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¡Que alguien me explique!

Gustavo «Guaidó»

Gustavo de Hoyos ya no se ve como presidente de la Coparmex, sino como líder de la Resistencia.

Por Ramón Alberto Garza

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Gustavo de Hoyos, el beligerante presidente de la Coparmex, lanzó el martes por la tarde un tweet provocador que dejó perplejos al empresariado y a la clase política.

“Las decisiones del @GobiernoMX están comprometiendo la vigencia de las instituciones democráticas y republicanas. El debate es fundamental para evitar retrocesos. Agradezco a @JLozanoA –Javier Lozano Alarcón- se integre a ese reto como Vocero Especial de @Coparmex para la defensa del Estado de Derecho”.

El anuncio del dirigente empresarial, quien tiene un enfrentamiento inocultable, frontal, con el presidente Andrés Manuel López Obrador, cayó como concentrado de chile habanero sobre una herida abierta.

La interpretación, dentro y fuera del Gobierno, fue que al elegir una vocería violenta y confrontadora como la del priista-panista-priista Javier Lozano Alarcón, se daba una declaratoria abierta de guerra contra el gobierno de la Cuarta Transformación.

Históricamente el que fuera Presidente de la Comisión de Telecomunicaciones en el gobierno de Ernesto Zedillo, luego Secretario del Trabajo en el gobierno de Felipe Calderón y luego senador por el PAN, para brincar a vocero del PRI en la campaña presidencial de José Antonio Meade, es considerado un némesis del proyecto del presidente López Obrador.

Después de Vicente Fox y de Felipe Calderón, Lozano Alarcón es quien genera los tuits y las declaraciones más frontales y estridentes, no solo contra el inquilino de Palacio Nacional, sino contra todo aquello que tenga pintado el logotipo de Morena. Desde una plataforma personal y política está en su libertad y su derecho.

Pero de ahí a designarlo vocero de una de la supercúpulas empresariales, hay una enorme distancia. Para entender mejor el efecto de su designación, es como si al ruidoso Gerardo Fernández Noroña lo designara el presidente su vocero oficial.

Por eso las alarmas sonaron dentro y fuera del gobierno, entre un amplio grupo de empresarios que veían en el nombramiento de Lozano Alarcón el ahondamiento de sus diferencias con la Casa Presidencial.

Los principales mecenas de la Coparmex tomaron el teléfono y ubicaron a Gustavo de Hoyos. En la crisis sanitaria y económica el horno no está para bollos. Lo que urge es enfriar –no sobrecalentar- la relación con el presidente López Obrador.

La rectificación a la decisión se dio más tarde, acotando a Lozano Alarcón ya no como un vocero oficial, sino como un asesor sin sueldo. En lenguaje beisbolero, para atrás los fielders. Pero pese a la reversa, el daño ya estaba hecho.

Nada extraña en Gustavo de Hoyos. El presidente de la Coparmex siente que tiene la vocación de enfrentar al monstruo socialista de las mil cabezas y se siente “el Juan Guaidó de los mexicanos”. El héroe que desde la derecha desafiará las locuras del presidente en turno, al presunto dictador, y se instalará como un poder alternativo.

Las ambiciones políticas de Gustavo de Hoyos no son nuevas. Tiene años acariciando el sueño de ser el candidato del PAN a la presidencia de la República. Y está usando a la Coparmex como su plataforma de lanzamiento.

Su plan incluye contender en el 2021 para la gubernatura de Baja California, cuando concluyan los dos años del controvertido morenista Jaime Bonilla. Y usar esa posición para ser el candidato presidencial del PAN para el 2024.

Esa ambición ya le costó a Gustavo de Hoyos un descalabro, cuando se le sorprendió difundiendo una presunta alianza con el Tecnológico de Monterrey para reclutar talento político para el 2021.

Era la confirmación de que la Coparmex dejaba de ser cámara empresarial para transformarse en partido político. El escándalo abortó la intentona y el Tecnológico de Monterrey se deslindó.

Meses más tarde, en una conferencia en el hotel María Isabel Sheraton de la Ciudad de México, en la que también participaron Cuauhtémoc Cárdenas y Beatriz Paredes, el presidente de la Coparmex volvió por la libre.

Y convocó a promover la desobediencia civil contra el actual gobierno, como mecanismo de presión sobre las medidas consideradas autoritarias. Y volvió a recibir otra llamada de sus benefactores, que le pusieron otro “estate quieto”.

Lo que evidencia Gustavo de Hoyos es que su agenda política personal está por encima del interés del empresariado al que representa y eso enrarece el ambiente entre el sector privado y el gobierno. El ya no se ve como presidente de la Coparmex sino como líder de la Resistencia.

Los intentos de Carlos Salazar, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, por restaurar un puente de comunicación con el presidente y su gobierno se topan con el boicot de las acciones extremistas promovidas desde la dirigencia de la Coparmex.

Pero si después de tanto cavar tumbas Gustavo de Hoyos se mantiene vivo, es porque le dan las alas para volar. Y lo sostienen.

Son aquellos que quieren mantenerle vivo el sueño de que su destino es el de convertirse en el Gustavo “Guaidó” de México. Solo por si se ofrece.

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