25 de noviembre 2024
¡Que alguien me explique!
Al borde de un holocausto
Pocos analistas dimensionaron la última “travesura” de Vladimir Putin. Lanzó un nuevo misil convencional de alcance medio, bautizado como Oreshnik, sobre los complejos industriales de la ciudad ucraniana de Dnipró
Por Ramón Alberto Garza
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Mientras Estados Unidos está distraído en cuestionar las designaciones de Donald Trump para su próximo gabinete y en México la Cuarta Transformación dinamita el andamiaje institucional de la nación, existen cosas mucho más serias y peligrosas qué debatir y atender sobre el futuro del planeta.
Pocos analistas dimensionaron la última “travesura” de Vladimir Putin. Lanzó un nuevo misil convencional de alcance medio, bautizado como Oreshnik, sobre los complejos industriales de la ciudad ucraniana de Dnipró.
La singularidad de este nuevo misil es que es hipersónico, que alcanza una velocidad de Mach 10, es decir entre 2,500 y 3,000 kilómetros por segundo. Su trayecto, por esa velocidad, no es detectable por los actuales sistemas de defensa.
En el fondo, el presidente de Rusia dijo que esta sorprendente acción de ensayo en condiciones de combate del nuevo misil fue “una respuesta al uso de armamento de largo alcance estadounidense y británico” que se dio el pasado 20 de noviembre.
Su explicación pública en la televisión rusa no dejó lugar a dudas. Putin dijo: “Tenemos el derecho a usar nuestras armas contra las instalaciones militares de los países que permitan que sus armas sean usadas contra nuestras instalaciones… A partir de ese momento, como hemos subrayado en repetidas ocasiones, un conflicto regional en Ucrania previamente provocado por Occidente ha adquirido elementos de carácter global”.
Con su sorpresiva acción, el presidente de Rusia quiso dejar en claro que tiene una nueva y poderosa arma, que en este ataque no portaba una ojiva nuclear -pero que bien podría hacerlo- lo que significaría que puede desplegar un ataque nuclear sin que el misil sea detectado.
Putin dijo que el ataque fue “en respuesta al uso de armamento de largo alcance estadounidense y británico” del 20 de noviembre. Para entenderlo mejor, a la muy cuestionada autorización que el presidente Joe Biden y los aliados de la OTAN le dieron a Ucrania para utilizar misiles de alcance medio para atacar a Rusia. Y el presidente ucraniano Volodimir Zelensky les tomó la palabra y atacó con ese armamento especial a Rusia, el 20 de noviembre. La respuesta, con la sorpresa del nuevo misil, fue el contraataque ruso a Dnipró que se dio un día después, el 21 de noviembre.
Lo que intentamos advertir es que está en construcción una conflagración mundial que ya tiene en alerta, no sólo a los Estados Unidos, sino a toda Europa. Todos están preparados para una guerra de gran escala.
Considerado el granero del Viejo Continente, Ucrania vive una confrontación con Rusia por su posible filiación a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OTAN, el bloque armado creado para enfrentar a Rusia y a China. Y Putin no está dispuesto a quedarse cruzado de brazos, esperando que Ucrania en la frontera rusa, albergue y utilice contra su país misiles que hoy son convencionales, pero que mañana bien podrían ser nucleares.
Está historia ya la vivimos en octubre de 1962. Se bautizó como “La Crisis de los Misiles” y se dio cuando -sin aviso previo- los Estados Unidos instalaron misiles nucleares en Turquía e Italia, apuntando hacia la entonces Unión Soviética. El Putin de entonces -Nikita Kruschev- respondió enviando acorazados con misiles nucleares para ser instalados en Cuba, en franco desafío para los Estados Unidos. El Biden de entonces -el también demócrata John Kennedy- se vio obligado a enviar a Turquía a su hermano Robert para negociar el retiro de aquellos amenazantes misiles nucleares y Kruschev acabó por ordenar el regreso de los acorazados antes de que llegaran a Cuba. El mundo de entonces se sintió a un parpadeo del holocausto nuclear. La creación de una “línea telefónica roja” entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, aminoró las tensiones.
Lo de hoy no es diferente. El presidente Biden y sus aliados de la OTAN le surten miles de millones de dólares en armamento a Ucrania. Pero el autorizar el uso de misiles de alcance medio para que se ataque a Rusia, no puede esperarse que sea algo que pase inadvertido. La respuesta ya la dio el presidente Putin. Tengo un arma nueva, hipersónica, que si transportara su ojiva nuclear, le daría a Rusia una enorme ventaja, ya que al ser indetectable no daría espacio para el contraataque.
Nadie busca defender ni a Rusia ni a Putin. Pero estamos obligados a entender las causas y los efectos de cómo y por qué se inicia una guerra.
Y en esta trama, la pregunta obligada es ¿por qué el todavía presidente Biden autoriza el uso de esos misiles de mediano alcance a Ucrania a sólo unas semanas de dejar la Casa Blanca? ¿No sería esa decisión más adecuada para el nuevo presidente Donald Trump, quien toma posesión el próximo 21 de enero? ¿O es que Biden quiere heredar un conflicto armado en marcha, difícil de contener? ¿De parte de quién?
Es ingenuo para el presidente Biden y para los miembros de la OTAN pensar que un ataque a Rusia como el del 20 de noviembre, con el escalamiento de armamento más sofisticado, se iba a quedar ahí. El presidente Putin -como Kruschev en su tiempo con la crisis de Cuba- ya dio su respuesta. Y ese misil hipersónico es de pesadilla.
Una vez más, el mundo vuelve a la antesala del holocausto nuclear. Las alertas están encendidas en Europa y en Estados Unidos. Sin negociaciones de por medio, el desenlace es impredecible.
En la práctica se vienen abajo, como castillos de naipes, aquellos acuerdos para eliminar las armas nucleares firmados en 1987 por el norteamericano Ronald Reagan y el soviético Mijaíl Gorbachov. La cuenta regresiva está en marcha a menos que -al igual que en 1962- la disuasión y la negociación frenen las ambiciones de poder, expansionistas, de dominación. De uno y del otro lado de la mesa.
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