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¡Que alguien me explique!

Un Gobierno sin Gobierno

¿Va a decir ahora AMLO, que aún sin carta e incluso sin cubrebocas, los niños podrán asistir a clases presenciales? Vivimos el Gobierno de uno, el que se impone sobre la opinión evaluada, concertada y probada de muchos otros

Por Ramón Alberto Garza

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Es muy difícil para cualquiera ser integrante de un Gabinete en el que todas -o casi todas- las decisiones son tomadas por el Presidente en turno.

Y peor aún, que las pocas decisiones que tome el o la Secretaria del ramo sean desconocidas, descalificadas e incluso cuestionadas por el mandatario.

Pues eso mismo fue lo que sucedió ayer en La Mañanera, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo un extrañamiento y dejó sin validez la carta de responsabilidad que debían firmar los padres para autorizar la vuelta de sus hijos a las clases presenciales, en aulas.

“Y acerca de la carta, pues también no es obligatoria, si van los niños a la escuela y no llevan la carta, no le hace. Es que nosotros aquí todavía tenemos que enfrentar esta concepción burocrática, autoritaria, que se heredó del pasado”.

O sea que, desde la Secretaría de Educación, se lanza una directriz y sin ningún preámbulo o diálogo con su titular, el presidente decreta que, con o sin carta, los niños pueden entrar a la escuela.

¿Entonces para qué se pide firmar la carta? ¿Se borró por decreto presidencial? ¿Le estamos dando a los niños lecciones prácticas de cómo mandar al diablo a las instituciones?

Pero para dejar en claro quién tiene, no la última, sino la única palabra dentro del gobierno de la Cuarta Transformación, el inquilino de Palacio Nacional descalificó sin recato el trámite que era obligatorio.

“Si me hubiesen consultado, hubiese dicho no. Somos libres. Prohibido prohibir. Pero todavía tenemos que ir limpiando el Gobierno de estas concepciones burocráticas, autoritarias, y desde luego, terminar de limpiar el Gobierno de corrupción y de ineficiencia, demoras”.

El mensaje no podía ser más claro, más insultante y más falto de respeto para la maestra Delfina Gómez, la secretaria de Educación.

Como no le consultó la medida a su jefe, el Presidente, su decisión se le descarrila, se le descalifica y la tan anunciada carta compromiso queda sin valor. Con o sin carta, los niños entran a la escuela. Para la próxima, que pregunte, porque no se manda sola.

Si se hubiese querido tener un secretario con iniciativa y dignidad, Esteban Moctezuma no estaría despachando hoy en la Embajada de México en Washington.

Pero para eso se incorporó al Gabinete a la maestra Delfina Gómez. Porque el mandatario la considera sumisa, porque no levanta polvo, porque se disciplina, aunque su jefe le desconozca su autoridad en una transmisión en vivo, a nivel nacional.

Pero ése es el nivel sobre el que se viene deslizando un Gabinete, que en tres años vino de más a menos, que nunca fue excelso, pero que tenía sus secretarios o jefes de área con integrantes destacados, competentes, con iniciativa. De un año para acá, todo se viene a menos.

Salvo los casos de Hacienda y Economía, todos los relevos dentro del gobierno de la Cuarta Transformación arrastraron a la mayoría del Gabinete a la mediocridad.

Se premia la lealtad sin límite, la silenciosa sumisión y el “Sí Señor” por encima de la preparación, de la calidad profesional y el valor personal.

Y como prototipo de ese servilismo, ahí está el epidemiólogo Hugo López-Gatell, a quien el único que lo defiende y lo consiente, a pesar de sus descalabros sanitarios y de sus mentiras, es el presidente López Obrador. Su mayor virtud es la de aceptar, sin chistar, las políticas sanitarias que se dictan desde la casa presidencial.

Para muestra, ahí está el famoso debate del cubrebocas, que el presidente López Obrador insiste en descalificar como una barrera fundamental para evitar contagiar o ser contagiado, mientras que la Organización Mundial de la Salud lo instala como un accesorio obligatorio para frenar la pandemia.

Pero tal es el desprecio presidencial por el cubrebocas, que en extremadamente contadas ocasiones se ve al mandatario mexicano portando ese accesorio sanitario, que es ya prenda obligada en casi todo el planeta.

¿Va a decir ahora, el presidente López Obrador, que aún sin carta e incluso sin cubrebocas, los niños podrán asistir a clases presenciales?

Vivimos el Gobierno de uno, el que se impone sobre la opinión evaluada, concertada y probada de muchos otros.

Y si esas son las reglas del juego, de la sumisión y del silencio, atengámonos a las consecuencias. ¡Y que sobrevivan los incondicionales!

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