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Chapito sí, Chapito no

Todo un debate creciente se está acumulando en torno a confirmar si el capo capturado es o no Ovidio Guzmán

Por Ramón Alberto Garza

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Todo un debate creciente se está acumulando en torno a confirmar si el capo capturado es o no Ovidio Guzmán.

Tan grande es la ola de dudas en torno a la identidad del hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán que el presidente Andrés Manuel López Obrador se vio obligado ayer, en La Mañanera, a pedirle a los mexicanos un voto de confianza, garantizando que el detenido sí es quien se dice que es.

Desde que fue capturado el pasado 5 de enero, el debate nacional se encendió cuestionando si se trataba, en efecto, del mismo al que liberaron el 7 de octubre de 2019.

En esos días, las dudas se dieron de que si la nariz y el mentón del presuntamente recapturado correspondían al mismo personaje que dejaron libre, años atrás.

En las semanas posteriores, las escasas imágenes que se difundieron sobre su captura solo vinieron a fomentar la desconfianza.

Pero lo que, en definitiva, vino a sacudir el debate fue la negativa del inculpado de aceptar su identidad ante el juez que veía su causa de extradición y ante quien compareció el pasado martes 7 de marzo.

“No soy la persona que ellos creen, que reclama hoy Estados Unidos”, dijo el hombre que se presentó para comparecer ante las autoridades judiciales.

La negativa de su identidad fue críptica, porque no dijo claramente que él no fuera Ovidio Guzmán López, alias “El Ratón”, sino que él no era la persona que reclamaba el gobierno estadounidense para ser extraditado.

A partir de ese momento, la espiral de dudas comenzó a dar rienda suelta a la imaginación, uno de los deportes favoritos del México “conspiracionista”.

Después de todo, no sería la primera celebridad criminal a la que se le adjudicaría un reemplazo de identidad. Ahí está Mario Aburto, el presunto asesino del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio y de quien se dijo que fue reemplazado por otro, después de sostener un careo privado en las playas de Tijuana.

Las dudas en el caso de Ovidio Guzmán crecen porque es clara la predilección y la protección que al Cártel de Sinaloa le otorga el gobierno de la Cuarta Transformación.

La liberación del mismo “Ratón” cuando fue capturado en Culiacán; las visitas reiteradas del presidente Andrés Manuel López Obrador a Badiraguato, la cuna de ese cártel; el saludo a la madre del jefe del cártel más poderoso del continente; además de la deferencia con la que el mandatario se dirige al Capo como “el señor Guzmán Loera”, le dan gasolina y dejos de credibilidad a la versión de la suplantación.

Es curioso que, al inquilino de Palacio Nacional, lo primero que le venga a la mente para resolver la duda es invocar a que le tengan confianza a su palabra.

Sobre todo, cuando existen tantas alternativas científicas, como la prueba del ADN, para confirmar o desmentir sin duda alguna el parentesco del detenido con el de su famoso padre, quien purga ya una pena por narcotráfico y lavado de dinero en una prisión de los Estados Unidos.

La pregunta de fondo para aclarar la identidad sería si en los archivos de los procesos judiciales que en México se le siguieron a su famoso padre ¿existen pruebas de ADN que sean cotejables? O si el gobierno mexicano ¿solicitaría a su contraparte norteamericana la cooperación para cotejar las características genéticas de ambos?

No hay mucho tiempo. El próximo 30 de marzo vence el plazo para que la Secretaría de Relaciones Exteriores defienda la no extradición de Ovidio Guzmán. Más allá de esa fecha, y sin resolver el misterio de si es o no es quien dice que es, lo que sobrevendrá es la confrontación. Una más para la lista.

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