Julio Scherer, entraron en abierta confrontación. Todo “eran chismes”, decía, hasta que el mandatario se vio obligado a prescindir de ambos. Y así lo confesó en una Mañanera.

Lo que revela el affaire Gertz Manero-Scherer-Sánchez Cordero, es el agotamiento de un estilo personal de gobernar “de dejar hacer, dejar pasar”, hasta que sobreviene la inevitable crisis y todo estalla.

Sucede lo mismo en el gobierno que en Morena, el partido en el poder. La tribalización se impone a la autoridad de quien debe empuñar y ejercer los destinos del gobierno, y del proyecto político al que se comprometió.

La Caja de Pandora que se abrió en el momento en que el ex Consejero Jurídico de la Presidencia se decidió a hablar, frente a lo que califica como infundios, será difícil de cerrar sin que existan otros daños colaterales.

Sostener a cualquier precio a Gertz Manero, después del catálogo de ilegalidades promovidas desde su despacho será trasladar el destino del país, de Palacio Nacional a la Fiscalía General de la República.

Ya se vio con la toma del Poder Legislativo, con la impresentable comparecencia a modo, a puerta cerrada -como si el tema no fuera del interés de los mexicanos-, que se dio entre el Fiscal y la Junta de Coordinación Política del Senado.

Una comparecencia de la que solo pudimos testificar al final, en los corredores, las “selfies” de las sonrisas entre Gertz Manero y sus complacientes legisladores. Todos callan lo que se dijeron, nadie tenemos derecho a saber lo que se habló o se acordó detrás de esas puertas.

La próxima parada es en una semana -el próximo lunes 28 de marzo- cuando la Suprema Corte se defina sobre el estatus jurídico de Laura Morán y Alejandra Cuevas Morán, la madre e hija perseguidas, y una de ellas encarcelada desde hace más de 500 días, por Alejandro Gertz Manero.

Desde ese fallo inapelable podrá verse, con más claridad, el destino de a quien se le confió hace tres años el órgano supremo de la impartición de la justicia en México.

Entretanto, hay que leer y releer la carta de Julio Scherer en Proceso. Para dimensionar la implosión que se vive dentro del llamado “círculo cercano” en el gobierno de la Cuarta Transformación.

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