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El chantaje de Telmex

El dueño de Telmex y el eterno líder del Sindicato de Telefonistas van de la mano en todo. En los 32 años de operar como empresa privada, Telmex jamás enfrentó un paro de labores

Por Ramón Alberto Garza

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Carlos Slim y Francisco Hernández Juárez son hermanos siameses desde que Teléfonos de México (Telmex) fue privatizado en diciembre de 1990.

El dueño de Telmex y el eterno líder del Sindicato de Telefonistas van de la mano en todo. En los 32 años de operar como empresa privada, Telmex jamás enfrentó un paro de labores.

Pero siempre, desde la oferta de licitación para privatizar la telefónica estatal, el punto de quiebre en las negociaciones con los posibles compradores fue qué pasaría con el pasivo laboral, las antigüedades acumuladas de sus trabajadores. Era una deuda pesada difícil de asimilar.

Eso, entre otras cosas, ahuyentó a muchos candidatos a comprarla. Pero no a Carlos Slim, quien calculó que podría -con el tiempo- hacer las reservas suficientes para superar el adeudo laboral.

Con el paso de los años y los cambios tecnológicos, y el “boom” de la telefonía celular, el panorama cambió.

El negocio dejó de ser la telefonía fija y se mudó en pocos años a la telefonía celular. El drama para Telmex se convirtió en que las enormes ganancias de la telefonía celular -ordeñando a los que menos tienen con las tarjetas de prepago- se neutralizaban con las pérdidas de una telefonía fija que ya nadie demandaba.

Por eso Slim decidió separar los negocios. La telefonía celular fue empaquetada en la nueva empresa América Móvil, súper eficiente, y Telmex se quedó solo con las cenizas de la obsoleta y decadente telefonía fija, con los fierros viejos y los trabajadores más antiguos.

Gracias a su dominancia del mercado, hoy América Móvil es una de las empresas de telecomunicaciones más rentables del planeta. Sus utilidades, antes de impuestos y costos financieros, son cercanas al 40 por ciento anuales.

Eso le permite a Slim usar tan jugosas utilidades ordeñadas de un servicio “público” para salir a comprar empresas de telecomunicaciones y hacer otros negocios en el resto del mundo.

Telmex, en cambio, es una empresa anciana, decrépita, sin más crecimiento que el de dar servicio a la infraestructura en la que también se sostiene la telefonía celular de América Móvil y cobrar por algunos de los servicios de interconexión, que por ley se les tiene que dar a sus competidores.

Por eso Slim, con el pleno acuerdo de Hernández Juárez, dejó correr el jueves pasado la primera huelga en el Telmex privatizado.

Uno, para enviar a los trabajadores sobrevivientes de la telefonía fija, el mensaje de que sus pasivos laborales añejos son impagables. Hay que negociarlos o vamos “a la quiebra”. Se los quiere cambiar por acciones que están devaluadas.

Y dos, dejó estallar la huelga para darle al gobierno de la Cuarta Transformación, el mensaje de que tienen que dejar a las empresas de Slim que les cobren más a los competidores como AT&T, América Móvil o Axtel por los servicios de interconexión, porque de lo contrario, el servicio sería inviable frente a tanta deuda y tantos compromisos laborales.

La carta de juego que buscan Slim y Hernández Juárez es “doblar las manos” en la negociación, a cambio de que el gobierno les cabildee que los organismos reguladores independientes le quiten a Telmex la etiqueta de dominancia.

Y eso, sería la muerte para los competidores y abriría un nuevo litigio -ahora en telecomunicaciones- en el T-MEC.

Slim navega con la ventaja de que, habiendo sido calificado por el candidato Andrés Manuel López Obrador como el jefe de la Mafia en el Poder, hoy es el empresario consentido del inquilino de Palacio Nacional.

Su influencia le alcanza para que el mandatario califique a Slim en las mañaneras como un empresario “austero” y “sensible”, de gran corazón.  Ya dejó de ser “mafioso” por la gracia presidencial. Lo condecoraron con las alas purificadoras de la 4T.

En qué nivel de intimidad estarán las relaciones entre el presidente y el hombre más rico de México, que ante la tragedia de la Línea 12 del Metro, cuyo tramo colapsado fue responsabilidad de la constructora de Slim, el empresario se auto enjuició, no pasó por tribunal alguno, se auto declaró inocente y como gran favor a la Nación dijo que repararía los daños e indemnizaría a los deudos. Como premio, ahora es el constructor de uno de los grandes tramos del Tren Maya.

Siempre se cuestionó sobre el favoritismo que se presumió cuando el gobierno de Carlos Salinas le entregó las llaves de Telmex a Carlos Slim.

Pues en un artículo firmado por el mismo Salinas de Gortari, publicado en El Financiero y fechado el 15 de diciembre del 2014, el ex presidente privatizador lamenta la debilidad de la Cofetel (organismo precursor del IFT) frente a Telmex.

Y al comentar sobre lo que en ese momento las encuestas de opinión calificaban sobre Telmex, hizo la referencia: “Para muchos, Telmex se ha convertido en la “bestia negra” de las empresas privadas mexicanas. Es decir, en sinónimo de abuso, atropello, monopolio concentrador del ingreso”.

Ahora resulta que a quien acusan que “se la regaló” -Salinas de Gortari- acabó cuestionando la dominancia y el mal servicio de la empresa de Slim.

Y quien criticaba a Slim por dominante y monopólico -López Obrador- lo tiene a su diestra, permitiéndole que juegue a “la huelga” para buscar eludir compromisos laborales, sacar tajada en las negociaciones, hacerle la vida más imposible a la competencia.

Al final del día somos testigos de un burdo chantaje de Telmex a México para continuar engrosando los bolsillos de un empresario al que, por obvias razones, desdeñan la mayoría de sus pares.

Ojalá que al hombre más rico de México -y noveno del planeta- le alcance el dinero para pagar la deuda que tiene con sus empleados.

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