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27 de abril 2023

¡Que alguien me explique!

“Un desmayo transitorio…”

Al fin reapareció el presidente Andrés Manuel López Obrador, después de su “desvanecimiento” que le obligó a suspender su gira por Yucatán y a ausentarse de sus actividades por casi 72 horas

Por Ramón Alberto Garza

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Al fin reapareció el presidente Andrés Manuel López Obrador, después de su “desvanecimiento” que le obligó a suspender su gira por Yucatán y a ausentarse de sus actividades por casi 72 horas.

Con un muy elaborado video -el mejor que le han producido en los tres episodios de COVID que ya registra- el inquilino de Palacio Nacional admitió que se le cerraron los ojos en un evento con militares. Él mismo lo definió como un “desmayo transitorio”.

También reconoció que se le bajó mucho la presión sanguínea y que fue trasladado a la Ciudad de México en ambulancia aérea, pero no en camilla.

La primera reacción al video presidencial es: qué bueno que no pasó a mayores, el episodio presidencial de salud en Mérida. Que fue más el daño que generó a la Presidencia la incompetencia de su círculo de comunicadores que con informaciones contradictorias, primero, y con silencios después, le dieron fuerza a la ola de rumores y especulaciones sobre lo que de verdad le pasó al mandatario.

La segunda reacción al video presidencial es: ¿por qué si el presidente López Obrador se ve tan bien, tan lúcido, tan articulado y explicativo, no lanzó antes -el lunes o martes- esa “prueba de vida” para frenar en seco la zozobra política que generó su desaparición absoluta de la escena pública?

De hecho, de los tres videos de COVID producidos en los pasillos de Palacio Nacional, el de ayer es el más profesional, el que tiene más producción, el más elaborado, porque le permite al mandatario disertar sobre la muerte, sobre los tiempos de zopilotes, sobre don Francisco I. Madero y sobre la traición.

Al muy particular estilo de Epigmenio Ibarra Productions, el presidente López Obrador graba diferentes tomas, con cortes para aparecer lo mismo en un corredor de Palacio que en una de las salas, la de la traición.

Lamentó que a él lo hayan dado por muerto varias veces y recurrió a la frase de don Juan Tenorio: “Los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud”, como diciendo: “Aquí estoy, vivito y coleando”.

Pareciera que, ante la gravedad que se sospechó por su desaparición, el inquilino de Palacio Nacional hubiese querido palpar “los sentimientos de la Nación” en tres días sin su Presidente.

Y se dio cuenta de que se enfrentó a tiempos de zopilotes, de auras que circulan el cadáver de la presa, cuyos restos acabarán por devorar.

El presidente López Obrador debió identificar, no sólo a los zopilotes, sino a los gavilanes que quisieron robar cámara y poder, a las urracas que sólo hicieron ruido inútil y a las palomas que le guardaron lealtad institucional.

El mensaje emitido en la Intendencia de la Traición a don Francisco I. Madero fue, sin duda, para aquellos “neohuertistas” dispuestos no sólo a entregarse al imperio extranjero para darle la espalda a su presidente, sino a asesinarlo. Como a Madero.

Mensajes todos -traición, muerte y zopilotes- muy elaborados para un mensaje que sólo exigía decir: “Aquí estoy, no estoy infartado, tengo COVID, pero ya voy de salida”.

Curioso que, en estas 72 horas en las que todos los mexicanos estábamos pendientes de la desaparición presidencial, en el Congreso la mayoría morenista se despachaba con la cuchara grande con la aprobación en fast track de siete iniciativas cruciales, muchas de ellas que ni siquiera fueron leídas, mucho menos debatidas.

Ahí se incluyeron la extinción del Insabi -adiós a Dinamarca-; la entrega del Tren Maya al Ejército; la militarización del espacio aéreo mexicano; la entrega del 80 por ciento de los recursos recaudados por impuestos al turismo; la reforma administrativa para que el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado pueda vender bienes nacionales con menor escrutinio, así como la desaparición del Conacyt y la concentración de todas las cuentas públicas en la Secretaría de la Función Pública, con excepción de las de Defensa y Marina.

Ojalá que el desmayo de Mérida y sus secuelas de sospechosos silencios, que escondieron al presidente López Obrador, no hayan sido un premeditado distractor para que la discusión nacional se centrara en la salud del mandatario y no en la gravedad de lo que, atropellada y urgentemente, se aprobó en fast track en la Cámara de Diputados.

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