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¡Que alguien me explique!

El Templo de Herodes

La absurda iniciativa de Alfonso Ramírez Cuéllar, que ni los morenistas como Ricardo Monreal, Tatiana Cloutiner o Alejandro Díaz Durán se atreven a defender, es solo un eslabón más en la enorme lista de absurdos e incongruencias del gobierno de la Cuarta Transformación.

Por Ramón Alberto Garza

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El presidente Andrés Manuel López Obrador y los jerarcas de su partido, Morena, están instalando en el pánico a los millones de mexicanos que a lo largo de su vida lograron hacer un patrimonio.

La iniciativa de Alfonso Ramírez Cuellar buscando permitir que el INEGI tenga acceso a los estados patrimoniales de los mexicanos solo genera alarma e incertidumbre. Y si no se frena a tiempo, tendremos una “corrida” contra el Peso.

Por supuesto que quien nada debe nada teme, pero la fiscalización del patrimonio de cada mexicano está en manos del SAT y de la Unidad de Inteligencia Financiera.

En esas dos instancias el gobierno cuenta ya los mecanismos suficientes para ajustar quien trasgrede la ley y evade o concentra riqueza desde la ilegalidad.

Pero la absurda iniciativa de Morena, que ni los morenistas como Ricardo Monreal, Tatiana Cloutiner o Alejandro Díaz Durán se atreven a defender, es solo un eslabón mas en la enorme lista de absurdos e incongruencias del gobierno de la Cuarta Transformación.

El discurso del candidato López Obrador que hablaba de la reconciliación, los abrazos, fue cambiado por el del presidente López Obrador que está instalado ya en la abierta y radicalizada lucha de clases.

Por un lado están los ricos, corruptos ladrones que osan tener dos pares de zapatos, tres camisas y dos pantalones.

Son los que todavía pueden comprarse lo que quieren con lo que legítimamente ganan, hasta que venga el decreto que lleve la austeridad pública al hogar y te digan en qué gastar lo que en tu libertad y con esfuerzo te ganas.

Y en la otra esquina están los pobres, aquellos desposeídos que reclaman no que se les enseñe a pescar para que puedan vivir mejor y comprarse no uno sin dos pares de zapatos, sino que se les dé el pescado a través de los llamados programas sociales.

La frontera entre la equidad, la justicia y la compasión con el clientelismo político y partidista para aferrarse al poder se borra. Y los miserables son utilizados como instrumento para retener el poder

La Sagradas Escrituras hablan de que a Jesús le bastó una sola visita al Templo de Herodes para ver el patio lleno de ganado y palomas, además de las tablas de los cambistas que negociaban las monedas griegas y romanas por monedas judías y tirias.

A Jesús le molestó tanto lo que vio, que enfurecido se hizo un látigo con varas y cuerdas, abrió las puertas para liberar al ganado y las palomas, tirando al suelo las mesas de los cambistas y los vendedores de monedas.

El libro de Isaías y el de Jeremías justifican las acciones de Jesús, quien en medio de su enojo habría dicho: “Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones, pero ustedes han hecho de ella una cueva de ladrones”.

Pero el enojo de Jesús se dio en una sola ocasión. Fue suficiente para dejar el mensaje.

El presidente López Obrador, en cambio, convirtió ya el Palacio Nacional en un Templo de Herodes.

Todos los días, desde su evangelio de La Mañanera, el presidente saca su vara de cuerdas para fustigar a quienes tienen capital, buscando instaurar La República Feliz de la Túnica y las Sandalias.

Liberar un día el ganado o las palomas, o tirar las mesas de los cambistas, es suficiente para enviar el mensaje. Pero hacer de esa práctica el pan nuestro de cada día, solo hará que quienes tienen algo que vender, mejor se vayan a otro mercado, dejando de rendirles sus tributos al Rey.

Si no se modera, la alarma que se aviva con incendiarios discursos de todos los días en ese Templo de Herodes instalado en Palacio Nacional, va a crear una estampida, no de reses, sino de capitales.

Vendrá entonces el discurso lopezportillista, áquel de que ya nos saquearon y nos están volviendo a saquear. Las reservas de divisas bajarán, el tipo de cambio será tirado al piso -como las mesas de los cambistas- y los controles podrían ser inevitables. Profecías auto cumplidas.

Y mientras, los fariseos, aquellos a quienes iba dirigida la furia de la palabra presidencial en aquel templo, despachan ya a la diestra del actual gobierno, que dicho sea de paso, ya les entregó su certificado de purificación.

Se ganan ya sus indulgencias construyendo lo mismo el Tren Maya, vendiendo ventiladores para el Coronavirus o saboteando la generación de energías limpias y baratas.

Dicho está que de los arrepentidos se valdrá el reino de la Cuarta Transformación. ¡Aleluya!

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