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14 de noviembre 2023

¡Que alguien me explique!

El “No” de Marcelo o el “Sí” de Ebrard

Por ahora, el “No me voy, me quedo” de Marcelo Ebrard sólo se traduce en una apuesta que únicamente el tiempo dirá si fue estratégica o acabó en otra nuez vana, como las dos anteriores que jamás se las cumplieron

Por Ramón Alberto Garza

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Demasiado el ruido político durante tantos meses, para tan pocas nueces que se dieron al final. ¿O será que todavía no es el final?

El “Me quedo en Morena” de Marcelo Ebrard sólo puede entenderse desde la posibilidad de que se vea a sí mismo -y haya pactado ya- ser el relevo de Claudia Sheinbaum en el caso de que la golpeada candidata de la 4T no despegue o sea “descalificada” antes de marzo, que es la fecha límite para cambiar de candidato.

De otra manera, no se explica el que Ebrard decidiera archivar tanta irregularidad denunciada, tanta justicia exigida, para acabar por tercera vez cediendo a las promesas, hasta hoy siempre falsas, de Andrés Manuel López Obrador.

Si esto fuera un partido de beisbol, de esos que tanto le gustan al inquilino de Palacio Nacional, este sería el tercer strike que le receta a Ebrard. El primero fue en 2012, cuando cedió la candidatura en ‘jugada de sacrificio’ en favor de López Obrador, bajo la promesa de que Marcelo sería el candidato en 2018.

Volvió a cederle el paso hace cinco años, también con la promesa de que ahora sí, como no hay reelección, Marcelo sería el lógico candidato presidencial del 2024. No aprendió, en tantos años, que la lógica es la que menos opera en López Obrador.

Y cuando Sheinbaum fue elegida desde Palacio Nacional como la favorita y Ebrard se rebelaba denunciando fraude en la elección interna, y amenazaba con dejar a Morena, el domingo cerró la posibilidad al no irse a registrar para la interna de Movimiento Ciudadano y ayer lunes, ya salió a confirmar el “me quedo”.

Más allá de que existiera una coerción desde lo más alto del poder para disuadirlo de no reventar a Morena y a Sheinbaum, no se puede ignorar el gen ‘camachista’ que corre por la sangre de Marcelo.

Ebrard fue uno de los que vivió más cerca de su jefe, Manuel Camacho, el capricho de su rebeldía en noviembre 28 de 1993, tras la designación de Luis Donaldo Colosio. El entonces jefe de gobierno del Distrito Federal no escuchó razones y fue a entregar las llaves de su despacho al presidente Carlos Salinas.

Y aunque se le rescató por unos días como Canciller y luego como Comisionado de Paz en Chiapas, el asesinato del candidato del PRI le fue endosado por sus adversarios como producto de su rebeldía. Cualquiera podría ser el candidato del relevo, menos él.

Si Camacho no se hubiese rebelado, sin duda habría sido en marzo el candidato presidencial del relevo. Esa es la principal apuesta hoy de Ebrard. Que una debilitada Sheinbaum termine por “no prender” y frente a esa debilidad obligue el cambio a mitad del río.

Imaginan un escenario en el que, entre hoy y enero, Sheinbaum y Xóchitl Gálvez no generen la emoción esperada entre el electorado o entren en una disputa que deje la puerta abierta para que el emecista Samuel García se les cuele por default.

No sería la primera vez. El controvertido gobernador de Nuevo León ya lo hizo antes, dos veces.

Una, cuando buscando el Senado, tomó ventaja de las disputas internas del PAN para evitar que su candidato Víctor Fuentes fuera el número uno. Por eso le trasegó votos azules a favor de Samuel García y hundió al PRI hasta el tercer sitio.

La otra fue en la campaña para gobernador, en donde Samuel García sacó provecho al clinch en el que se enfrascaron la candidata de Morena -que arrancó en primer lugar- y el candidato del PRI -que disputaba cuerpo a cuerpo el liderazgo. La disputa les costó caro a los dos rivales y el candidato de Movimiento Ciudadano, que arrancó campaña en cuarto lugar de las preferencias ciudadanas, acabó sentado -también con la ayuda de su popular y carismática esposa Mariana Rodriguez- en la silla de gobernador.

Si el factor de género se convirtiera hoy en crucial, y eso lo irán diciendo las próximas encuestas, se abriría una posibilidad para el relevo de la candidata Sheinbaum por el candidato Ebrard.

Por ahora, el “No me voy, me quedo” de Marcelo Ebrard sólo se traduce en una apuesta que únicamente el tiempo dirá si fue estratégica o acabó en otra nuez vana, como las dos anteriores que jamás se las cumplieron.

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