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Opinión

#YoQuéVoyASaber | Los migrantes del discurso

Yo qué voy a saber

Esa es la representación gráfica de la política migratoria de nuestro país, que justo la semana pasada reactivó el polémico programa “Quédate en México”, que a juzgar por lo que se ve, es más bien “Muérete en México”

Por Carolina Hernández

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La voz del periodista Cesar Cancino se rompe de tristeza. No es para menos. La escena que describe es desoladora. Más de 150 migrantes salpicados en el asfalto. Cuerpos mutilados por todos lados. 55 muertos.

Esa es la representación gráfica de la política migratoria de nuestro país, que justo la semana pasada reactivó el polémico programa “Quédate en México”, que a juzgar por lo que se ve, es más bien “Muérete en México”

En 2018, antes de que asumiera su cargo como presidente, Andrés Manuel ya les prometía a los migrantes centroamericanos un México de ensueño.

Un país de puertas abiertas y solidario con ellos.

A principios de 2019, ya en el cargo, les ofreció respeto al libre tránsito, tarjetas de visitantes y visas de trabajo.

Unos meses después, les dijo que los iba a cuidar.

El problema es que, como suele pasar con Andrés Manuel, su discurso pocas veces se sustenta en una política pública real.

Y en muy poco tiempo comenzamos a ver escenas como estas.

Porque ese México de los brazos abiertos, de las oportunidades, del empleo, del tránsito libre… nunca fue real.

No es real ni para los que ya cruzaron la frontera, ni para los que van en camino, ni para los que apenas vienen.

El programa “Quédate en México” se trata de que personas que vienen huyendo de ciudades violentas en su país, sean obligadas a quedarse en ciudades violentas en nuestro país, mientras el gobierno de Estados Unidos les resuelve su petición de asilo.

Organizaciones no gubernamentales y defensores de los derechos humanos lo han calificado como inútil e inhumano, y la CNDH ya alertó que la reanudación de ése programa solo empeorará las condiciones, “de por sí lamentables”, en las que se encuentran miles de personas migrantes a lo largo de la frontera norte.

En el centro, hace unos días, la caravana migrante que llegó a la CDMX fue recibida por los “no granaderos” que les impidieron el paso.

En Puebla, un grupo de migrantes fue desalojado de un polideportivo que les habían asignado como refugio.

Y en el sur, ya sabemos lo que la complicidad de las autoridades y el crimen organizado provocó.

Es evidente que las políticas migratorias en México, no solo son contradictorias, sino que se basan meramente en un discurso mentiroso y cruel.

Porque se les prometió ayuda y se les dio muerte.

Este gobierno ha fallado.

Han fallado los gobiernos centroamericanos, que no reconocen que son el origen de ese desplazamiento causado por el miedo, por el hambre, por la pobreza y por la violencia.

Y ha fallado el gobierno de Estados Unidos, que sigue rechazando a las familias migrantes que llegan a la frontera con México.

Pero también hemos fallado nosotros.

Nosotros, que perdimos la capacidad de conmovernos ante el dolor y la desesperación de quienes viajan en condiciones cada vez más infrahumanas, no para lograr un sueño, sino para escapar de una pesadilla.

Hemos fallado nosotros, que vemos con desprecio, esas manchas humanas que caminan derrotadas por nuestra tierra, en busca de una razón para seguir.

Hemos fallado al no levantar la voz ante las sistemáticas violaciones a los derechos humanos de las que son víctimas.

Hemos fallado al no exigir con suficiente fuerza que se finquen responsabilidades a los culpables de esa carnicería.

La migración en este país se ha industrializado. Es un negocio en el que están involucradas las autoridades y el crimen organizado.

Porque la culpa de que tragedias como la que pasó en Chiapas sigan sucediendo es porque esa corrupción que “ya no existe”, existe.

Porque parece claro que, en este país, hay dos tipos de migrantes: los del discurso y los que quedan esparcidos en el pavimento de alguna carretera.

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