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6 de noviembre 2024

11 de septiembre 2024

¡Que alguien me explique!

La barbarie

La barbarie se instaló ayer martes en el México morenista del violento y agonizante primer sexenio de la Cuarta Transformación, con la aprobación de la controvertida reforma al Poder Judicial

Por Ramón Alberto Garza

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La barbarie se instaló ayer martes en el México morenista del violento y agonizante primer sexenio de la Cuarta Transformación. Triste e indigno papel para un presidente como Andrés Manuel López Obrador que le hereda a su sucesora, Claudia Sheinbaum, un campo minado por odios y rencores. Será el peor arranque que se recuerde de un sexenio que nace secuestrado.

Y en la oscuridad de la medianoche, el golpe de Estado fue consumado. La Mayoría Calificada, lograda a punta de amenazas por Morena y sus aliados del Partido Verde y el PT, sacó adelante la aprobación de la controvertida reforma al Poder Judicial.

El chantaje, la extorsión y la siembra de terror sobre las familias inmediatas de al menos dos Senadores opositores fueron las poderosas armas de la disuasión, del sometimiento, incluyendo el canje ilegítimo de prebendas judiciales y del halo corruptor para conseguir “el voto de la traición”.

Cual guardia pretoriano al servicio del caprichoso emperador, Adán Augusto López fue el elegido para sentar a la mesa a los Yunes -padre e hijo- y mostrarles la daga y la cicuta. Eran órdenes de aprehensión contra ellos, sus esposas, sus hermanos y sus hijos… Y les mostraron “por la buena” que dando el voto que faltaba, los Yunes serían ampliamente recompensados, no sólo con el purificador perdón de sus pecados del pasado, sino con el respeto a sus feudos políticos en Veracruz y Boca del Río.

Nadie entendió el juego del relevo de unas horas, en el que Miguel Ángel Yunes Linares asumió la curul de su hijo Miguel Ángel Yunes Márquez, para un encuentro frontal con el líder de su todavía partido, el panista Marko Cortés. Y tras una furtiva visita al hospital, Yunes Márquez volvió por la noche a la titularidad de su curul, sólo para emitir su voto en favor de la propuesta de Morena. Para ser el voto decisivo del golpe a la democracia.

Calificados como “los traidores” que le daban el sufragio necesario para que el presidente López Obrador y sus morenistas consumaran el golpe de Estado al sistema judicial, los Yunes acabaron por darle la espalda al PAN, el partido que los instaló en la Cámara de Senadores. La única respuesta a ese voto a favor -que un día antes lo juraban en contra- es que la disuasión morenista instrumentada por Adán Augusto López surtió su efecto.

Caso distinto el del senador de Movimiento Ciudadano, Daniel Barreda, a quien también se le perfilaba desde hace algunos días como otro posible “traidor”. Al igual que los Yunes, Barreda desapareció en su natal Campeche sin poder hacer contacto con él, reapareciendo al momento en que detuvieron a su padre para forzarlo a aceptar -si no el voto a favor- al menos la ausencia, que cuenta igual. En favor de Morena y sus aliados.

Sin descartar que las de Yunes y Barreda fueran posiciones arregladas a través del voto a favor o de su ausencia, está claro que el gobierno lopezobradorista manipuló expedientes de las Fiscalías estatales de Veracruz y Campeche -ambas morenistas-  para amedrentar a los Senadores y a su círculo familiar más cercano. Nada de respeto para la omertá que incluso las peores mafias respetan de no tocar a la familia. Lo único urgente era que la Mayoría Calificada se concretara ya, al vapor, sin debate, para asestar el golpe de Estado a la democracia que tantas décadas costó construir.

El único partido de Oposición que mostró su cohesión al no ceder ni un voto de aprobación fue el PRI de Alejandro “Alito” Moreno. Ni por votación ni por ausencia se asomó la disidencia en ese bloque que actuó en congruencia.

La cereza en el escenario golpista fue el uso y abuso de la fuerza de granaderos para someter a cientos de estudiantes y manifestantes, en defensa del Poder Judicial, que tomaron la sede del Senado. Con gases se intentó en vano su dispersión. Para ellos, los opositores que exigían diálogo, no existieron los abrazos que el presidente López Obrador tanto les prodigó a los capos del narcotráfico. Sólo el insulto, la descalificación, la amenaza y un tufo de represión de granaderos que inevitablemente evocaron los infaustos recuerdos de aquella noche de 1968, en Tlatelolco.

Y a menos que existan recursos legales para impugnar el acto, a todas luces golpista, hoy amanecemos con un México distinto del que despertamos ayer. Un México en el que -una vez ratificada la Reforma Judicial aprobada- no volverá a ver la luz de la democracia tal como algún día la conocimos.

El control de la nación no estará ni en los ciudadanos, ni en el pueblo “bueno y sabio”, mucho menos en Palacio Nacional. Con la violenta decisión de ayer se le escrituró toda la nación a la voluntad de un hombre y de su estirpe, que ya tienen bien trazada su ruta de poder desde el primero de octubre de 2024 que ya se avecina, hasta por lo menos el primero de octubre de 2036. Claudia Sheinbaum y Andy López Beltrán están de plácemes. La herencia golpista está consumada. Serán los artífices de lo que se les dicte desde “La Chingada”, en algún recóndito lugar de esa jungla conocida como Palenque.

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