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¡Que alguien me explique!

Alas verde olivo sobre Nuevo León

Alguien debe estar calentándole la cabeza al presidente López Obrador para que el Aeropuerto Internacional del Norte, que opera sin contratiempos en Nuevo León, sea entregado -como el AIFA y el de Tulum- a los hombres de verde olivo

Por Ramón Alberto Garza

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La Secretaría de la Defensa está por recibir el regalo de otro aeropuerto, con el que sumará un tercero a su portafolio aeroespacial, que incluye el flamante -pero vacío- Felipe Ángeles y el de Tulum, en construcción.

Y si no se le da reversa antes del 12 de agosto, el Aeropuerto Internacional del Norte, ubicado en el municipio de Apodaca, en Nuevo León, el gobierno de la Cuarta Transformación ya prepara la entrega de esa concesión a los hombres de verde olivo.

Ése sería un duro golpe para este aeródromo que se creó el 5 de septiembre de 1942 por gestiones de la aerolínea American Airlines, como primer aeropuerto internacional, para recibir los vuelos de Dallas a México, ya que entonces, el aeropuerto del Distrito Federal no tenía la categoría internacional. Había que volar Dallas-Monterrey y luego de Monterrey a la Ciudad de México.

El 12 de agosto de 1993, con Carlos Salinas de Gortari como presidente y con Emilio Gamboa Patrón como Secretario de Comunicaciones, el Aeropuerto del Norte le fue concesionado por 20 años a la Sociedad Cooperativa de Consumo de Servicios Aéreos Aeropuerto del Norte SCL.

Pero después de invertirle decenas de millones de pesos en pistas, hangares y talleres, los 20 años de concesión resultaban insuficientes para cubrir la amortización de esas mejoras.

Por eso, en el 2013, al vencer la primera concesión, el presidente Enrique Peña Nieto le otorgó a la cooperativa una ampliación de 10 años más, que se vencen el próximo 12 de agosto.

Sería porque la primera concesión la prorrogó Carlos Salinas o que la ampliación la firmó Enrique Peña Nieto, el hecho es que, desde Palacio Nacional, se giró la orden de que se evaluara el regreso del Aeropuerto del Norte a manos públicas y entregado para su operación a la Secretaría de la Defensa.

Con 200 socios activos, unas 300 aeronaves privadas en operación y más de dos mil empleados, el Aeropuerto del Norte, en Nuevo León, es el aeródromo privado con mayor número de operaciones en todo el país.

Alguien debe estar calentándole la cabeza al presidente Andrés Manuel López Obrador para que este aeropuerto, que opera sin contratiempos, sea entregado -como el AIFA y el de Tulum- a los hombres de verde olivo.

Para algunos se trata de cumplir con un patrón de empoderamiento  a los militares en los asuntos aeronáuticos. Cuestión de recordar que, entre las últimas 21 iniciativas aprobadas en fast track por el Senado, se incluyó la entrega del control del espacio aéreo mexicano a la Secretaría de la Defensa.

Para otros es un asunto de carácter político. Involucrados los apellidos Salinas y Peña Nieto en el otorgamiento de la concesión y su ampliación, además de aparecer entre los socios de la cooperativa algunos personajes del alto empresariado de Monterrey, que reiteradamente son acusados de oponerse a la Cuarta Transformación, estaríamos frente a un ajuste de cuentas.

¿Para qué quiere el presidente López Obrador entregar un aeropuerto tan eficiente como el Del Norte? ¿Para que opere con las mismas enormes fallas que el aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México?

Para aquellos que viajan por negocios o placer, ¿qué aeropuertos dan mejor servicio, los de Monterrey, Guadalajara o Cancún, que son concesionados a empresas privadas o el de la Ciudad de México, que es administrado por el gobierno federal?

Si los militares son incapaces de echar a volar el Aeropuerto Felipe Ángeles para garantizar un tráfico decoroso o tampoco pueden regresar el espacio aéreo a la Categoría Uno, con todas las consecuencias para las aerolíneas y el turismo mexicanos, ¿cuál es la urgencia de dividir más la atención en algo que funciona bien?

Arrebatarles la concesión del Aeropuerto del Norte, en Nuevo Leon, a los empresarios regiomontanos que vienen operándolo exitosamente durante los últimos 30 años, es un sin sentido. Abrir un nuevo frente de confrontación -con el uniforme verde olivo por delante- suena ya a provocación.

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