27 de noviembre 2024
¡Que alguien me explique!
Viene un tsunami, creen que es lluvia
Sobran quienes sospechan que la presidenta Sheinbaum y su círculo íntimo -político, diplomático y empresarial- no están leyendo la crisis que se viene a partir del 21 de enero, cuando inicie su segundo mandato el presidente Donald Trump
Por Ramón Alberto Garza
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Sobran quienes sospechan que la presidenta Claudia Sheinbaum y su círculo íntimo -político, diplomático y empresarial- no están leyendo la crisis que se viene a partir del 21 de enero, cuando se siente en el despacho de la Oficina Oval el presidente Donald Trump.
La sensación es que están subestimando las advertencias y los posicionamientos, tanto del próximo mandatario republicano como los de su homólogo de Canadá, Justin Trudeau.
En el caso del presidente electo de Estados Unidos, la amenaza es clara y directa: a partir del primer día de su nuevo gobierno se aplicarán aranceles de 25 por ciento a los productos que el vecino país importa de México. Y para que no se vea personal contra nuestro país, Trump dice que la medida va también para Canadá, el tercer socio del T-MEC.
Pero los canadienses no sólo acusaron recibo, sino que impusieron reclamo y se declararon ofendidos. El ministro de Industria de Canadá, François-Philippe Champagne, dijo molesto que “no debería confundirse la frontera mexicana con la canadiense”.
Más directo, el jefe del gobierno de Ontario, Doug Ford, alzó la voz de indignación y dijo que “compararnos con México es lo más insultante que nunca he escuchado por parte de nuestros amigos (estadounidenses)”. Ford es el mismo político canadiense que está encabezando una iniciativa -apoyada por otros jefes de las provincias canadienses- para demandar la salida de México del T-MEC, a fin de que ese tratado sólo quede entre Canadá y Estados Unidos.
El problema de fondo es quiénes son los asesores principales de la presidenta Sheinbaum en esta negociación. Y la respuesta podría apuntar a Carlos Slim, Marcelo Ebrard y Juan Ramón de la Fuente.
En los círculos de la inteligencia norteamericana, Slim y Ebrard son conocidos como “China One” -Slim- y “China Two” -Ebrard-.
Al hombre más rico de México lo instalan como el principal promotor de China en el mundo de habla hispana. Su corporación, América Móvil, es una de las muy escasas que en el mundo occidental adoptó la tecnología 5-G de Huawei. Eso lo impuso “China One” en contra de las recomendaciones del gobierno norteamericano que frenó la entrada de esa tecnología china en España, Francia, Alemania e Italia. El temor era que con los datos de las redes sociales se manipularan los bancos de big data y eso vulnerara a los magnates de Silicon Valley. Sólo México y Brasil se alinearon con China. Y al canciller Juan Ramón de la Fuente, los servicios de inteligencia norteamericanos lo ven más cerca de Slim que de la presidenta Sheinbaum.
A Marcelo Ebrard, el actual secretario de Economía, le endosan sus relaciones cercanas con China, a través de un hermano quien desde los sexenios de Vicente Fox y de Felipe Calderón fue muy proactivo en promover el comercio con esa nación, desde su despacho en el Piso 51 de Avenida Reforma. Desde entonces fue bautizado como “China Two”. Y las vinculaciones de Ebrard con Slim son evidentes en la construcción de la trágica Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, que colapsó cuando la ahora presidenta era Jefa de Gobierno de la Ciudad Capital. Nadie fue culpable.
Desde el arranque del sexenio de la Cuarta Transformación, en 2018, Slim fue muy insistente con el presidente Andrés Manuel López Obrador para inducirle su filosofía. Diversificar la dependencia con Estados Unidos buscando equilibrios con China. Poner los huevos en dos canastas. Después de todo, -decía “China One”-, los norteamericanos necesitan más de México que nosotros de ellos. No pueden salirse, así como así, del tratado de libre comercio sin pagar las consecuencias de precios altos y de una galopante inflación que enfurecería a sus conciudadanos.
Desde el punto de vista estrictamente económico puede ser que Slim tenga razón. Pero existen otros factores de la geopolítica que pesan más que la cartera. Y Estados Unidos no está dispuesto a entregar la región de América Latina al eje de la China de Xi Jinping, que transita en la misma órbita que la Rusia de Vladimir Putin. No en vano están impulsando, con poco éxito todavía, el bloque de los Brics.
Y tanto Slim como López Obrador, como ahora la presidenta Sheinbaum, deben considerar que existen tres poderosas razones de disuasión que los norteamericanos tienen bajo la manga y que bajo cualquier crisis le pueden aplicar a México.
Uno, la migración fuera de control. Dos, la seguridad y los cárteles productores de fentanilo, también fuera de control. Y tres, la excesiva dependencia de México a los energéticos y a los alimentos básicos que importa de Estados Unidos.
Si los norteamericanos nos cierran el envío de gasolinas y de gas natural, además de reducir o cancelar las importaciones de maíz, frijol y sorgo, poco podemos hacer. La nación se paraliza. Más de la mitad de esos combustibles y bienes alimentarios vienen de Allende El Bravo.
Por eso, hay que medir muy bien el alcance de la postura asumida por la presidenta Claudia Sheinbaum, quien ayer en la mañanera respondió a la amenaza del presidente electo, Donald Trump, y aplicó en su discurso la versión T-MEC de la Ley del Talión: “Ojo por ojo, arancel por arancel”.
Una apuesta muy temeraria y arriesgada. Si se la compran, sería una heroína que desafió al Imperio y lo derrotó. Pero si desata la ira del nuevo inquilino de la Casa Blanca, ya sabemos cómo reacciona Donald Trump. La embestida será sin piedad.
Entonces, y sólo entonces, entenderemos que lo que alguien pronosticó que sería una simple lluvia acabó por ser un tsunami que, con su furia, barrió con todo lo construido y que es lo que hoy, a pesar del mal gobierno, nos tiene a flote.
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